Capítulo 1

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Mamá me acababa de llamar para que bajara, no se lo que quería pero no me tocaba lavar los platos. Cuando bajé me detuve en el penúltimo escalón esperando a que soltara la bomba, y la soltó, me señaló tres bolsas de basura muy bien atadas y volvió a dirigir su mirada a la televisión, cogí las bolsas, susurré "¿No puedes ir tú?" y salí de casa dando un portazo. Odiaba tirar la basura, olía mal y el contenedor estaba a ocho casas de la nuestra, además, eran las once y mi madre siempre tenía la absurda manía de mandarme a esas horas y para rematar mi madre tenía la ingeniosa afición de reciclar. Después de media hora andando, llegué a los contenedores, tiré la bolsa del cartón y el vidrio en sus respectivos depósitos. Acto seguido me dirigí a tirar la bolsa con desperdicios orgánicos, cuando al abrir la tapa del contenedor, observé a una muchacha con los ojos abiertos y cubierta de papel fil. Solté la bolsa y comenzó a alejarme lentamente. Miré a la derecha y a la izquierda pero nadie pasaba, intenté chillar varias veces pero, no podía, me había quedado muda. Salí corriendo hasta la casa que tenía más cerca. Llamé sin parar hasta que Loretta, mi vecina y amiga de mi madre, me abrió la puerta preocupada. Me miró a la cara y empezó a hacerme preguntas, intenté explicarle pero no me salían las palabras, seguía muda. La cogí del brazo y la llevé arrastras hasta el contenedor, le hice gestos para que se asomara y viera el cadáver pero cuando esta fue a mirar, el cadáver ya no estaba, había desaparecido como por arte de magia. No había nada, absolutamente nada, Loretta me miró y me dijo algo pero yo estaba totalmente en shock. Loretta me cogió del brazo, insistió en que caminara hasta que lo consiguió, pude oír como me decía que me acompañaría a casa, y en el camino me desplomé.

A la mañana siguiente desperté en el hospital, lo primero en lo que pensé, fue en lo ocurrido la noche anterior. Me intenté incorporar y me di cuenta del horrible dolor de cabeza que tenía. Nada más conseguir acomodarme, un hombre cuarentón de estatura mediana, pelo grisáceo, con los ojos de color miel, se acercó a mi cama, detrás iba mi madre. Supuse que ninguno de los dos me creería así que me convencí de que solo era cansancio. Me dieron el alta una hora después con unas pastillas, las cuales debía tomar dos veces al día durante dos semanas, para el dolor de cabeza y que guardara reposo.

En el camino, mamá y yo no articulamos palabra alguna. Al llegar nos esperaba un Ferrari en la puerta de casa. Mamá aparcó y ambas salimos asombradas del coche, fuimos lentamente hasta el vehículo tan llamativo y lo observamos. Me quedé mirándolo hasta que dentro vi una pulsera que colgada en el retrovisor. Se trataba de una pulsera que le hice a mi padre cuando tenía cinco años y medio. Papá tenía una industria de coches y una empresa de bebidas energéticas, e ahí el por qué del Ferrari. Corrí hacia la parte de atrás de la casa y ahí estaba él, mi padre, tan jóven y guapo como siempre. Me abalancé sobre él y me recibió con el mismo entusiasmo. Mamá llegó a su tiempo, ya que ambos tenían medio decidido que no iban a estar más juntos, pero yo sabía que aún se querían, el problema era el trabajo de Papá, pero solo era cuestión de aguantar, como hacía yo. Papá siempre estaba viajando por todo el mundo y si tenía un solo hueco, aunque dos horas, venía a verme o hablabamos por Skype. Alomejor no había sido el mejor padre del mundo pero se esforzaba mucho en serlo. Nos sentamos los tres en la mesa del jardín a charlar, Papá contaba lo bien que le iba en el negocio y que me había creado una cuenta con el dinero para la Universidad. Estaba claro que parecía que eramos ricos pero el rico era Papá. Mamá trabajaba de cajera en un supermercado, no ganaba mucho pero daba para comprar comida suficiente para un mes, para pagar la casa, la luz y el teléfono. Papá también la solía ingresar dinero cada mes para mis gastos, ya sea ropa, el móvil y materiales escolares. Digamos que podíamos vivir y la vida que tenía me gustaba. Papá me ofreció vivir con él varias veces, pero sabía como iba a ser. Este verano me tocaba irme un mes de vacaciones con él nada más y nada menos que a Los Angeles, asi que papá se quedó todo el fin de semana en casa y fue increíble.

El fin de semana pasó volando y cuando quise darme cuenta, estaba metiendo la maleta en el maletero del precioso Ferrari, de color azul oscuro que tenía papá. Despedí a mamá con un abrazo y un beso, papá simplemente la despidió alzando las mano y meneándola de izquierda a derecha desde el coche. Nada más entrar al auto, ambos nos pusimos el cinturón, papá me miró, me cogió la mano izquierda y me dijo, "Estaba esperando este momento." Volvimos a despedir a mamá, la cuál nos observaba desde la puerta de casa con los brazos cruzados y con una lágrima en su mejilla derecha.

-¡Cuídate hija! Y haz caso a tu padre. - Exclamó aún preocupada.

Mamá tenía miedo de que algo me pasara como le pasó a mi difunto hermano pequeño. Era un tema que ya no se hablaba en casa, pero se le tenía siempre en la memoria. Una tarde de primavera mi hermano Jhon y mi madre estaban en el parque del centro de la ciudad, Jhon apenas acababa de cumplir cuatro años y yo en esa temporada estaba un año estudiando en Madrid. Mi madre siempre protectora, le vigilaba en todo momento. Pero en el instante que no le miró, Jhon se encontraba tirado bocabajo en la arena. Mi madre pensó que había tropezado y cayó, pero no era tan simple. Le empujaron, se golpeó la cabeza y al instante murió. Mi madre estuvo seis meses ingresada por tener altas temperaturas y un shock extremo. A raíz de eso mis padres dejaron de vivir juntos y yo tuve que quedarme otro año en Madrid. Fue un caso que no se llevó a cabo pero la madre del inocente niño que lo empujó quedó muy afectada y decidió hacerse cargo del funeral. 

Iba a estar bien con mi padre, y no tenía por qué preocuparse, a menos que me diese otro de mis ataques por cansancio. Sé lo que vi y no pararía hasta averiguar ¿por qué?

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⏰ Última actualización: Feb 17, 2018 ⏰

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