I.

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"¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan enojada Lydia?"
Preguntó la morena a su compañera, quien estaba terminando de amarrar la tienda de campaña en la cual pasaría la noche. Había escogido un lugar cerca de un gran árbol de hojas moradas, como el pelo de Lydia.
"No me pasa nada, solo que no estoy de buen humor", respondió la susodicha, intentando dejar de fruncir el ceño.
"Amiga, lo noté y por eso pregunto. Te conozco poco, pero me doy cuenta que no te pones así si no es por una razón y me gustaría que me cuentes qué te pasa".
Lydia bufó y recogió el hacha sin responderle, reflexiva. Bruna no digo nada más y se pusieron a cortar leña, si algo había de bueno en ellas era eso: el trabajo en equipo, incluso para cosas tan simples. Siguieron así un buen rato mientras una colocaba el tronco y la otra lo partía.
De lejos se oyeron las carcajadas de alguno de los muchachos reunidos en el centro del campamento. Habían avivado la hoguera y estaban bebiendo y comiendo. Entonces recordaron el cansancio, y el frío.
Lydia, que había despejado su mente con el trabajo, volvió a molestarse.
"No es aquello de cada luna, si no que se trata de un macho. ¿Alguno te hizo algo? No, no creo, ninguno tiene la nariz rota".
Lydia cedió ante el chiste y rio.
"No seas tan enigmática y decime de quién se trata".
Inspeccionó de lejos a los hombres.
"No insistas Bruna, no voy a decírtelo, no te comportes como una chiquilina".
"Entonces vamos a descansar y a beber, tengo hasta el traste congelado. No puede ser tan grave lo que te pasa como para no querer eso".
Lydia rodó los ojos y suspiró. Se acarició los miembros entumecidos.
"Tenes razón, estoy exagerando. Es solo mi cabeza jugándome una mala pasada"
Las dos recogieron la leña y la colocaron con el resto de la pila. Acercándose al círculo de hombres que hablaban. Lydia detuvo el paso y agarró a Bruna del brazo.
"Necesito un favor. Obsérvalos, el orco y el elfo, observa todo lo que hagan a partir de ahora, y ni una palabra".
"No entiendo la verdad por qué me pedirías algo así, pero confío en vos".
"Gracias. No pienses que estoy loca o que tengo malas intenciones. Sospecho algo pero necesito la opinión de alguien más".
"Confía en mí, y si queres te lo juro"
Alargó su brazo como era costumbre de su pueblo. Lydia había presenciado este tipo de rituales antes así que también extendió el suyo y doblándolo, lo estrechó contra su pecho.
Se sentaron cerca del resto y les pasaron unas jarras con cerveza, y pan con queso.

El orco, llamado Kyden, esperaba su próxima jarra. Había sido un día de viaje agotador y todavía tenía hambre, pero ya había devorado su ración. Lo cierto es que su cuerpo era el doble que el de un hombre joven, y aún más su musculatura. Su amigo, el elfo, le entregó la jarra que no tardó en terminar. Adoraba el sabor de la bebida de los hombres. Burlándose, el elfo le ofreció el resto de su bebida.
"Si tratás de embriagarme necesitaras al menos dame una barrica, tal vez dos"
Bromeó, sacando un par de comentarios irónicos y risas de sus acompañantes.
"Sólo ser uno de nuestros mejores guerreros esta noche te dejaremos tomar cuanto quieras. Tenemos que festejar que gracias a ustedes, la ladera está limpia ahora, y el poblado puede dormir en paz"
"Brindemos por Kyden y por el país"
"No podría haber acabado con esas ratas hoy sin mi compañero, también se merece este brindis"
Dijo el orco, levantando la copa y mirando al elfo sentado a su izquierda. Este levanto una ceja, y sonrió de lado.
"Descuiden, no me pongo celoso. Él tiene la fuerza pero yo cerebro".
"Solo usar el cerebro no te habría salvado de una docena de esos condenados"
"Eso habría que verlo, al menos no me hubiera lanzado hacia ellos, sin pensarlo, a una muerte segura"
"No te pases, debilucho"
Hizo un ademán de apretarle el cuello con las manos pero el movimiento fue esquivado con rapidez.
"Pensé que se necesitaba más para emborracharte"
"Estoy cansado y no quiero partirte la cara"
Espetó Kyden.
"Solo sos lento"
Ante las carcajadas del círculo por el chiste, Kyden frunció el ceño, en una mueca implacable como solo él lograba hacer.
"Reconocé que te salvé el traste en más de una ocasión"
"Me lo debías, yo te salvé de una horda de orcos retrasados"
El elfo lo fulminó con la mirada. El orco abrió los ojos, dándose cuenta de que acababa de decirlo en público. Esas historias eran parte de un reciente pasado y la herida todavía estaba abierta.
"¿Cómo? ¿Qué quiere decir eso?"
Preguntó Duncan sorprendido, al igual que el resto.
"¿Cuándo fue eso? ¿Ustedes ya se conocían?"
Preguntó una de las mujeres.
"Es una larga historia"
Murmuró el elfo. Kyden miró a su jarra ya vacía, arrepentido de sacar a la luz los hechos de hace unos meses atrás.
"Tenemos toda la noche, ahora que podemos descansar tranquilos. Realmente pensé que no se conocían, se llevaban tan mal cuando se enlistaron"
Habló Duncan nuevamente, el resto esperaba que él hablara por todos, pues era el de más alto rango.
"Vinimos del sur, y estábamos de paso en la ciudad cuando lo hicimos", declaró el elfo con parsimonia.
"Yo lo conocí en mi pueblo natal, como prisionero. No todas las comunidades orcas aceptan de buena gana extranjeros, en especial elfos. Ellos nos cazan en la frontera desde hace años y eso generó enemistad. Fue presa fácil cuando cayó en una de nuestras trampas"
Dijo el orco.
"¿Qué iban a hacer con él?"
Preguntó un muchacho.
"Nada bueno, desde torturas a ser comida para cerdos, algunas veces quedan como esclavos. Yo lo salvé... por esa estupidez me he exiliado de los míos" dijo esto último de forma casi imperceptible.
"¿Cómo lograron escapar?"
Preguntó uno de los hombres.
"Era viejo en la guardia de la comarca, y tenía problemas con un cabecilla que era un cerdo al que quería rebanarle la cabeza de hacía años. Todo se dio para que termináramos matándolo y finalmente huyendo".
Gruñó Kyden. Había relatado los hechos de forma superficial, lo suficiente para causar gran impresión en todos. Su amigo permanecía con el rostro hundido, sin decir palabra.
"¿Que hacías en ese territorio?"
Le preguntó Lydia. Este pareció sorprenderse con la repentina pregunta, y la miró desconcertafo.
"Viajaba, y me había perdido"
Dijo con cierto nerviosismo y agradeció cuando su compañero, que había advertido como se sentía intentaba desviar la conversación.
"Déjenme contarles acerca de mi patria. Empezando por las trampas, son un orgullo para los nuestros. Son diferentes a las trampas humanas..."
El elfo se paró y se fue excusando que estaba cansado. Poco a poco la ronda se deshizo y solo quedaron Kyden y un par más. Había varios barriles de cerveza vacías, y el alcohol teñía sus mejillas de rojo. Se fueron a dormir cuando el sol asomó por detrás de la montaña.

Elfo y orcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora