Prólogo

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"El trigal se hacía cada vez más extenso, cada planta daba a luz, orgullosa, sus brotes de trigo. Yo era su guardián, él me creó, él era mi único amigo.

Los cuervos estaban al acecho para arrebatar bebés a las plantas, uno a uno, caía en picada para llevarse su granito de trigo, sin saber el mal emocional que le hacía a la planta. El tiempo las secaba, un reloj en mi muñeca me indicaba las horas que pasaba mirando el horizonte, sin hacer nada más que mirar plantas y espantar cuervos con mi apariencia.

Recuerdo una vez a un turista que me confundió con el granjero, ese hombre quedó horrorizado al verme. No esperaba menos, fui creado para eso, para asustar a todo lo que se moviera entre las plantas de trigo.

Mi gorra de paja color azafrán atada a mi cabeza hecha con trapos y una bolsa de papas algo gastada les indicaba mi aspecto siniestro. Mis ojos hechos con botones y mi vestimenta de jean con múltiples cortes demostraban cierta intriga y transmitían algo de violencia a los inocentes niños.

Nadie nunca me quiso, excepto el hombre de la granja, él siempre se sentaba a mi derecha y me hablaba sobre lo que hizo en el día. De 19:30 hasta las 21:00 él se quedaba. Yo era de él y el trigal mío, pero la puesta del sol era de los dos.

Siempre supe que el trabajo de un espantapájaros no era para cualquiera, pero créeme que no lo cambiaría por nada en el mundo."

-Jack el espantapájaros, Mesopotamia.


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