Ese día, el inglés se orinó en los pantalones. Y cada vez que sus miradas de cruzaban, ese momento salía a la luz en sus pensamientos, como si sus mentes estuviesen vinculadas entre sí.
Bob se sentía poderoso, mientras que Percy se sentía patético y débil.
El de ojos azules interpretó aquella mirada como lo que verdaderamente era, desafío.
El veterano esperó a que sus compañeros llegarán hasta él. Uno de ellos sacó a Guillermo, mientras que el otro abría con torpeza la celda del británico.
Le colocó las esposas, y entonces Roberto dejó de mirar a Percy, para comenzar a andar, llevando a Samuel consigo, junto a su compañero Pierre, quién no perdía de vista al preso Díaz.
Los de uniforme azul no se dirigieron la palabra en todo el trayecto, a diferencia de sus prisioneros que no dejaban de mirarse el no al otro.
—Me incómoda que no dejes de mirarme —habló el mayor de ellos dos, en voz baja—. ¿Qué es lo que quieres? —Se quedó mirándolo en silencio, esperando su respuesta.
—Quiero que tus amigos no estén presentes en lo que vaya a pasar en las duchas. —dijo muy seguro de sí mismo. O eso pretendía transmitir al otro.
Samuel sonrió divertido por la forma en la que le había exigido aquello. Eso no se lo toleraba a nadie.
—Estarán —dijo—. Y que sea la última vez que me órdenes algo.
El menor palideció.
Él no pretendió en ningún momento mandar al contrario. Más que nada porque era algo imposible, y tenía de su reacción.
Pero lo importante ahora era que él creía que lo había hecho con esa intención, y aunque hubieran hecho un trato, ahora llegaría a ser peor que el castigo que le iba a dar desde un principio.
[...]
Después de estar todo el camino escuchando las disculpas y súplicas de Guillermo, Samuel se sentó por fin en su mesa, donde ya estaba Tomás, comiendo.
—Oh, ¿qué tenemos aquí? —dijo refiriéndose al novato, quién había ido tras su amigo sin ser arrastrado por este— ¿Ya lo tienes adiestrado, Samu?
El nombrado rió.
—Se comporta así de bien porque no quiere que estéis presentes para castigo que le daré en las duchas —Miró al más joven, que se sentía completamente intimidado y volvió la vista a su amigo—. Hicimos un trato.
—¿Un trato? —Tomás se sorprendió por la palabra.
—Sí. Me dijo que podría hacer con él lo que quisiera, siempre y cuando no fuera una paliza brutal... Digamos que tengo su consentimiento, aunque eso no me importe en absoluto —Mientras decía aquello, de vez en cuando le echaba un vistazo al chico. Este se sentía cada vez más pequeño—. Así que podemos hacer lo que queramos con él.
—¡Eh! —Saltó el joven, al mismo tiempo se levantaba de la mesa— Eso era con la condición de que ellos... —Los ojos de Tomás lo miraban expectantes— No...
—No hay condiciones que valgan, Guillermo. Al fin y al cabo, voy a cumplir nuestro acuerdo. Pero no voy a permitirte todo lo que quieras.
De pronto lo único que se escuchaba era la multitud de presos de alrededor. Los tres habían dejado de emitir sonido.
El moreno volvió a sentarse, despacio, en su asiento. Pasando de mirar a uno, a mirar al otro.
Una bandeja de plástico aterrizó en la mesa. Percy se sentó de golpe, junto a Tom. Todo su cuerpo gritaba estar enfadado.
—¿Qué te pasa? —preguntó Samuel.
—Sí, tío. ¿Y esos humos? —Percy miró a su compañero de al lado, para luego desviar la vista hacia De Luque.
Sus ojos ni siquiera se percataban de la presencia del menor de los asesinos, de lo cual el joven se alegró.
El inglés no sabía qué responder a sus preguntas. Se sentía avergonzado, y cada día que pasaba iba a peor.
Bob, ese maldito bastardo, lo había parado unos instantes después de que lo liberaran de sus esposas. Él no lo vio venir porque apareció a sus espaldas, pero el británico pudo olerlo. Su olor era inconfundible. Un desagradable aroma a medicamentos mezclado con un fuerte olor a puros. Eso era lo que pasaba por sus fosas nasales, cada vez que tenía cerca a ese hombre.
—¿Adónde vas con tanta prisa? —dijo al notar cómo intentaba evitarlo— ¿No volverás a mearte encima, no?
Percy no podía mirarlo con más cara de asco.
—¿Qué es lo que quieres? —Le había dicho— Dime que mierdas es lo que quieres.
—Eeeeh... Esa lengua —Le pasó un brazo alrededor de su cuello, y el contrario se separó de golpe—. No, no, no, no... No debes comportarte así, pequeño Percy. ¿No querrás que me enfade? ¿Verdad que no?
Los ojos azules miraban a los contrarios con furia. Algo que intentaba controlar.
—Ven aquí, quiero que hablemos un rato.
No quería hacer caso a sus palabras, pero al mismo tiempo se sentía entre la espada y la pared.
Ambos se alejaron lo suficiente del resto de los presos que se movían de un lado al otro.
Bob se detuvo y a su vez el inglés.
El de mayor edad lo miraba ahora con seriedad.
—¿Quién fue el que quemó al crío aquel día? —Esa pregunta desencajó un poco su mente— Tú lo sabes, ¿verdad?
—No tengo ni idea de lo que me hablas. —Roberto sonrió. Él ya esperaba una respuesta como esa.
—¿Fue Samuel quién lo hizo? —Una pequeña pausa y continuó preguntándole— ¿O el otro bastardo que consiguió librarse de la silla eléctrica por arte de magia?
—Te he dicho que no sé de que me hablas.
El de azul se mantuvo sonriente, y volvió a decir algo antes de salir por la puerta.
—O quizás no fue ninguno de ellos... ¿Fuiste tú, rata inmunda? —No hubo respuesta a eso, pero tampoco la esperaba— Será mejor que no me estés mintiendo, y ninguno tenga nada que ver en esto... De lo contrario, te arrepentirás...
—¿Percy? —Lo llamó Samuel. El chaval se había quedado en silencio durante un bien rato, y nadie había conseguido hacerlo volver en sí, hasta ese momento.
—Sí... Lo siento...
Los nudillos de este estaban levemente contraídos.
—No es nada —volvió a decir—. Se me pasará.
Ninguno mencionó el tema de nuevo. Al castaño, quién estaba más pendiente de Guillermo que de otra cosa, no le interesaba, y a Tomás... nada le tomaba por sorpresa.
Él ya sabía porqué su compañero estaba así. Siempre había sido muy observador, y él presenció el momento en que Bob se acercó a él por la espalda, intimidándolo. Incluso pudo sentir los vellos de su amigo erizándose al escuchar la voz del contrario.
Pero no dijo nada. El nunca decía nada...
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¡Holi! Espero que la espera haya servido de algo y hayáis disfrutado del capítulo después de tanto tiempo sin actualizar.
Gracias por seguir leyéndome y ser tan pacientes conmigo. Os adoro. <3
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Prisioneros [Wigetta]
FanficSamuel y Guillermo son dos prisioneros que empiezan su relación con mal pie. Uno hará lo posible para encarar al otro, quien, en vez de rendirse y dejar de molestarlo, se hará cada vez más pesado. ¿Qué pasará entre estos dos chicos? ¿Decidirán, alg...