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Mi historia empieza hace más o menos veinte años, cuando nací. Soy la pequeña, ya que mi hermana Éter me saca dos años. Un bebé no entiende las cosas, por eso yo no entendía por qué mis padres se iban y no volvían en días y nos quedábamos con nuestra abuela. Cuando iba creciendo las preguntas me mataban de curiosidad y les preguntaba pero solo me decían: "Pequeña Hem, hay que matar a los monstruos o ellos te matan a ti." Pero a esa edad el único monstruo que yo conocía era el de debajo de mi cama, el señor galletas. Aún me acuerdo que cuando se lo dije a mis padres salieron corriendo hacía mi habitación con armas, la cara que pusieron al ver que no había nada fue épica.
A los ocho años, edad que mis padres creían que ya era responsable me dijeron toda la verdad. Que hay un bien y un mal en el mundo y que ellos se encargaban de eliminar al mal, y que mi hermana y yo, teníamos que hacerlo también. Les pregunté el por qué pero nunca me contestaron, solo me dijeron que porque había que hacerlo. Mi hermana ya llevaba dos años en ese mundo, así que por fin me incluyeron para matar. Primero eran juegos, cuentos de mitología, muchos nombres de dioses y de monstruos, gente mala y gente buena. Demasiada información para mi pequeña cabeza pero tengo que reconocer que desde el instante me llamó la atención el mundo del mal.
Mi hermana y yo fuimos creciendo entre armas y cazadores, ya que eso es lo que somos, cazadores. A los trece años fui por primera vez con mis padres y mi hermana a cazar,aún me acuerdo de ese día cómo si fuera hoy, el palpitar de mi corazón, el sudor en las manos, el nerviosismo. Teníamos que cazar un vampiro, era un hombre muy blanco y fuerte, no cayó en la trampa que hicieron mis padres si no que fue hacía mi. Cuando estaba a un palmo de mí, se agachó y me dijo: "pequeña Hem, vas a conseguir muchas cosas" acariciándome la mejilla. Fue lo último que dijo, ya que mi padre se acercó por detrás y lo decapitó. Verle sin cabeza no me dejó tan helada como no saber cómo sabía mi nombre el vampiro y por qué no me atacó. Cuando me abrazó mi madre estaba temblando de miedo, pero nunca les conté lo que el vampiro me dijo. Después de ese día, fuimos siempre con mis padres, cada vez se me daba mejor matar a esos monstruos, me gustaba.
Pero todo cambió cuando conocí a Erik, quiero decir, cuando conocí realmente quién era Erik. La decepción que sentí al enterarme que mataba a personas para sobrevivir y que decía ser mi mejor amigo de hacía cuatro años. Se lo conté a mis padres y le dimos caza, su cara, sus ojos en lágrimas diciéndome que no le matara, que él no mataba a nadie me hundió y más lo hizo que mi padre me obligara a decapitarlo.
Fue mi última caza que hice, me negué a seguir matando porque en cada rostro veía el de Erik diciéndome que le creyera pero mi instinto de cazadora ganó al sentimental y acabé con él con mi sable.
Ese año cumplí los 18 y me fui a la Universidad a estudiar, ya que me había pegado toda mi vida estudiando mitos y leyendas, me metí en arqueología y la verdad, era la primera de mi clase. Mis padres se enfadaron conmigo, pero yo no podía continuar en esa vida, la vida que me había quitado a mi único amigo. Aún me duele la pérdida de Erik, nunca olvidaré que tengo las manos manchadas de su sangre, aunque me las limpie mil veces al día.
Todo iba bien, sacaba buenas notas, tenía amigos y algún que otro rollete, pero todo se fue a la mierda cuando apareció mi hermana mayor con su gran sonrisa en mi piso compartido. Que se quedaba un finde me dijo, no supe reaccionar, sabía perfectamente que la visita de Éter me iba a dar problemas y efectivamente lo hizo. Pero claro, era mi hermana y no podía echarla, además hacía casi tres años que no nos veíamos, desde que me fui de casa.

ÉreboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora