DAVID
El primer día sufriste como nadie. Estabas roto por dentro, las críticas te habían dañado como puñales, y querías morir. Pero por suerte, o desgracia, o capricho del destino, que es cruel y hermoso como nada; allí estaba yo. Las nubes teñían el cielo del gris plomizo del penoso invierno, los goterones de lluvia se confundían con tus lágrimas y tú llorabas en silencio, con la certeza de que todo acabaría rápido. Las manos te temblaban, recuerdas que lo hacían. El metal del puente tenía el frío de las garras de la muerte, y tú mirabas al frente, determinado y fuerte. Pero notaste mis dedos en tu muñeca, anclándote a la vida con un "Hey, no puede ser tan malo". Y caíste en mis brazos en vez de hacia el vacío abismal del fin de la conciencia. Y me amaste desde entonces, y no puedes ser culpado, porque haces cada día que el amor también surja en mi corazón. Y esta es nuestra historia.Primer día tras el Casi
Era verdad lo que me dijiste: a pesar de haber sido casi invisible a mis ojos hasta ese día, acudías a mi instituto. Entraste al aula, cohibido, y escondiste la cara entre las manos nada más sentarte, respirando entrecortadamente. Estabas muy pálido, pero al menos seguías aquí. Habrías dañado a mucha gente si hubieras saltado, tal vez no a mí en ese momento, pues no te conocía, pero a toda tu familia, y a aquel conjunto de personas que, sin yo saberlo, alegrabas a todas horas con tu presencia.La profesora entró, igual de envarada que siempre, y tú te metamorfoseaste. Cuando hablamos el día anterior, me contaste que se te daba bien el cálculo, pero aquello era más de lo que mi imaginación abarcaba; casi saltabas al oír una pregunta, y el color volvió a tus mejillas como el agua de un río al mar. Se te veía encantado, y conocías la respuesta a cada pregunta. Te sorprendí sonriendo varias veces, con aire de saber exactamente qué hacías.
Y sin embargo, como todos los buenos hechizos, terminó a las doce, en este caso de la mañana. El timbre sonó con fuerza, acabando con la clase y con tu felicidad, y te marchaste, de nuevo blanco como la cera, tratando de evitar las burlonas miradas de nuestros compañeros.
Pero no eras tan rápido como para evitar a Daniel. Te giraste, aterrorizado, cuando su mano te rozó el hombro, y acto seguido fuiste rodeado por él y su grupito. Te arrastraron a una esquina, tan alejada de los profesores y demás alumnos que serías imposible de ver, y solo fuiste capaz de lanzarme una mirada, casi agónica, antes de que recibieras el primer golpe. Encajaste con dignidad el puñetazo en la mandíbula, pero no pudiste evitar caerte cuando te asestaron una patada en el abdomen. Escupiste sangre mientras te desplomabas, y topaste con el suelo con un golpe que resonó en todo el pasillo.
Mis amigos reían, pero tú me importabas ahora mucho más que sus sonrisas de felicidad malsana.
Segundo día tras el Casi
Te reuniste conmigo a las siete en el patio del colegio. Estabas menos esquivo que el día anterior, pero seguías evitando mirarme a la cara, tal vez temiendo desvelar lo que había debajo del maquillaje que cubría la piel de tu ojo. Tenías un recuerdo visible del golpe en forma de hematoma, pero quién sabía qué marcas tendrías por debajo de la piel.Esbozaste una mueca cuando me escuchaste repetir la misma pregunta que te habías negado a responderme el día anterior, y volviste a denegarme el acceso a la respuesta que sabías que mi mente anhelaba. No te fuiste de milagro, aunque ya estabas cansado de aquella cuestión. Me lo habías dicho ya, no querías que supiese la razón por la que ibas a saltar. Si ibas a dejarme ayudarte, sería bajo la condición de que eso permaneciese contigo hasta el fin de tus días.
Me obligaste a resignarme, pero continuaste contándome, sin embargo, lo que te pasaba con Daniel y los suyos, que parecían querer matarte; con los profesores, que se negaban a escucharte; e incluso con mis amigos, especialmente Clara y Ángel.
Fingiste muy bien una mueca de sorpresa al oírme decir que era extraño que fueras acosado por estos últimos, ya que estaban saliendo desde hace un tiempo y el carácter de ambos había mejorado, pero la gente buena no sabe mentir, y tú eres demasiado bueno.
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El gran casi
RandomCuando somos diferentes, somos rechazados. Ignorados o perseguidos, pero siempre dañados. Cuando amas de forma diferente, también recibes golpes, aunque esto sucede siempre que amas, en verdad. Dos personas con las mismas heridas, desde puntos de vi...