Zapatos que no calzan

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Cuando era niña solía probarme los zapatos de mi madre, mis pies eran pequeños y torpes, me tropezaba y terminaba golpeada , pero no es nada comparable con lo duro que fue estar en sus zapatos el día que morí en sus brazos.

No es como cuentan los filmes, no entré en un sueño eterno, ni siquiera fue como un desmayo, esa sensación de cerrar los ojos y al abrirlos, haber perdido minutos de tu tiempo sin enterarte de nada, no. Yo sabía exactamente lo que estaba pasando, no porque lo asumí al ver mi cuerpo caer junto con el de mi madre, simplemente lo sabía, como si viniera con la muerte el saberlo todo.

Observaba la imagen desde una lejanía cercana, parecía estar presente dentro de una película. Todo parecía un montaje de lo que muchos llaman realidad, pero que para mí ya representaba sólo una parte de la verdad.

Mi madre no dejó que mi cuerpo tocara en suelo, en la caída ella me sostuvo, como siempre, en nueve meses de embarazo, el día en que nací y me llevaron a sus brazos, cuando enfermaba o me dormía fuera de casa, cuando me cansaba durante el cáncer que invadió mi cuerpo, ella me sostuvo. Ella pensaba que estaba sosteniendo a su hijita, pero no era así, era mi envoltorio, pero ella no lo entendía.

Sentí un dolor en el pecho y me asaltó la taquicardia, era increíble que después de muerta aun podía sentir mi corazón enfermo, pero... Se suponía que ya no cargaba con un corazón, era el de mi madre. Me empezó a faltar la respiración, estaba agitada, un pena inundó mi alma (es decir, toda yo), sentía ganas de llorar, pero sabía que nada solucionaría. Había perdido lo más valioso que me había dado la vida, sentía que arrancaban una parte de mí y sabía que jamás volvería.

Quería dejar de sentirme así. Mi mamá había soñado con tenerme, sería su niña pequeña y la compañía ideal para mi hermana, era su trabajo sólo ser madre, jamás dejó la casa en busca de dinero, ella siempre estuvo con nosotras y nos vio crecer, nos enseñó a hablar y a dar los primeros pasos, con ella logré entender las divisiones y peleé bastante cuando me intentó enseñar fracciones. Fue ella la primera persona a quien le confesé mi amor y era la única que sabía cuando estaba mal con sólo verme. Y ahora todo sus frutos que habían crecido en mí, se volvieron negros y desechables. No existía ya. Dejaría de ser mi madre. Yo dejaría de ser su hija.

Mamá, yo siempre seré tu hija, tu siempre serás mi madre. Nunca había sentido tanto dolor hasta ese día, donde tu creíste que me estabas perdiendo, pero en realidad, era yo quien te perdía a ti. Espero poder recuperarte.

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