H

364 79 7
                                    

La primera vez que Luke vio sonreír a Michael fue un momento tan espontaneo y hermoso que el rubio nunca lo olvidaría.

Esa tarde estaban sentados debajo de los árboles y ya era hora de decir adiós. Michael había llorado más de lo usual y Luke había escuchado todo en sumo silencio, desesperado de no saber cómo alegrar a aquel pequeño de cabello azul y con enormes suéteres holgados.

Por esos momentos su relación no era del todo estrecha. Michael le solía contar sus problemas vacilante y titubeante pero el rubio tenía la sospecha de que se guardaba muchas cosas para sí. Era obvio que no confiaba del todo en él.

Y lamentablemente él no sabía cómo romper esa barrera.

—Me tengo que ir, Michael —le dijo cuándo pareció finalmente tranquilizarse—. Me esperan en casa.

—Claro —él suspiró—. Yo me quedaré aquí un rato más.

Luke lo miró vacilante lamentando no poder hacerle compañía, pero sus padres se enojarían si no llegaba a casa a tiempo para la cena y eso era lo último que quería. Así que tras desearle buenas noches, dio media vuelta y empezó a andar hacia su casa.

Había avanzado solo unos metros cuando de pronto, su pie tropezó con una raíz salida y antes de que pudiera evitarlo, cayó y su cara dio de lleno contra el pasto. Rodó sobre si hasta quedar apoyado sobre su espalda y empezó a escupir la tierra que se había metido en su boca y haciendo muecas de asco sin creer su mala suerte.

Estaba tratándose de quitar la tierra de sus ojos cuando escuchó una risa. Una maravillosa risa que entró en su cuerpo y lo sacudió por completo.

A duras penas se incorporó y entonces vio la imagen más bella y tierna de su vida: Michael con las mejillas rojas y riendo abiertamente tratando de mantener el equilibrio apoyándose en el árbol de su lado.

Se acercó a él por detrás y una sonrisa empezó a crecer en se rostro al ver por primera vez la sonrisa del chico y al escuchar el melodioso sonido de su risa.

—Tienes una sonrisa preciosa —le susurró en la oreja sobresaltándolo—. Deberías mostrarla más seguido.

Inmediatamente Michael dejo de reír y lo miró con profundos ojos tristes.

—En realidad no tengo muchas ocasiones para reír —confesó con un suspiro—. En mi vida no hay mucha felicidad. Solo tristeza.

—Entonces deja que yo cambie eso —Luke lo tomó de las manos—. Deja que yo sea la hermosa sonrisa que adorne tu rostro cada día.

Michael lo miró vacilante pero acabo asintiendo lentamente.

En ese momento, Luke supo que esa era la promesa más importante que haría en su vida.

Y que siempre la cumpliría.

*************

Penultimo capítulo, jo.

Sadness and Happiness/ MukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora