'Ángel, estoy en casa!' — dejé mis llaves en el mostrador y caminé al pie de la escalera. Desde arriba se escuchó un portazo y los escalones crujieron cuando la mujer más hermosa en el planeta corría a abrazarme.
'Te extrañé tanto' — sus delgados brazos rodearon mi cuello y dejé que mi nariz recorriera la curva de su hombro.
Con mis brazos rodeé su cintura y la atraje más hacía mi. —'Vamos a ir a cenar y luego veremos películas y te besaré hasta no sentir los labios'
Una leve carcajada escapó de su boca y en ese momento pensé que no existía mejor sonido en el mundo.
Había estado de gira con cinco hombres compartiendo un bus que olía a frituras y animal muerto, donde lo único que comiamos era Pizza y Hamburguesas. Era realmente bueno estar de vuelta en casa. Claro que mis ansias por volver eran posiblemente porque sólo quería abrazar a Audrey y oírla reír. Desde el día en que la conocí había puesto mi mundo patas arriba. Tenía esa encantadora sonrísa que derretía los polos. Es lista, y tiene esa capacidad de hacerte sonreír sólo con decirte hola. Es el tipo de chica que sólo conoces una vez en la vida, y una vez que la tienes, no la dejas ir por nada en el mundo.
'¿A donde iremos?' — se separó un poco para mirarme a la cara, sus ojos brillaban y los hoyuelos se marcaban en sus mejillas.
Sonreí—. '¿Comida china en Ming Garden? Podemos ir caminando.' — La sostuve en mis brazos por un rato más y me incliné para darle un beso. Era un poco más baja que yo, y eso me daba la sensación de que podía protegerla de todo.
'Suena como un plan.'
Sostuve la puerta abierta y luego salí tras ella. Caminamos tres cuadras hasta el restaurant, su pequeña mano en la mía. Las mariposas volvían aún después de dos años.
Era una perfecta noche de diciembre en la ciudad de Nueva York. Un poco fría, pero aún así perfecta. Las luces en las calles se fusionaban con las luces de decoración en todos lados. Audrey miraba fascinada hacia todos lados con los adornos. La observé por un rato hasta que me miró y paró de golpe. —'¿Qué? ¿Hay algo en mi cara?' — Frunció el ceño y se tocó las mejillas con las manos.
'Te ves hermosa, ¿sabes?'— La tomé por el mentón y la besé. Sonrió a mitad del beso y se separó, dejando nuestras frentes juntas.
'Eres un mentiroso'.
'Oh, querida. Eres una ciega' — dije, imitando el acento inglés que tanto la hacía reír. Rodeé uno de sus hombros con mi brazo y seguimos caminando, tomando un atajo poco usual por un callejón casi sin iluminación.
—'vaya, vaya' — una voz tras nosotros hizo que Audrey me apretara con fuerza. Nos volteamos para ver a un tipo alto y fornido, calvo y lleno de tatuajes y cicatrices.
Una pistola sobresalía de su pantalón.
Dejé a Audrey tras de mi, esperando que así de alguna manera el tipo no le hiciera daño.
—'¿Qué quieres?' — Hablé. Mi voz sonó irregular y débil.
—'Bueno. Todo el dinero que tengan'.— elevó su mano y ésta se cerró alrededor del arma.
—'Vete a la mierda.' —La voz furiosa de Audrey no tardó en aparecer. Se movió hasta quedar cerca del calvo.
—'Audrey... '
—'¡No, Carter!' —se volteó a dedicarme una mirada llena de ira luego dirigió la mirada al de los tatuajes. — '¿Porqué no consigues un trabajo? ¿Es que el maní que tu llamas cerebro no te da ni para empaquetador?'
Mierda. A veces era demasiado valiente.
—Audrey, vuelve aquí, ¿si? Deja que yo arregle esto.
—'¡Carter n...' — La cara de Audrey pasó de enojó a sorpresa, y su grito fue remplazado por un sonido parecido a una explosión, una pistola cayó al suelo y el de los tatuaje salió corriendo.
Las manos de Audrey se llenaban de sangre mientras las posaba en su estómago.
La tomé entre mis brazos y me deslizé en el suelo con ella. Sus manos comenzaban a ponerse frías, y su cara estaba cada vez más pálida.
—'Carter, lo siento...'
—'No ángel, no es tu culpa, es mía, lo siento, lo siento mucho pero porfavor resiste ¿si?'
—'Me duele, —su voz se había convertido en un susurro— Carter, tengo miedo.'
—' Vas a estar bien. Mírame, no cierres los ojos, resiste ángel.
Los vecinos se habían agolpado a la entrada del callejón avisando que habían llamado una ambulancia.
—'¿Bésame para mejorarlo?' —Sonrió. Una sonrisa débil pero aún así hermosa. Me acerqué lentamente a ella y sellé mis labios con los suyos. Estaba más fría de lo que pensaba. Fue la primera en separarse, puso una de sus manos en mi mejilla y lágrimas comenzaron a fluir.
—'Necesito que sepas que... que... te amo ¿sí?... Nada de... nada de esto es tu culpa... Fui estúpida... es... es mi culpa, Carter. Perdoname, yo... Me hubiera encantado envejecer contigo y... y tener una familia pero...'
—'¿Audrey?, ¡audrey no me dejes! ¡Te necesito ángel, te necesito más que a nada, porfavor!
Quédate conmigo.' — Comencé a esparcir besos por todo su rostro, limpiando las lágrimas que caían. Me miró con preocupación.
—'No estoy lista para irme aún.'
—'No te irás, ¿me escuchas? vas a estar bien, la ambulancia ya viene.'
—'No ellos no pueden hacer nada.' —Con la fuerza que aún quedaba en su pequeño cuerpo, se enderezó y me besó. Un beso de despedida. Pensé. Audrey pensaba que iba a morir.
Claro que no, la ambulancia ya venía. Ella estaría bien.
—'Mucho mejor.'—Me dedicó una última sonrisa, y cerró los ojos.
—'ÁNGEL, ÁNGEL NO, RESISTE PORFAVOR AUDREY, NO ME DEJES SÓLO!'
Su respiración se frenó y su pulso se detuvo por completo.
La había perdido.
—'Quédate...'— susurré.
Me levanté para ver el arma tirada a un lado.
La tomé, la rabia consumiendome por dentro. Atravesé el tumulto de gente en la entrada del callejón y les dije que volvería en unos minutos, que la cuidaran. Y tras correr dos callejones más allá, encontré al hombre que había destrozado mi mundo. Con la mano temblorosa levanté el arma, y en el momento en que el volteó, apreté el gatillo.
Cayó al suelo instantáneamente.
Caí sobre mis rodillas, dejando el arma a mi lado.
El llanto incontenible hizo eco en las paredes del callejón, mientras que las bocinas de la policía comenzaban a llenar el lugar para encontrarse con el cuerpo sin vida de Audrey.
Mi ángel se había ido, y no regresaría nunca.