4- Emboscada

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La pantalla del ordenador me mostró a Regina al otro lado. Llevaba unos vaqueros ajustados y una blusa con estampado étnico. Al parecer no era fan de los vestidos, pero no hacía falta de uno, ya que lucía espectacular sin él.

-Wow, estás preciosa.- eché para detrás la silla exagerando mi gesto de impresión cuando Jones giró sobre sus talones para enseñarme su conjunto.

-Lo siento Dakota, sé que te gusto pero por desgracia nuestro amor no es correspondido.-le saqué el dedo angular –Por cierto, alguien me ha dicho que Hayley ha puesto de moda el verde. Aprendes rápido... pero aun te queda recorrido para superar a la maestra.- golpeó su pecho con prepotencia.

-April, maldita embustera.

-No me culpes, Hayley no iba a contarlo así que alguien tenía que hacerlo.- se exculpó esta mientras pintaba sus uñas de un color vistoso.

Las tres acordamos que aquel rumor no saldría de entre nosotras ya que la víctima de la broma no sabía quién había sido, y por lo tanto, no queríamos que nadie nos delatase. Aunque no hay forma de perdonar las tremendas jugadas que nos ha hecho pasar la ya mencionada Hayley, admitir la culpa no nos iba a llevar a ninguna parte. Por otro lado, April se mostraba entusiasmada por la fiesta mientras que Regina se lo tomó con más calma. La morena llevaba uno de los vestidos que habíamos mirado previamente, y que se ceñía a su cuerpo a la perfección. Y yo... bueno, yo tendría una agradable tarde viendo alguna serie.

-¿Seguro que estarás bien? Es un fastidio que no vengas.- añadió April poco antes de desaparecer de la pantalla.

-Sí, pasarlo bien. Y cuidar de Owen.

Cuando mis ojos se cansaron de ver la televisión, me tumbé en mi cama sin hacer nada. Cogí una pelota de beisbol del cajón de la mesilla y la lancé hacia el techo repetidas veces. El sol se estaba fundiendo con el horizonte, y pequeños rayos de luz que se filtraban por la cortina eran lo único que alumbraba mi habitación. Cada vez me pesaban más y más lo parpados, y en cuestión de unos pocos minutos ya se habían cerrado por completo, dejándome dormida.

Mi móvil comenzó a sonar, y me moví con parsimonia para cogerlo aun adormecida. Era casi la hora de cenar y mi padre no había llegado a casa, por lo que supuse que sería él para comunicarme que vendría tarde. Pero no, no era mi padre. Pensé en una segunda opción, Regina.

-¿Qué pasa?- contesté a la llamada con una voz ronca mientras me frotaba un ojo con la mano. Cabe la posibilidad de que algo fuera mal, y el simple hecho de pensarlo causó que mis pulsaciones aumentaran de ritmo.

-Tienes que venir a ayudarme, Owen está borracho y ni si quiera se puede sostenerse en pie.- gritaba Regina al otro lado para que su voz se distinguiera de la música. Presiento que la rubia tenía razón cuando dijo que su amigo perseguía al tequila como polillas a la luz.

-Vaya... ¿Es grave?, ¿Y April?- me levanté de golpe mareándome en el intento, y me apresuré al armario con intención de ponerme presentable para este posible percance.

-N-no la encuentro... dios D, necesito tu ayuda, está en la mismísima mierda. Juro que a potado en sus zapatillas, y eran sus favoritas.- se quebró y comenzó a tartamudear según avanzaba. Nunca la Me estaba asustando. Me temía lo peor.

-Voy para allá.

Metí unos pantalones en mis piernas como pude, y a toda prisa, me arreglé todo lo que me fue posible. Le escribí una nota a mi padre diciéndole que había tenido una emergencia, por lo que me había ido de casa. Cogí una chaqueta de cuero y salí por la puerta del adosado dando grandes zancadas.

La casa de Ian no estaba muy lejos de la mía, y el estruendo perceptible a tres calles de distancia era prueba de ello. Al llegar el panorama era devastador: gente tirada por el jardín con vasos de plástico vacíos en la mano, papel higiénico envolviendo toda la fachada, gritos que se mezclaban con la melodía que hacían vibrar los cimientos del hogar... A mis pies les costó esquivar las botellas de alcohol desparramadas por la hierba, pero finalmente llegué a la puerta, la cual estaba abierta. El ambiente de dentro no era mucho mejor. Si el propietario de la casa se cuestionase como limpiar aquello, le podría dar un infarto allí mismo. Aparté algún cuerpo robusto abriéndome paso por el interior de la vivienda. Pese a haber preguntado varias veces sobre el paradero de Owen, todos me ignoraron mientras movían sus inertes cuerpos de un lado a otro. Cuando por fin lo divisé junto a Regina, no parecía estas en mala situación, tal y como su amiga me lo había planteado momentos atrás.

Adicción ||Luke HemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora