4. Sakuraya

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En algún lugar de Ikebukuro

15 de enero, tres años antes

Tantos días habían transcurrido desde el momento en que fueron asignados a permanecer en aquel amplio cuarto blanco, que Sakuraya, así como el resto de los recién nombrados Alternos, ya no tenía los ojos rojos e irritados (ya no más). Tras sentarse y arreglándose el kimono rosado, el cual él mismo había elegido de un amplio armario lleno de ropa muy diversa, el Alterno de Izaya continuó desperezándose.

En vista de que Shitsuo estaría sometido a los interrogatorios de rutina, Sakuraya se decidió a pasar el rato observando y conversando con el resto de sus compañeros. Sentado en la cama, Sakuraya observó primero a Tsugaru. Éste, sentado en el suelo y leyendo un libro, también intentaba prestar atención al incesante parloteo de Psyche, quien no tardó en abrazarse a su compañero.

–¡Psyche se muere de aburrimiento, Tsugaru-chan! –se quejó el propio Psyche.

A su lado, Delic e Hibiya estaban discutiendo por tantas cosas a un mismo tiempo que apenas eran capaces de hilar sus ideas de forma coherente. Para ese momento, Delic estaba por completo rojo e Hibiya continuaba puesto de puntas para intentar quedar a su altura (más o menos). Sakuraya se preguntó si debería intervenir...

Se decidió por no hacerlo.

Como la mayoría de veces, Tsukishima estaba frente a un escritorio, jugando con una larga bufanda blanca y metido en sus divagaciones. Por su parte, Hachimenroppi estaba lo más alejado posible del resto de los Alternos. Cruzado de brazos, permanecía de pie en una de las esquinas del cuarto. Tan seria era la expresión que mantenía, que Sakuraya no pudo pasarla por alto.

–Eh, Roppi-kun, ¿cómo estás? –preguntó Sakuraya, recargándose en la pared.

Apenas le hubo dado un vistazo, Roppi volvió a fijar su vista en algún punto frente a él. A su parecer, mucho más interesante que cualquier otra cosa que estuviera en aquel cuarto. Aun así, Sakuraya no se inmutó.

–Si alguna vez salimos de aquí, ¿qué harás? –preguntó con voz dulce y animada.

–...

–Yo sería feliz con solo quedarme tendido en algún sitio tranquilo. Rodeado de flores, muchas flores. ¿No te gustan los diversos colores que pueden tener? ¿Qué opinas de las flores, Roppi-kun?

–Supongo que están bien –dijo Roppi, no muy convencido.

–Sí, están muy bien –dijo Sakuraya sonriéndole–. No tardaremos en irnos de este lugar. Estoy bastante convencido de ello. Creo que viéndolos, estoy muy seguro de con quien se iría cada uno de nosotros. Después de todo, nadie quiere estar solo. Ni siquiera Roppi-kun quiere estar solo, ¿cierto?

Aunque quería hacerlo, Roppi no se molestó en contradecirle.

–Hazme un favor.

–¿Eh?

–Si debemos marcharnos, ¿podrías acompañar a Tsuki-kun? –pidió el Alterno, con los ojos rosas brillándole, mientras tomaba las manos de Roppi–. Te sentirás feliz, ¡es una promesa!

Roppi no supo que contestar. Se limitó a inclinar la cabeza a modo de asentimiento.

–¡Gracias, Roppi-kun! –el Alterno ensanchó aún más su sonrisa.

–¡Hey! ¡Sakuraya-chan! –llamó Psyche–. Ven. Tengo algo que mostrarte.

Después de sonreírle a Roppi una vez más, Sakuraya fue con Psyche. Luego, sin pensárselo mucho y pese a todo el odio que le profesaba a cada ser vivo, dado que le hacían sufrir con el dolor que el Alterno pensaba que sentían, Roppi se volvió a Tsukishima.

Los Alternos de IkebukuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora