Un mes, casi dos. Casi que puedo contar las horas en que lo vi, porque fueron muy pocas, fue muy poco. Dos años, casi tres, pasaron después pero no es suficiente. Todavía tengo ese pequeño parásito del enamoramiento.
Está enquistado, alojado en mi corazón, cada vez presentando menos síntomas, pero aún latente. Como la certeza de la muerte, imposible de desintegrar, pero no siempre como una herida abierta y sangrante.
He logrado enamorarme de una idea que he ido enalteciendo en la ausencia, a causa de la ausencia. Un poeta, cantante, guitarrista y actor, que estaba estudiando psicología la última vez que me enteré yo. Cree en duendes y en magia. Toqué la barba sobre su rostro casi infantil en alguna ocasión. Y su rostro debe haber cambiado, ya no es tan niño. Me gustó ver una foto suya con el cabello más largo. Guardé un puñado de papeles con su rostro mal dibujado por mí.
Viernes 13, la desventura de recordar su nombre y sus palabras. Tenía 14 años, él 18. Entré al curso de música, entre muchos que allí estaban, él me ayudó a afinar mi guitarra.
-¡Dios! ¿Qué le hiciste?-me preguntó con una mezcla de fingido espanto y broma apenas rasgó con suavidad las cuerdas.
-Tener un hermano de 4 años al que las clavijas le parecen bonitas-le respondí, como si intentara disculparme por ser tan inexperta.
Sonrió. Entonó las primeras notas de Sweet Child O' Mine.
Hablamos de cualquier cosa. Jugando a ser brujo casi se ahoga intentando conocer mi energía con su mano sobre mi frente. Lo vi en el concierto de final de vacaciones. Hablamos un poco más, lo abracé para despedirme.
Seguí en el curso de guitarra, pero no por mucho. Él se había ido, estaba más ocupado que de costumbre. Seguí sin hacer nada en el colegio, me aburrí, no hice las tareas y mi papá me sacó de ahí a modo de castigo. Han sido dos años de tal-vez-lo-vea-algún-día.
"Hola, gatito" fue el mensaje con Boo de Monsters Inc. Seguimos escribiendo. Lo llamé, le escribí, le mostré mis poemas y dibujos. Pero tal vez fui una ilusa niña idiota que insistía demasiado.
Con el remolino de problemas que me gané en cierto punto se fueron mis oportunidades de escribirle...
Viernes 13, lo recordé. Entré el revoltijo de internet vi un poemario de su colegio. Creo que era el único con dos poemas en el librito. A su padre, 3 años muerto, y a su abuelita, no se cuánto tiempo. Con esas palabras el parásito se sacudió. Intentaré calmarlo para que duerma un poco más, aunque su veneno ya se esparció en mi pecho. Puedo aguantar, no mucho, o quizá más.
Hasta que de la casualidad de verlo de nuevo. De ir a comer helado de chocolate yo, ron pasas para él, y hablar y enseñarle mis poemas, lo que he escrito para la idea enaltecida de él que tengo en la cabeza.
Pero no sabe a helado su recuerdo. Tal vez sepa a un vacío abstracto el mío para él, en el mejor de los casos me recuerde si me ve. Pero no soy tan optimista. Es mejor recordar que él no recuerda y que yo no estoy. Puedo olvidar lo suficiente para que no despierte tan seguido el parásito, puedo aguantar un par de sacudidas, algo de su veneno y las palabras amargas de mi conciencia, pero no puedo olvidar. No quiero olvidar porque no podría llenar mi corazón con verdad, para que así mueran los parásitos. Es mejor dejarlos descansar.
....................
Ya tengo 17, con 3/4. Ahora estamos más cerca de los 4 años sin verlo. Vi a su ex cantando en un restaurante. Vi por Facebook que tiene una nueva novia. Tal vez ya dejé la esperanza. Ahora, si lo viese, lo saludaría, pero no me enamoraría de nuevo. Ahora, si me viese, quisiera creer que él sí.
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Retazos
Non-FictionPequeñas anécdotas sobre ilusiones y deseo. Son esas cosas que el tiempo hace que dejen de ser vergonzosas.