SORA
(Sora).
La familia de Nicolas vivía en un departamento pequeño, pero estaba ubicado en un buen barrio y, aunque la construcción parecía antigua, habían sido recientemente remodelada; todos los edificios estaban pintados de blanco y decorados con una especie de tulipanes dobles, en color azul intenso.
Antes de llamar a la puerta, Annie pensó en que aquel escenario quería atraer a su mente un recuerdo, pero el déjà vu nunca llegó y, cuando la madre del muchacho abrió la puerta, se encontró con una mujer rubia, de estatura media, delgada y glamurosa; se parecía en algo a Hanna. Anneliese no lograba decidir en qué, pero se parecían. Sería, tal vez, en que ambas eran jóvenes y hermosas —aunque el look de Hanna era oscuro y esa mujer no podía ser más dulce—. Ella saludó a las chicas con amabilidad y les pidió que la llamaran por su nombre. Se llamaba Sophie; tenía los ojos verdes, como Nicolas... y miraba con insistencia a Annie.
Sólo Jessica se dio cuenta de que la mujer había tenido una reacción similar a la del muchacho, la primera vez que se encontró con la rubia.
Parecía... aturdida.
—Nicoó —lo llamó su madre, desde la única sala y recibidor que tenían, alzando la voz (mirando a Anneliese fijamente a la cara)—, vos amis sont ici —tus amigas están aquí, le había avisado.
Las primas esperaban de pie, se habían negado a tomar asiento; enviaban, de manera inconsciente, el mensaje de que no se quedarían mucho tiempo. Uriele Petrelli las había llevado; ellas le dijeron que tenían tarea de quipo y no que buscarían a un muchacho.
—Je vais —gritó él, pero inmediatamente salió de su recámara—. Perdón. No encontraba mi bolso. ¿Cómo me veo, maman? —llevaba unos vaqueros rasgados, tenis blancos y una playera gris, lisa.
La mujer se rió.
—Perdónenlo. Mi hijo no está acostumbrado a que su cita lo busque —lo justificó la mujer; tenía un acento aún más notorio que el de su hijo—. Aunque no creo que sea una cita, como él presumió, ya que son dos chicas.
—Es una cita doble —le explicó él.
La mujer puso sus ojos en blanco, sonriendo, y meneó la cabeza, pero no preguntó nada.
—Por cierto, maman, Anneliese es francesa —señaló a la rubia con un movimiento de cabeza.
—¡Oh! ¿Eso es cierto? —la mujer pareció... interesarse—. ¡No tienes nada de acento!
—N-No —tartamudeó Annie—. Soy italiana, pero hablo un poco de francés —durante sus desayunos, Jessica le había contado a Nicolas que Annie había estudiado francés desde los ocho años.
—¡Lo habla perfecto! —difirió Nicolas; él regularmente le hablaba en francés e insistía hasta que ella le respondía en el mismo idioma—. Pasaría fácilmente por francesa.
Annie se sintió cohibida. Siempre se había enorgullecido de su francés, pero en ese momento se sintió insegura frente a verdaderos franceses.
—Y Jessica hace unos dibujos impresionantes —siguió el muchacho—. ¡Tienes que verlos!
—¿En serio? —preguntó la mujer a la muchacha.
—¿Por qué pones en duda todo lo que te digo? —se quejó él, pero sonreía—. Mi madre es gran fan de los ilustradores. El estante de su habitación está repleto de artbooks.
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Ambrosía ©
General FictionEn el libro de Anneliese, decía que la palabra «Ambrosía» podía referirse a tres cosas: 1.- Un postre dulce. 2.- Un aroma delicioso. 3.- El alimento de los dioses griegos; el fruto de miel...