Capitulo 7 - "El Rescate en Anvard"

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Jack volvió a subir a las alturas para incendiar cuanto le fuera posible a modo de distracción para dejar que Emily y Edmund pasaran sin contratiempos entre las puertas derribadas.

Y fue de mucha ayuda porque dentro el Rey y la joven doncella se encontraron con varios soldados preparados para hacerles frente, y se inicio entonces la batalla en el atrio del castillo donde la estructura de una fuente seca reposaba.

A diestra y siniestra Edmund derribaba a varios soldados enemigos y busco frenéticamente cuando le era posible mirar hacia otro lugar que no fuera el pecho de un adversario, la puerta que según Emily le había dicho le conduciría a los calabozos donde seguro estarían sus hermanas.

Por su parte Emily también tenía que abrirse paso hasta alcanzar la torre principal donde yacía el Rey Lune para rescatarlo. Sobre de ella al principio recayó el remordimiento de conciencia porque al fin y al cabo sus ahora enemigos eran de su sangre y nación, pero conforme la hoja de su espada asestaba golpes se dio cuenta que los hombres caídos no eran hombres blancos, sino morenos y con barbas pobladas, se dijo entonces para sí que debían ser calormenos disfrazados de soldados archenlandeses, y eso la puso mucho mas furiosa.

Edmund deslumbro a lo lejos las verjas que debían llevarlo a los calabozos y a un costado de ellas las llaves colgadas sobre un gancho incrustado en la pared, el soldado ausente que estaba al cuidado de dicha puerta debía haberse unido a la batalla; el niño tenía que entrar, se volvió a su espalda y vio que Sinuhé le seguía, entonces le hizo señas para que le cubriera, Edmund bajo de su caballo llevando su espada consigo, tomo las llaves y desesperadamente abrió la verja que crujió al abrirse.

De frente había unos escalones que descendían en espiral entre la penumbra, porque no había luz que iluminará el pasaje, y como Edmund no tenía tiempo de tener miedo ni de buscar fuego, comenzó a bajar escalón por escalón únicamente guiado por el tacto de sus pies y el contacto que mantuvo siempre con la pared que se curvaba cuando mas bajaba, tras él Sinuhé también lo acompaño al descenso. Nunca supo cuantos escalones fueron, pero de pronto pareció ver una luz anaranjada, y dentro de sí sintió una ansiedad espantosa por acercarse cuanto antes hacia la luz.

Llegaron a una calzada larga que quizás debía abarcar el largo del castillo, y a ambos extremos de esta se encontraban las celdas que estaban atestadas a más no poder de prisioneros que se arrejuntaban contra las rejas para ver a los recién llegados. Edmund y Sinuhé se dieron cuenta que los prisioneros eran en su mayoría bestias parlantes o criaturas mágicas, y hombres blancos archelandeses que seguramente se habían sublevado en contra de Grossindell.

-¡Majestad ha venido a salvarnos!- grito un perro moviendo alegremente la cola y que visiblemente estaba pasando hambre.

El rey se acerco para acariciar el hocico del perro, pasando la mirada por entre los barrotes esperando que sus hermanas estuvieran ahí.

-¡Edmund! ¿Por aquí?- dijo una voz que capto la atención de Edmund puesto que la conocía, pertenecía a Tumnus el fauno pero no lograba verlo. De una de las rejas se asomo la cabeza del fauno y con su mano hizo señas para que Edmund pudiera verlo.

-Señor Tumnus ¿está bien? ¿y Lucy? ¿Ha visto a Susan y Lucy?- pregunto Edmund comenzando a abrir primeramente la cerradura de la celda donde estaba el fauno con las llaves que había utilizado afuera, pues como es bien sabido solo se hace un juego de llaves para todo un calabozo, y las criaturas salieron liberadas junto con Tumnus.

-No ellas no están aquí ¿Qué sucedió majestad?- le preguntaba horrorizado Tumnus.

-Algo terrible mi querido amigo- dijo Edmund y siguió abriendo las demás celdas. Pero eran demasiadas y las criaturas que pensaban que podían ser abandonadas, gritaban desesperadas que las liberara a ellas también.

La Doncella y El ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora