Capítulo XIV: Algo peor

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La camioneta se fue alejando lentamente de ahí, yo veía por la ventana, Diamond estaba recargada en el hombro del señor Maximiliano, la señora Lauren tenía una sonrisa muy grande y no dejaba de ver el cheque, Berry no estaba ahí, y no fue hasta que volteé hacía arriba, en la ventana de Almond donde estaba ella con una expresión de disgusto con un cuaderno, donde estaba escrito un mensaje que decía con letras grandes; "Cuidate Hermano". Empece a golpear me contra la puerta de la cajuela, con gran desesperación sin tener algún logro, intentaba gritar, pero no se escuchaban más que murmullos, intentaba tener fe, pero no sentía nada más que traisión. Sin embargo, cuando me quedé quieto, y comencé a pensar, miré mi mano, me qué observando al monte lunar, y recordé lo que le dije a Diamond:

-"...cada vez que veas ésta parte en la palma de tu mano, vas a pensar en mí y que en algún lugar estaré lleno de esperanza, porque te volveré a ver..."- recuerdo mientras salen unas cuantas lagrimas. No sabía que pensar, no sabía si seguir teniendo esperanza de que ella me ayudará a volver u olvidar me de ella e intentar escapar por mi cuenta.

-¿Y si ella tiene un plan? ¿O si realmente nunca le importé?- De repente la camioneta se paró, abrerion las puertas, era un edificio aparentemente abandonado, parecía un viejo Motel de mala muerte, llegaron otras tres camionetas, también bajaron niños, ninguno de nosotros pasaba los 14 años. Me agarron de las esposas y me empujaron hacia el frente, yo sólo caminaba, pero el señor decía que no fuera tan rápido, y si bajaba la velocidad me decía volvía a empujar, una y otra vez.

Al llegar a la puerta de una de las habitaciones habían hecho una seña, con la cuál lo dejaron pasar. En ese cuarto había muchos otros 5 niños (Tenían entre 8 y 16 años), todos tenían esposas y los pies atados, sin embargo; aquí ya no tenían la Gagball, todos estaban sentados en cama. A mí me habían lanzado contra ellos, y el señor se alejo sin decir nada.

Todos los niños estaban golpeados, otros poseían manchas de sangre en su ropa, y para terminar; todos estaban asustados, y también parecía que se apiadaban de mí con su mirada. El sujeto que cuidaba la puerta, al cerrar la de golpe, se acerca a mí, me quita la Gagball y dice:

-Bienvenido a tu nuevo infierno- A lo que yo respondo escupiendo le en la cara, a pesar de todo, él se quita el escupitajo de la cara, se me queda viendo, suelta una carcajada y me da golpe en la mandíbula. Él abre la puerta, hace una seña, se acerca a mí, y dice:

-Eso y más te espera aquí- Sonríe y sale por la puerta, uno de los chicos dice:

-No seas tan osado, todos fuimos así cuando recién llegamos, y creo que esta vez te tuvo piedad, no te confíes tanto- cuando le iba a responder, llega otro sujeto y cierra la puerta y voltea a ver a uno de los mayores, éste se le había quedado mirando unos segundos, y él se levanta, diciendo:

-Cómo te dije, no nos podrán mamtener aquí mucho tiempo- el sujeto va con él y lo golpea en el hombro repetidas veces, pero el niño no gritaba, ni lloraba, solo exhalaba muy profundamente, y dice:

-No me podrás silenciar vivo, y tu peor miedo es que alguno de nosotros muera- El sujeto lo golpeó otra vez, y el niño empezó a sangrar de la nariz.

Durabamos horas y a veces días para poder hablar con palabras, había que esperar a que hicieran algún cambio repentino, sin embargo (al igual que ellos) nosotros usabamos señas, dejando de lado los maltratos físicos, creo que había hecho más amigos, y a todos nos unia un enemigo en común, después de estar con ellos algún tiempo, pude ver que en cada habitación había por lo menos 4 o 6 niños, y ninguno pasaba los 16, y eran vendidos a compradores de confianza, o por medio de varios contactos, y que no podían dejar morir ningún niño, pues éste significaría millones en perdida monetaria, pero era algo difícil vivir ahí, comiamos las 3 horas al día, pero la comida era muy escaza, también eran comidas muy simples, cómo; arroz, atún, sopa instantanea, etc... sin embargo cada que se iba uno eran días de desilución, y llanto. Era más común que se fueran los más chicos (de 12 para bajo) y los que teníamos más edad era complicado que nos fueramos. A pesar del tiempo que estuve con ellos, nunca pude saber sus nombres, pero sabíamos identificarnos, porque era un sonido que haciamos con la lengua, dependiendo de cada quién; eso me recordaba mucho al orfanato, pero más complejo.

Las señas eran complicadas, pero fáciles de reconocer una vez que nos las aprendiamos:

Un pisotón; familia

Un círculo con la cabeza; todos

Girar el torzo; nosotros

Abrir los ojos; ayudar

Mirada baja; leer

Mirada alta; guardias

Acostarse; dormir

Un silbido; recuerdos

Sacar la lengua; amigos

Mover la cabeza muy rápido; correr/escapar

Mordida; hambre/comida

Pasar saliba; agua/sed

Inflar las mejillas; guardar

Cerrar los ojos; ganas de llorar

Levantarse; deporte

Sentarse; descanso

Estirar el cuello; viaje

Arrodillarse; traisión

Toser dos veces; enfermedad

Toser una vez; muerte

Inhalar por la nariz; cuidar

Levantar las piernas; escuela

Acostarse boca bajo; hogar

Y con ese lenguaje nos fuímos conociendo poco a poco, ellos me contaban que tenían algún familiar enfermo, o los viajes que hacían con su familia, incluso que hacían algún deporte con sus amigos. Ellos tenían grandes historias, incluso de cómo habían llegado ahí, a pesar de que odiaba a mi familia adoptiva, sin ellos nunca hubiera conocido a estos amigos, algo que les agradecía. Pero los abusos físicos, seguían, una vez golpearon a uno de los chicos, lo dejaron ciego de un ojo, no supimos que le hicieron al guardia, pero no lo volvimos a ver, todos estabamos en condiciones deficientes, era común que nos enfermaramos de la gripa, o tuvieramos alguna infección, en esos casos les dejabamos la cama para que durmieran hasta que mejorara.

A pesar de los malos ratos, siempre encontrabamos alguna forma de sacar le una sonrísa a la situación.

El Par, De TresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora