RabAzkaban.

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-Si bien últimamente había estado siendo perseguido por el ministerio al igual que Bartemius Crouch junior, mi cuñada Bellatrix y su esposo Rodolphus Lestrange, ésta vez nuestro nivel de búsqueda se había incrementaron al menos al doble. Como era de suponerse, la vieja Longbottom había soltado la sopa, de no haber escapado, también estaría en el hospital de san mungo junto a su hijo y nuera. Por nuestro descuido, Frank y Alice habían acabado vivos, tal pareciese que habían ido a su ayuda en cuanto nosotros dejamos de pisar las inmundas propiedades de la vieja casa la cuál ardia en llamas en ese entonces. Los que habíamos participado de la tortura, no haciamos más que mirarnos a las caras, muriendo por dentro del arrepentimiento de no haber acabado con ellos directamente, incluyendo a la anciana y al pequeño niño.
Habían pasado unos pares de días, quizás casi un mes desde lo ocurrido. Neutralizar a los aurores, que era la misión principal, fue cumplida, pues éstos no se recuperarían tan fácilmente tras haber recibido la peor tortura durante horas. Sacar información relevante de ellos, que también era parte del trabajo, había resultado un éxito. Después de investigaciones muy a fondo se había logrado dar con un claro registro del ministerio con los mortifagos a quienes seguían pisadas, fechas claras y lugares precisos que debíamos comenzar a evitar. Se puede decir que salvamos el pellejo de varios mortifagos, evitando que fuesen a azkaban, ¿pero y de nosotros qué? Ahora teníamos al ministerio más encima que antes, ahora eramos las portadas de diferentes diarios, ahora nuestras caras estaban regadas por todo el mundo mágico con nuestros nombres inscritos en ellas junto a las palabras de "Se busca". Sin duda nos perseguirían hasta encontrarnos y estar en movidas mortifagas esperando el retorno del señor tenebroso no era muy conveniente, sin embargo debimos estar presentes pese a las consecuencias.

Nuestro gran grupo de magos y brujas se veían cada vez más amenazados por aurores y no era posible permitirnos desaparecer. Nuestro error mas grande comenzó aquella mañana en la que decidimos salir en busca de criaturas aliadas. Partimos los mismos cuatro que participamos en la tortura de los longbottom a una zona cercana a bielorrusia dónde habitaban los últimos gigantes. Estábamos a nada de convencerlos de participar junto a nosotros en la próxima guerra, ofreciendoles una mejor vida, pero tal parece que el jefe de los gigantes se negó rotundamente a nuestros tratos, de tal manera que acabamos traicionados y siendo presa de una bandada de aurores. Fue imposible defendernos contra ellos, que fuésemos los cuatro partidarios de la tortura a los longbottom les dio muchísimo más ánimos de capturarnos pero no se la pusimos fácil.

Mi cuerpo herido y mi conciencia apenas activa vio por última vez el enorme pueblo de los gigantes mientras iba siendo escoltado por dos aurores, antes de desmayar. El pueblo ardiente en llamas y todos los estruendosos pasos de los gigantes en búsquedas desesperadas por salvar lo que quedaba de sus viviendas fue una prueba clara de que dimos batalla, pero lastimosamente la perdimos, más que un deshonor, eso representaba el fin de nuestra libertad.

Despojados de nuestras varitas teníamos azkaban asegurado, pues allí estaban las pruebas más contundentes de nuestros actos.

Cuando por fin recuperé la conciencia, me haye tras unos enormes barrotes y atado de pies y manos. Estábamos los cuatro frente a los miembros del Wizengamot, como sí tras las pruebas tan contundentes alguno de los miembros pudiera abogar a nuestro favor. No solo se nos acusó de la tortura, sino de varias muertes,aunque no completamente probadas que eran acuesta nuestra, sirvieron para dejarnos de por vida en azkaban.

Mi estómago se tensó en un ataque de nervios al pensar dónde seria mi nueva residencia. Los dementores era en lo que más pensaba, ya había estado frente a una de esas horribles criaturas y tener que pasar todo el resto de mi vida siendo torturado por esas bestias me hacía sudar frío.-
"Llévenlos al piso siete"
-Fueron las palabras que redoblaron mis temores, en el piso 7 de azkaban alojaban a los magos más repudiados y por alguna razón la tortura de los dementores que se paseaban en sus rondas se concentraban más en las ventanas de éste.

Fuimos llevados unos encadenados a otros hasta la prisión, ya con nuestros vestuarios de rayas y con nuestros números de celda comenzamos a subir uno tras el otro y siendo escoltados por varios aurores. Un primer y desgarrador grito me hizo forcejear las cadenas en un intento fallido de taparme los oídos. Mientras ascendíamos por cada piso de la inmunda y maloliente prisión, el frío y la humedad aumentaba, aumentaba con cada paso y cada escalón que subíamos, mis pulmones sentían como al aire le faltaba oxígeno y mi garganta comenzaba a estar fría, tanto que quemaba.
En el tercer piso otro grito sofocante se hizo presente, sentía que jamás me acostumbraría a ellos, se pensaría que la mayor tortura era llegar al piso siete, pero no era así. Tras cruzar 6 pisos llenos de un aroma nauseabundo, por fin llegamos al piso siete, todos sofocados, sudando frío, con los labios pálidos y sin ganas de continuar. Un extenso corredor se hizo presente ante nuestra vista y como sí supieran que habíamos pisado en el, otro grito, está vez más espeluznante y vivido que otros, me hizo solo elevar mis hombros intentando resistir el terrible sonido. Habian decenas de celdas con placas sobre sus puertas y con números inscritos en ellas de color rojo carmesí. Por algunas puertas asomaban rostros andrajosos, llenos de cabellos que no habian sido peinados desde hacía muchísimo, ojos llenos de lagañas y que no mostraban brillo alguno. Nos fueron incorporando a cada uno en nuestras celdas. Fui el tercero en ser encerrado luego de Bellatrix y Rodolphus. "Celda 72958" decía la placa junto a mi puerta que parecía estar más torcida que las demás, como sí eso tuviera importancia.
Intentaba pensar en cualquier cosa, el lugar olía peor por dentro que por fuera, excremento acumulado por todo su alrededor me causaban arcadas.

Comencé a rodear el repugnante cubículo dónde permanecería muchísimo tiempo, habían pasado unos dos minutos en el y ya no sabía que hacer, estaba perdiendo la cordura, incluso ya sentía que mi aspecto era miserable pasado una escasa hora. Mientras más pasaban las horas los gritos aumentaban, nunca cesaban. Gritos muy cercanos, que junto al frío estremecían mis huesos y gritos muy lejanos que provocaban el mismo efecto, voces gruesas y finas, gritos ahogados y gritos como retenidos desde siglos.

Una aura de silencio rodeo toda la cárcel de momento, ahora ningún grito estaba presente, por un momento dude de haberme quedado sordo, pero ese silencio no era aliviando sino todo lo contrario. El ambiente comenzó a ser denso y de un frío insoportable. Me pegue fuerte contra la pared contraria a una pequeña ventana intentando evitar las ráfagas de viento y pasados unos minutos los gritos volvieron, volvieron intensificándose quizás al triple. Pero éstos venían consecutivamente desde los pisos de arriba, parecía una sinfonía macabra, en ese momento deseaba con todo mi corazón no oir, la tortura no cesaba y los gritos se hacían más intensos. Yo aún, aferrado a la pared contraria a la ventana y tapándome los oídos con las manos para aliviar el sonido, presencie lo que ocasionaba los muchos gritos.

Capas negras y ondeantes de la nada comenzaron a aparcer, se movían tranquilamente por el lugar. Un grito más en la celda de la esquina en nuestro piso alarmó a los dementores, éstos dejaron de pasearse y comenzaron a aglomerarse en los ventanales del piso siete. Al menos dos, algunas veces muchos más dementores se asomaban por cada ventana provocando gritos, alaridos y palabras de dolor.
Junto a mi ventana se posó una de éstas horribles criaturas, con su boca abierta. Cerré los ojos, apretando mis párpados con fuerza pero ésto no servía de nada. El dementor comenzó a exprimir de mi alma cada gota de felicidad. Yo cambiaba de posición y me retorcía en el suelo mientras todos mis pensamientos de felicidad se iban evaporando en el gélido clima, recuerdos tristes y de odio comenzaban a llegar mientras que la respiración me faltaba. Comencé a dar patadas a la puerta mientras seguía revolviéndome en el suelo, mi odio comenzaba a crecer mientras que el dementor se alimentaba de mis recuerdos felices. Sabía que no me rogaría el alma, eso lo tenia claro, pero el dementor seguía allí, con su aura maligna, arrancándome cada recuerdo feliz. Pasaron minutos que parecieron horas y las criaturas descendieron de piso, dejando tras su paso a los habitantes de la cárcel temblando desde los tuétanos. Yo quede tendido en el frío suelo, llenando mis pulmones de aire lo más que podía. Pensaba que lo peor había pasado, pero no, una noche llena de insomio me esperaba. Cada vez que lograba conciliar el sueño, acababa sentado o de rodillas, tomándome por el pecho y con el corazón a punto de salir por mi boca debido a las pesadillas.
A los días entendí que los dementores hacían esa ronda antes del anochecer precisamente con ese fin, atormentar a todos los habitantes de cada celda para hacer sus vidas miserables, así como ellos habían hecho a muchos cuando estaban libres.-

"Directo a Azkaban" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora