La Sangre (Korrasami)

Luna Roja

Durante mucho tiempo han existido leyendas y mitos relacionados con hombres que tomaban formas de animales, entre ellas, las de un lobo. Historias que se propagaban de formas distintas hasta la actualidad; libros, historietas, películas, series, novelas... prácticamente de todo. Claro que solo se le consideraba un mito. Historias sin sentido creadas por hombres que solo querían popularidad en aquellos tiempo, divinos y oro, eso se pensaba.

-Siempre debo cuidarme de la Luna Roja, no vaya ser que haga una estupidez. –

-Vamos Korra, te entiendo pero ¿No quieres pasar más tiempo con tus amigos? Ni siquiera sé a qué te refieres con la "Luna Roja" ¿Los de tu "tipo" hacen algún tipo de fiesta o algo por el estilo?-

-La Luna Roja se da cada año. Es algo delicado para los de mi "tipo" – Imitó con sus manos haciendo comillas como su amigo. – Es cuando queremos buscar pareja. Los lobos tenemos el sentido de... hacer una cosa para conseguirla. Y será nuestra consorte durante toda la vida y créeme que es mucha, tengo doscientos años ignorando ese astro- La morena bufó cruzándose de brazos. – Mañana lo haré, Bolin. Solo que este día es el único en que debo permanecer en casa temprano hasta el amanecer –

Siguió mirando a través del cristal de la ventanilla del bus. Eran los únicos que quedaban para bajar ya que vivían en la zona baja, además de pobre de la llamada Ciudad Republica. Bolin era su único amigo, además de Mako pero casi no pasaba el tiempo con ambos a causa de su trabajo en los talleres de Industrias Futuro. Necesitaba ganar dinero para los estudios de su hermano menor. Los años que tenia Korra eran más doscientos años ¿Cómo había llegado a ser así? Un monstruo como antes le tachaba, una asesina. No era nada de eso. Jamás lo fue.

Ocurrió un día tranquilo, prospero sin ningún indicio de lluvia o nube el cielo, estaba despejado. Había salido a cortar leña como era de costumbre cada mañana. Vivía junto a sus padres en una pequeña cabaña al norte de un pueblo, en medio del bosque. Su padre, Tonraq, decía que era una ventaja para la cacería y los leños cortados para las nevadas que se formaban a finales de los últimos meses del año. Su madre no había estado de acuerdo con ello nunca ¿Pero qué hacerle? Su padre era testarudo como un oso. Pasado una hora escuchó un terrible grito a sus espaldas proveniente de la casa. Como pudo comenzó a correr en la dirección en la que se encontraba, había sido el grito desgarrador de su madre.

- ¿Mamá? – Miró a todas partes, el corral estaba destrozado y el techo estaba en iguales condiciones. Su madre debió estar alimentando a los animales pero en vez de eso encontró un rastro de sangre que daba hacia un montón de paja. Acercándose lentamente descubrió el cuerpo de Senna, su madre, mutilado y sin vida. Recordaba como las lagrimas salían por si solas mientras un nudo se formaba en su garganta por tal atroz cometido ¿Quién haría tal cosa a solo una familia humilde? Cayó de rodillas frente al cuerpo, sus ojos entreabiertos le hacían querer acercarse y cerrarlos con su mano. Pero ni eso pudo hacer cuando sintió que algo o alguien se le abalanzaba encima... una criatura con grandes ojos azules, pelaje tan negro como la noche y sus colmillos, sus grandes colmillos que se encajaban con fuerza en su brazo izquierdo. De ahí, solo pudo recordar despertar desorientada en una camilla. Fue cuando conoció a Tenzin, un monje sabio que le explico lo que había sucedido, absolutamente todo. Se había hecho cargo de ella por unos años, ya sabiendo valerse por sí misma abandonó a Tenzin y a su familia haciéndose de una manera independiente.

No esperaba que después de lo sucedido la familia del monje que la crio y guió se mudara a Ciudad Republica. Una gran coincidencia, aunque últimamente no los visitaba desde hacía meses. Solo no quería traer nuevamente esos tristes recuerdos. – Bueno Korra, llegamos. – Bolin la saco de sus pensamientos, observando como el chico se paraba del asiento al sentir que el camión daba un pequeño freno.