Capítulo 25: Mercenarios

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Media plaza central se encontraba llena de soldados aquella tarde. Decenas de curiosos se reunieron en torno a ellos para saber qué estaba pasando. Todos se preguntaban por qué había un puñado de soldados en la plaza reunidos y a dónde se dirigirían, pues se notaba que estábamos preparándonos para partir. Algunos temían que fuésemos a la guerra, aunque los más avispados se daban cuenta de que éramos un grupo demasiado pequeño como para dirigirnos a Torval.

Echando un vistazo a los soldados que habían me di cuenta de que algunos habían venido de fuera, cosa que me extrañaba teniendo en cuenta la cantidad de soldados que residían en Arstacia. También me percaté de que los hombres de mi escuadrilla no eran soldado. Ni siquiera vestían las mismas armaduras que la infantería antrana. Cada uno tenía una armadura diferente, cada uno portaba su propia armadura personal. Tenían un comportamiento muy seguro de sí mismos, y, a pesar de que hablaban en voz baja, su forma de hablar de cómo iban a arrasar la aldea y de cumplir su trabajo me hacía pensar que se trataban de mercenarios. Fue, quizá, el hecho de que se refirieran a ello como un trabajo y no como una misión lo que me hacía sospechar que lo fuesen. Aquellos hombres, ávidos de sangre, parecían tener mucha más experiencia que cualquier otro soldado de Antran. Algo normal si resultaba ser cierta mi teoría. Sus facciones marcadas mostraban crueldad en sus rostros, y sus risas al conversar entre ellos les hacía parecer seguros del éxito en la misión.

Observaba en silencio cómo hablaban y reían entre ellos, preguntándome si obedecerían mis órdenes una vez llegásemos a Argard. Al fin y al cabo, yo solo era un chaval de dieciséis años sin ninguna experiencia como capitán y con la única suerte de haber llamado la atención de mis superiores para acabar donde estaba. Pensaba que, aun con un título de caballero, ellos jamás me respetarían por mi falta de experiencia.

Era mientras estaba sumido en aquellos pensamientos cuando Aldven se acercó a mí. Yo ni siquiera me percaté de su presencia hasta que me habló.

-Celadias, quisiera preguntarte una cosa. ¿Tus soldados son mercenarios también?

Su pregunta me hizo creer más firmemente en mi teoría.

-No estoy seguro del todo, pero se comportan como si lo fueran-respondí con sinceridad, mirando de reojo a aquellos soldados-. Desde que los vi me han dado la impresión de que lo son. Ni siquiera parecen ser de Arstacia-y, a decir verdad, cada vez que los observaba podía ver con más claridad que alguno incluso parecía venir de tierras lejanas, más allá de las fronteras antranas.

-¿Qué es lo que está pasando?-preguntó desconcertado al darse cuenta de que yo había reparado en lo mismo que él-. Se supone que íbamos a estar al mando de soldados antranos, no de mercenarios extranjeros.

-¿Los demás saben algo?

-He preguntado a Garlet y a Sig, y sus hombres también parecen mercenarios. A Garlet también le ha llamado la atención, y cree que hay algo raro en todo esto. Pero a Sig le da igual.

-¿Qué te han dicho?-pregunté intentando sacar algo en claro.

-Garlet no me ha dicho nada, pero parece sospechar que hay algo extraño. Sig dice que es más importante la vida de un soldado antrano que la de un mercenario y que por eso es mejor que combatan ellos.

-¿Y para qué nos mandan entonces a nosotros con ellos? No tiene sentido.

-Según Sig, para que controlemos lo que hacen. De todas formas quiero preguntarle al capitán acerca de esto.

Ahora que sabía que yo no era el único al mando de un escuadrón de mercenarios sentía que algo extraño estaba ocurriendo. Me pareció buena idea ir a preguntar a Barferin e intentar discernir por qué nuestros soldados habían sido contratados. Acompañado por Aldven, me acerqué hasta Barferin, quien hablaba acaloradamente con Hatik. Parecían estar discutiendo, pero, cuando llegamos, ya estaban terminando y solo pudimos oír a Hatik decir:

El precio de la libertad: Sueños de grandezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora