Capítulo tres.

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Aliyah POV:

La puerta se cierra y yo camino decidida hacia la ventana del porche; ignorando por un momento lo último que ha dicho. Retiro un poco la cortina para disimular entre ella, y le veo andar erguido y con chulería. Maldice algo cuando uno de sus pies tropieza con el escalón de la verja y me río. Ojalá se cayese de boca el engreído. Desde luego no iba a ser yo quien le recogiese, y me encantaría ver como empercude de polvo esa americana a la que parece querer más que a su vida. Una vez fuera de nuestra propiedad, cruza la calle y entra en un ostentoso coche color perla, del que no alcanzo a ver la marca, para marcharse con un acelerón agresivo. Ya puedo volver a mis apuntes tranquila.

Traspapeleo todas las hojas hasta coger la que él mismo ha leído minutos antes. Si estos apuntes están tan mal como dice tendré que repasar los demás. No son míos, Bella me los ha prestado, y esa chica es de lo más despistada. Deslizo la vista por ellos con paciencia y estudio con atención los niveles de pH y pCO, no me gusta un pelo darme cuenta de que ese jodido estúpido tiene razón. La paciente de mi caso tiene una acidosis metabólica y yo acabo de quedar como una pringada de la leche. Además de como una zarrapastrosa, éste chándal lleno de pelusas por culpa de Cash, nuestro gato, ha debido dejarme a la altura del betún delante de sus ojos. Igualmente me importa un pepino, él y sus hermanos están fuera de mi círculo.

Hasta que Kate llega, sigo estudiando y revisando errores en mis papeles. No tengo ni idea de como ese tío sabrá de acidosis, pero no debería haberme hecho sentir insegura. Probablemente haya utilizado su fanfarronería para joderme, no puede ser brillante y sucio a la misma vez. 

Levanto los ojos del folio cuando veo unos preciosos Louboutin negros caminar por el salón, lo hacen resonando con energía, pero su dueña no habla. Sabe que estoy estudiando y lo respeta. Ajusto el moño con el lápiz de nuevo para adecentarme y me levanto, sé que no ha dicho nada, pero se muere por hacerlo. Sobre todo para reprocharme que me quite el horroroso chándal de una vez. Avanzo por el salón arrastrando mis zapatillas de peluche y la espero junto a la puerta del pasillo. Cuando nos encontramos me mira con asco. Es el chándal.

—Ha venido alguien a verte —digo poniendo los ojos en blanco ignorando su gesto.

—¿Quién? —pregunta sin dejar de hacer sonar los zapatos por el salón.

—Nathan Jackson.

—¡Joder! —bufa y se detiene— ¡Las barbies!

—Te ha esperado veinte minutos. Para mi desgracia, en ese sofá —señalo con fastidio hacia el sillón de piel beige. Menudo ratito que me ha dado aquel pesado.

—¿Y le has recibido así?

Me miro el atuendo y aunque sin saber por qué me avergüenzo al instante, no se lo muestro.

—¿Si? —pregunto como si no me importase.

—Querida —ríe de medio lado y se deja caer sobre uno de nuestros pufs—, con lo remilgado que es su cerebro habrá echado humo.

—Me importa una mierda. Es un insufrible y tu podrías estar en casa para estas cosas. No quiero tener que volver a soportarle.

Doy la vuelta y me encamino por el infinito pasillo, intuyendo la risa de Kate en mi nuca. Antes de darme la vuelta para mirarla de nuevo, aunque ya no la veo, grito.

—¡Ha dicho que le llames! —y esperando que me haya oído, entro en mi habitación.

Diez minutos de ducha son más de los que podía permitirme hoy, pero decido darme el lujo. Tengo un examen en una hora y tardo media en llegar a la universidad, así que salgo a toda prisa y comienzo a vestirme. Me esfuerzo más que ningún día para compensar las pintas espantosas de primera hora que, a diferencia de otros días, hoy me atormentan. Mi camisa de rayas azul cielo queda maravillosa con unos pantalones blancos ajustados, y cuando me calzo unas sandalias de plataforma blancas, río ante el espejo con chulería. ¿Dónde queda el chándal ahora? Maquillo mi rostro en colores neutro y aplico un gloss chanel en los labios. Me entretiene pasar la lengua por él a la vez que me concentro en el aula magna dónde realizaré el examen. Después de organizar todos los papeles en mi carpeta, la agarro y salgo.

Quédate o dispara (DISPARA #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora