Era recurrente... Desde hace una semana, todas las noches soñaba lo mismo. Estaba nadando en el oceano, o en la piscina del Samezuka y siempre terminaba abrazando a un tritón con la cara de Haruka Nanase. Si, era sin duda Nanase, aquel chico menudo con aspecto indiferente que solía ser buen amigo de Rin Matsuoka, mi mejor amigo desde hace muchos años.
¿Cómo podía presentarse en mis sueños, si ni siquiera habíamos cruzado más de 5 frases en todo el tiempo que teníamos de conocernos? Tal vez podía tener una teoría... Me estaba enamorando de él.
Aunque a cualquiera hubiera podido parecerle imposible, a mi no me lo parecía tanto. Nunca me habían gustado las mujeres y lo más esperado habría sido que me enamorara de mi mejor amigo. Pero no, había sido aquel pelinegro de ojos azules el que había llamado mi atención.
La última vez que nos habíamos visto fue en aquella fatídica competencia, donde mi hombro comenzó a doler con mayor frecuencia. El doctor mencionó que ya no podría competir si quería que mi brazo se recuperara algún día no muy lejano. La mirada que me dedicó al notarme nunca se me olvidaría. Era una mezcla de compasión y empatía. Probablemente solo había sido mi imaginación, pero yo sentía que había algo más... Una conexión quizás, o al menos, eso era lo que yo quería creer.
El sueño de esa noche, consistía en una escena del futuro, donde un Sousuke adulto caminaba por un acuario enorme, vestido de policía. Ese era yo. Me contemplaba unos segundos en el vidrio donde me devolvía la mirada un hermoso tritón de cola azul. No decía nada, pero estaba ahí, frente a mi. No tenía idea de que una criatura como aquella existía, pero ahora que lo veía, no me quedaba ninguna duda. Comencé a caminar a lo largo del tubo de cristal con el tritón desplazándose a la par conmigo. Nos comunicábamos de una manera distinta, sin palabras. Con solo mirarnos, entendíamos perfectamente lo que el otro estaba pensando, así lo creía. Sentía que el tritón no era feliz en esa enorme prisión transparente, a pesar de que tenía comida en abundancia y la seguridad que solo brinda el cautiverio, pero necesitaba algo más.
Todas las noches volvía a hacer mi ronda y encontraba al tritón esperándome, extendiendo sus manos para que yo pusiera las mías contra el frío material y por un instante, las contactáramos. En una ocasión no solo pegué mis manos, sino también mis labios. El tritón hizo lo mismo.
Desperté del sueño, sobresaltado, a unos segundos de que sonara el despertador. Ese día vería a Haruka. Aquello retumbaba en mi mente constantemente. Nunca me había sentido nervioso por algo, pero increíblemente, temía volver a verlo.
Me preparé para salir a la calle, bañándome y usando mi aftershave, seleccionando un jean negro y una camisa blanca, mis zapatos negros y mi mochila de piel del mismo color. Me miré al espejo para peinarme y cepillarme los dientes, dando una última ojeada para comprobar que todo estaba en su lugar, o al menos, lo suficientemente presentable para salir.
Es increíble como existiendo tantas posibles decisiones que uno puede tomar, se elige una, a cada momento. Nada sucede por coincidencia, sino que es el resultado de otras acciones que precedieron a las actuales... Conocer a una persona, interesarse por ella, intentar saber si la otra persona siente algo similar o al menos, hay alguna forma de descubrirlo. Todos esos pensamientos flotaban en mi mente mientras caminaba por la acera para llegar a la escuela.
Saludé desde lejos a algunos viejos conocidos agitando la mano. Sinceramente, no tenía la intención de hablar con nadie a menos que fuera absolutamente necesario. En ese momento, mis pensamientos eran el único lugar en donde deseaba estar. Si acaso entretenerme con las clases del día y escuchar música por la tarde.
¿Qué pensamientos puede tener uno en la mente, que le ocasionen inquietud y unas inmensas ganas de salir corriendo? Pues esos pensamientos eran precisamente los que me impedían concentrarme.
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De como los sueños se convierten en realidad.
FanfictionUn par de personas que no tienen mucho en común aparentemente, terminan siendo los más íntimos que se hubiera podido suponer. (SouHaru)