¡mea culpa, fue por culpa mía, mea máxima culpa! No puedo acallar mi remordimiento por ser, en parte responsable de la muerte de mis padres y de mis hijos. El mundo comprende que no tenía por que saberlo, pero en el fondo de mi corazón persiste el sentimiento terrible de que pudiera haberlos salvado, de que acaso me hubiese sido posible.
Corría el año 1944, casi cinco después de que Hitler invadió Polonia. La Gestapo lo gobernaba todo, y Alemania se estaba refocilando con el botín del continente, por que dos tercios de Europa habían quedado bajo las garras del Tercer Reich.
Vivíamos en Cluj, cuidad de 100,000 habitantes, que era la capital de Transilvania. Había permanecido antes a Rumania, pero el Laudo de Viena, de 1940, la había anexado a Hungría, otra de las naciones satélites del Nuevo Orden. Los alemanes eran los amos, y aunque apenas era posible abrigar esperanza ninguna, no sentíamos si no rezábamos por que el día de la justicia no se retrase. Entre tanto, procurábamos apaciguar nuestros temores y seguir realizando nuestros quehaceres diarios, evitando, en lo posible todo contacto con ellos. Sabíamos que estábamos a merced de hombres sin entrañas -y de mujeres también, como mas tarde pudimos comprobar-, pero nadie logro convencernos entonces del grado autentico de crueldad a que eran capaces de llegar.
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Los Hornos De Hittler
Historical FictionEsta historia trata sobre un campo de concentración en Auswich y de protagonista esta Olga Lenyel