A la altura.

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Dolor. Eso fue lo que sintió al caer al frío suelo del mirador de Snowdin. Si hubiera sido como uno de los aburridos Sans se hubiera quejado. Pero el era Sans de Underfell. Amaba ese dolor. Miró hacia arriba, o mas bien, encima de él. Su pobre y agotado novio sudaba magia por su cráneo, jadeando por el esfuerzo realizado; miró a su lado y no fue capaz de disimular una mueca de desagrado ante la presencia del Sans original. El vago que no le gustaba. Una idea pasó más rápido que la luz por su mente, chasqueo la lengua en su boca, y observó que el Sans original también andaba malhumorado.

Y todo por él. Por su amado Papyrus chimenea. ¡Carajo! ¡No! Esa mierda no era posible. Miró al esqueleto mas alto, este estaba con las cuencas cerradas, era agotador teletransportarse o usar atajos tan seguido; mucho peor era tranportar mas monstruos a la vez. ¿En que estaba pensando su amado? Cuando cayó en la nieve Papyrus, el Sans rojo quiso abrazarlo, pero su mano chocó con la del Sans original. Gruñó avergonzado.

Odiaba la idea de compartirlo.

Pero ya no había vuelta atrás, aunque no le gustara ni un poco, tenía que reconocer que su fumador impulsivo era como un imán. Muy potente. Paps descansó su adolorido cuerpo en la nieve, literalmente se sentía como si sus huesos sufrieran mucho calor. El contacto dolía pero aliviaba el infierno de su cuerpo. Cuando recuperó algo de energía, se dio la vuelta y miró el techo del subsuelo, exasperado. No podía huir de allí, la barrera lo impedía ya que su arándano estaba en casa. Aunqie no iba a negar que estaba a gusto con los otros Sans en la nieve, pero de pronto se empezó a sentir demasiado incómodo, ¿Por que estaba ardiendo?

Cuando bajo su vista para verse los pies, retuvo un grito en la punta de su lengua, los Sans estaban abrazándose a su torso y costillas, peleando por cuál de los dos podría abarcar más en sus pequeños brazos, estuvo a punto de protestar y detenerlos cuando algo hizo que se entumeciera por completo. Habían tocado su alma.

-¡Nghh....!-

El Sans masoquista se estremeció al oír su quejido, algo en su interior, o quizás en su alma había hecho "clic" y le gustó. Por otra parte, el Sans original sufrió un ataque de risa que intentó disimular; su querido Papyrus fumador había gemido y para si mismo le pareció un bello sonido que deseaba volver a escuchar una y otra vez. Entonces, lo impensable ocurrió. Ambos Sans cruzaron miradas, ante la preocupada visión de Papyrus, que sudo en frío cuando ambos esqueletos pequeños sonrieron de manera cómplice. Ahora si estaba muy jodido.

-Oh...dos metros, eres tan malvado...llevándonos por este camino tan sinuoso y desolador.-

Papyrus se cubrió con las huesudas manos su cráneo, no iba a permitir que el Sans le viera con el rubor naranja en su rostro, pero al hacerlo, como castigo, recibió una lamida en su espina de cortesía por parte del Sans original. Otro gemido amortiguado por sus dientes resonó entre los tres, haciendo que los Sans se estremecieran de gusto. Les encantaba oirle gemir.

-Amigo, de esta no te vas a librar.-

El Sans azul decidió que era hora de entrenar sus habilidades, la energía que cargaba su ojo no iba a disiparse con tanta facilidad. Gruñó un poco, molesto, por que mientras se encargaba de crear unos pequeños tentáculos en su espalda, el Sans de Underfel le llevaba la delantera lamiendo directamente el alma del más alto.

Eso no se iba a quedar así. Mientras tanto, Papyrus intentaba escaparse de la lujuria que desprendían los esqueletos, mas todo intento fue en vano ya que sus brazos y piernas quedaron atrapados con los tentáculos azules del Sans original. Intentó hablar con ellos, convencerlos que no era buena idea, y se apresuró a decirlo cuando el rojo le dio una mordida muy sensual a su alma.

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