—Hey —musité, tomando a Elliot del hombro. Lo agité, tratando de despertarlo, y cuando abrió sus ojos, por alguna razón me invadió la culpa.
Elliot entornó la mirada y levantando un poco la cabeza, dijo:
—¿Ellie? —parecía estar confundido. Tanto así, que dirigió su mirada al reloj que yacía en la mesita de noche; eran las cuatro de la mañana.
Me quedé pensando toda la madrugada en algo que pudiera compensar lo que le estaba haciendo. Algo que pudiera dejarme dormir en las noches con tranquilidad porque, francamente, por más que intentara hacerlo, se me era imposible.
—Vístete —murmuré y le dejé unos jeans y una camiseta en la cama a lo que yo me dirigía al baño. Tomé un gran respiro contra la puerta de este y coloqué mi rostro entre mis manos, tratando de calmar mis nervios; entonces tosí un poco, y me maldije a mí misma por ello. No. No iba a permitirme estropearlo todo.
Lo que estaba a punto de hacer era arriesgado, pero necesario. Era lo que me había estado repitiendo una y otra vez mientras pensaba en hacerlo.
Escuché pequeños toques en la puerta contra mi espalda, y me estremecí. Cerré los ojos por un segundo y resoplé. Estaba lista.
Me volví y abrí la puerta, dejando ver a un Elliot de ojos cansados y cargados de preocupación.
—Ellie —dijo—. ¿Está todo bien?
Asentí, le dediqué una sonrisa tranquilizadora y le tomé de la mano mientras lo guiaba fuera de la habitación. Ambos estábamos descalzos.
—Me puse a pensar —comencé a decirle mientras bajábamos las escaleras—. Si hoy fuera el último día de nuestras vidas, ¿qué es lo que quisieras hacer que nunca te permitieron hacer? —me volví un segundo a verlo, y estaba sonriendo—. Yo, por ejemplo, quiero ir al lago.
—¿Ahora? —dijo mientras llegábamos a la sala, y por su tono de voz, supe que estaba desconcertado.
—Ahora —asentí, tomando mi abrigo del sofá—. Vamos.5:23 AM
—¿Qué quieres hacer aquí?—dijo Elliot, luego de que estuviéramos un rato mirando el lago.
Había animales dentro de él, y era en lo único que podía pensar: cuánto miedo le tenía a los animales dentro del lago. Sin embargo...
—No está permitido bañarse en el lago a las cinco de la mañana, ¿o sí?
Escuché a Elliot soltar una carcajada, y cuando me volví a verlo, estaba negando con la cabeza, totalmente nervioso.
—Ellie, no está permitido hacerlo nunca; además, el agua está helada. Si entras, te vas a resfriar.
Y mis pulmones se van a joder.
—No importa.
—Pues a mí me importa.
Apreté los labios y lo siguiente que hice fue despojarme del abrigo. Estaba cansada. También me deshice rápidamente de la camiseta y los jeans flojos que llevaba puestos y los tiré en la grama. De. Cuando me giré, vi los ojos de Elliot clavados en mí como si estuviera a punto de hacer la mejor cosa del mundo... pero excluyéndolo. Las limitaciones.
Sonreí y le tendí mi mano, entonces se quitó la camiseta y de alguna manera también los jeans. Estábamos descalzos y semidesnudos frente al lago del Central Park. Y si jamás llegaba a tener hijos para contarles sobre esto, al menos estaba feliz de poder haber hecho algo que siempre había soñado con la persona que siempre había soñado.
Halé su mano, y metí mi pie en el agua. Era cierto: estaba helada, pero sensación era asombrosa.6:08 AM
Me subí al auto y desde el parabrisas vi a Elliot secándose el cabello con su propia camisa para luego ponérsela. Cuando ya estuvo a mi lado, dijo:
—No te haces una idea de lo incómodo que es tener los boxers mojados.
Me eché a reír y asentí. Debimos traer más ropa...
—Y ahora, ¿qué quieres hacer? —cuestionó, poniendo en marcha el auto—. Quiero decir, ya estuve en el lago durante una hora. No voy a dormir.
—Tengo una lista —admití—. Pero no creo que podamos hacer todo hoy.
—¿Qué dice la lista?
Guardé silencio durante unos minutos mientras él seguía manejando. No insistió, como lo haría alguien más, porque ya estábamos acostumbrados a eso, y me gustaba que fuera así.
Bajé el vidrio, y mi cabello comenzó a volar, goteando y mojando a Elliot.
—Eh, eh —se quejó, apartando las gotas de su cara. Me reí—. Súbelo, Ellie —pidió, riendo también, y así lo hice.
—Lo siento —dije, aún riendo porque su camisa se había vuelto a empapar (un poco más disimulado, teniendo en cuenta que estaba húmeda) y le besé la mejilla. Luego de un rato de silencio en el auto, solté:
—Quiero ir a Boston.
Elliot asintió y apretó el volante.
—Iremos a Boston.
—¿En serio? —pregunté incrédulamente.
—Nope.
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Si algún día me dejas.
RomanceCuando la impetuosa y pasional Elina Goldman se introduce por error en la vida del enigmático Elliot Girward, su vida se ofusca: por él y en torno a él. Su comportamiento le revela a Elina que oculta un secreto, y aunque en contadas ocasiones piensa...