Fusión

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Dolor, llanto, sangre.
El acto cometido en ese cuarto era una obra de arte, la mejor que alguna vez vi. Una escena tan digna de alguien psicópata cuyo destino era regocijarse en las cosas buenas escondidas en las sombras.
Nadie entendía por qué me sentía así, ni siquiera yo, pero las lágrimas caían por mis ojos, estaba en estado de shock, eran lágrimas de felicidad. Me preguntó si mis padres sintieron algo así cuando cometieron el mismo acto delirante, sinceramente lo dudo.
Las luces incandilantes de la sala y los mil y un sonidos atacaban a mi organismo, todos mis sentidos mezclados con mis sentimientos formaban la perfecta polimerización de la confusión.
Los funcionarios que llevaban a cabo ese acto divino vestían de verde y actuaban como si hubieran formado el mismo proceso un centenar de veces, con perfectas y marcadas facciones de profesionales, cada uno en su rol.
La esperaba había terminado la mujer que reposaba sobre la plataforma metálica estaba casi inconsciente.
Yo me situaba en una esquina de la sala, imposible de actuar ante aquel hecho, los funcionarios me hablaban, tal vez me gritaban, pero yo solo me podía enfocar en aquel objeto, tan celestial, pequeño y frágil.
Me miraba y yo el como si nos conociéramos de toda la vida.
Los doctores corrían nerviosos como si algo estuviera fuera de lo normal, todos dejaron sus funciones y se dirigieron a aquella mujer que estaba tendida sobre una dura plataforma de hierro cubierto de un fino colchón.
La enfermera me entrego al bebe y me aparto a otra sala.
- Felicitaciones, es un varón, es tu varón, tu hijo.- y volvió a la escena en el acto.
La confusión desapareció, volví a mi realidad. A mi lado había una puerta, la cual era la entrada al infierno. Ya que en esa sala yacía el amor de mi vida quien había dado a luz a nuestra dulce creación. La emoción desapareció, lo abrace, tan solo lo abrace y nos tendimos en un vacío emocional del cual nunca saldríamos, el haber perdido a la mujer que más amábamos, mi esposa, su madre.

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