CAPÍTULO XII: EL MISTERIO SE REVELA

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Los chicos se encontraban acampando al aire libre, pero cuando todos dormían un extraño viento llegó para susurrarles palabras incomprensibles para algunos y sin sentido para otros.

—¡Despierten! Es hora de renacer. ¡Despierten! Deben Renacer — se escuchaba por todos lados una voz que no era desconocida y en una lengua que no existía.

Imre, Mitsuki, Egmont, Walquiria y Akemi salieron cuidadosamente de sus carpas, tratando de no despertar al resto, así que se vistieron en penumbras y buscaron las linternas que tenían a mano.

—Proviene del viento que se dirige al interior de la isla — dijeron.

—Lo sigamos ¿Traen sus linternas? — preguntaron.

—Si — contestaron.

—Entonces vamos — y todos encendieron sus linternas y uno al lado del otro emprendieron el recorrido del que no tendrían retorno.

Todo estaba oscuro, no se distinguían los colores, salvo el negro que prevalecía entre los demás; los árboles y plantas habían perdido sus formas naturales, cualquier cosa que se moviera parecía más un espectro, incluso el cantar de los grillos no era el mismo. Luego de recorrer un largo trecho se toparon con la laguna que carecía de agua, sólo tenía una fina capa de agua muy delgada, pero bastaba para reflejar el espejismo de la luna llena.

—El sonido se ha perdido — dijo Walquiria sin escuchar más que sus propios corazones.

—Creo que deberíamos volver — dijo Akemi.

—¡No! — paró a sus amigos Mitsuki — Debemos esperar, por algo sólo nosotros cinco escuchamos la voz del viento y la entendimos.

—¿Qué está pasando aquí? — preguntó Imre confuso; y en ese momento el viento volvió a tomar la palabra.

—Tomad asiento, tranquilos. Es hora de renacer — se escuchó y los cinco tomaron asientos donde la voz les indicaba, cuando lo hicieron cinco personas de otras épocas aparecieron ante ellos, vestían de formas extrañas, y si fijaban los ojos en sus cuerpos se podía ver lo que estaba detrás de ellos. Sus rostros extraños no encajaban con la época, pero por alguna extraña razón no sentían miedo.

—Ustedes deberían ser capaces de reconocernos, sin embargo, la única que puede hacerlo es Mitsuki. Perdona si te hemos asustado​ — explicó el último en la fila, aquel que estaba enfrentado a la joven, aquel de largo pelo plateado como el de Akemi.

—No te preocupes Tsukoyomi, al principio me asusté un poco, pero cuando te escuché en el lago me tranquilicé — dijo Mitsuki más serena que el resto y utilizando palabras familiares para aquella persona desconocida para el resto.

—¿Cómo es que sabes el nombre de este extraño? — preguntó Akemi.

—Es una historia demasiado larga para una noche — respondió ella.

—Cada uno de nosotros estamos enfrentados a ustedes por una razón — volvió a hablar el de pelo plateado — Ahora cada uno pasará a presentarse y quiero que presten atención a sus rasgos y a sus nombres.

—Mi nombre es — comenzó a hablar el hombre que estaba en el otro extremo de la fila, el que se encontraba frente a Imre — Bálder, soy el dios de la belleza y la sabiduría; pertenezco a la familia de los dioses nórdicos, soy hijo de Odín — terminó de presentarse.

—Soy Eskol, el dios que se transforma en lobo para devorar a la luna, soy de la familia de los dioses nórdicos, soy el segundo hijo de Odín — se terminó de presentar aquel que era agraciado en belleza pero mitad animal — ¿Puedes verme, verdad? — se dirigió a Walquiria poniéndose muy cerca de ella.

ENTRE EL SOL Y LA LUNA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora