Pársel

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   Su susurrante voz soltando esas inentendibles palabras, llenando la habitación con los siseos de esa lengua extraña que, aunque el joven príncipe no comprendía del todo, lograba su cometido al hipnotizarlo y dejarlo a su capricho, cómo todas las serpientes no podía resistirse a su propia lengua, menos aún sí era pronunciada por esa excitante boca de dientes fieros y lengua ávida de su piel. Le hablaba a susurros, siseando cada palabra con excitación evidente, pegando su fuerte cuerpo al aristocrático del joven rubio, usando solamente su voz para dejarlo a su merced, aumentando la temperatura del lugar a cada palabra, aunque las habitaciones de las mazmorras fueran frías el platinado sentía que su cuerpo ardía lentamente, sentía como se calentaba el aire que los rodeaba. El pelinegro conjuró cuerdas alrededor de las muñecas del príncipe para impedirle tocarlo, para desesperarlo, los grises ojos cubiertos por seda verde, totalmente expuesto, completamente indefenso, privado incluso de su vista para ser obligado a únicamente escuchar.
Presos dentro de la habitación del rubio. Cubiertos por las cortinas de seda alrededor de la cama, hechizos de silencio para no ser escuchados, el pelinegro era celoso incluso de la voz de su amante, no deseaba que otros lo escucharan jadear o gemir y al mismo tiempo era lo único que quería: que supieran que ese hermoso platinado tenía un solo dueño.
Su deseo aumentaba poco a poco, apenas lo tocaba pero sabía lo que provocaba con solo palabras, lo notaba, lo veía.
El sonido de la voz del pelinegro derretía al Dragón, poco a poco, dulcemente, meciéndolo entre siseos, envolviéndolo con una fiereza hasta entonces desconocida para ambos, con egoísmo; ni siquiera era necesario tocarlo y ya lo tenía entre sus manos, cediendo lentamente a sus deseos, hipnotizado únicamente por sus palabras.
La pálida piel del príncipe de las serpientes reaccionaba al cálido aliento del León mientras este se deleitaba con la vista, no todos los días tenías a Draco Malfoy tan sumiso, tan entregado, era una ocasión especial, había logrado que cediera, normalmente las cosas se hacían como el ojigris deseaba, más esta vez el pelinegro tenía total control de la situación, podía desatar completamente su pasión, podía decirle todo lo que le provocaba, como su voz corría por sus venas cual electricidad pura, como su mirada subía su temperatura poco a poco, el efecto que el dulce aroma del rubio tenía sobre él, lo mucho que adoraba el sabor de esa suave piel, el rubio tal vez no entendiera sus palabras, pero le afectaban, su respiración y su cuerpo lo delataban.
Harry se acercó al oído de su rubio Dragón, susurró en pársel todo lo que deseaba hacerle aquella noche, lo mucho que necesitaba besarle, pasar su lengua por la dulce piel del aristócrata, dejar marcas de sus dientes en su cuello, sus hombros, sus caderas...
...Draco no sabía cómo reaccionar, los vasos sanguíneos de su rostro se dilataron, su sangre se agolpó en sus mejillas, sonrojándolo, serpenteó en la cama, pegando su cuerpo al de su amante, queriendo golpearlo y acariciarlo al mismo tiempo, todo eso era demasiado, nunca se había sentido tan indefenso y tan excitado, al parecer estar con Harry siempre iba a llenarlo de nuevas experiencias, no pudo evitar una ligera sonrisa, desde que estaban juntos todo parecía nuevo, incluso el sexo, todo era más intenso, con un significado real, no importaba lo que hiciera por negarlo, había caído, no tenía escapatoria, su curiosidad había sido su perdición. Su cuerpo reaccionaba justo como el pelinegro quería, él mismo sabía que había sido domado y no le importaba, si era Harry, pensó, si era Harry quien le provocaba todo eso, no solo la excitación, no solo la pasión sino también aquella calidez en su pecho que aumentaba con cada siseo, con cada caricia, si era Harry quien provocaba que su corazón se sintiera tan lleno y su alma tan libre todo estaría bien.

-Deseo tanto tu piel, tus manos, Draco, deseo sentirte-susurró el pelinegro mientras acariciaba con las yemas de sus dedos los brazos y el pecho de su compañero-necesito tenerte, abrirme paso en tu cuerpo, sentir tu calidez rodearme- el rubio jadeó al sentir las manos de Harry sobre sus pezones, estimulándolo, bajando por su vientre sin llegar a tocar su miembro.

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