El ritmo del conformismo

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La sonrisa de Apolo

El ritmo del conformismo

(Finjo que amo, a quien me ama, solo para no sentirme solo)

Kibum es un hombre de convicciones.

De costumbres que rara vez cambiaban y al que se le complacían sus peticiones cada que él las solicitaba. Se sabía hermoso y de sonrisa virtuosa, de personalidad arrebatadora y voz encantadora. Tantas virtudes encerradas en un solo cuerpo que lo hacían mirar tan arriba que el mundo se postraba a sus pies y él lo aceptaba.

Había disfrutado de los placeres de la juventud y sus sueños ambiciosos, del esfuerzo y las horas de viaje que al recordarlas pesaban bastante sobro los hombros, aquella época cuando todavía entrenaban, cuando no eran tan buenos amigos, ni tan cercanos. Cuando Onew todavía era una molestia.

Por más cruel que sonaran sus palabras.

Key sabía, como lo sabían varios de los miembros del grupo, que había madurado, crecido y comprendido varias cosas que antes le resultaban imposibles o difíciles de creer. Había aprendido a conllevar la confianza abrumadora de Minho, la torpeza frustrante de su líder, la poca personalidad de Taemin y el ego mal disfrazado de Joonghyun. Claro que antes, se fijaba más en las cosas negativas de la gente.

Y claro que ahora, esos cuatro muchachos no eran la gente, eran sus compañeros, amigos. Casi hermanos. Por más idealista que eso sonara e incluso le avergonzara un poco admitirlo. Por que vamos, Key podía ser un poco divo en algunos asuntos, pero muchas veces su personalidad fuerte y arraigada sobrellevaba a todo eso. Aunque él tampoco fuera una rama de virtudes.

Pobre Key que tenía que jugar con los azares del destino cada que su estómago sufría los retorcijones atrasados de su juventud. Aquellos que nunca sintió cuando tuvo la edad y ahora lo venían a atacar cuando era ya todo un adulto, cuando rozaba los limites de la madurez y se encontraba supuestamente estable.

Pero siempre era culpa de él. Solamente de él.

—¿Has visto mi playera que compré en Europa?

A veces Taemin aparecía, con su sonrisa pequeña y sus ojos brillantes rebosantes de juventud y vida. Key, aunque no hubiera mucha distancia de edad, envidiaba esa sonrisa, esa felicidad. Taemin no tenía preocupaciones y él solo divagaba, hora tras hora en algo que no tenía sentido alguno.

Por que era sencillamente una estupidez.

—No, a lo mejor la tienes entre la ropa sucia.

—Mmh...— Taemin pareció pensarlo un rato –Si, a lo mejor tienes razón, hyung.

Los pasos suaves del muchacho, mientras corría un poco por los pasillos lo hizo suspirar, con la fragancia de te recién preparado entre sus manos subiendo por su rostro y acaparándolo todo.

—¡Auch!

Escuchó el quejido amortiguado de esa voz tan grabada en su cabeza y su cuerpo entero se tensó.

—Lo siento, hyung. Iba corriendo y no me fije.

—Está bien Taemin. No es como si pesaras demasiado tampoco.

Escuchó la risa despreocupada de Taemin mientras volvía a ingresar en su habitación y los pasos de Jinki mientras ingresaba en la cocina lo hicieron apretar la taza con fuerza, como si cabeza sufriera de repente los golpes de las olas al morir en la arena.

—Hola Key.

—Hola.

Sonó seco, desprovisto de entusiasmo y Jinki simplemente pareció no notarlo, tarareaba esa estúpida canción que había escuchado hace días y rebuscaba entre la nevera algo que parecía interesarle demasiado.

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