Capítulo 32

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-Mentira. -Estaba furioso. Micaela hacía que él pareciera malo, pero si lo que quería era un impresentable, se encargaría de que lo tuviera-. Lo que te pasa es que estás tan acostumbrada a que los hombres de tu vida te ignoren que no sabes qué hacer con uno al que le importas. -Era un tiro a ciegas, ella no le había contado nada sobre sus antiguas relaciones, pero por su expresión, vio que había dado en el blanco.

Micaela se quedó callada unos segundos, y decidió combatir el dolor que le habían causado esas palabras con otras igual de hirientes.

-Si prefieres creerlo así, por mí perfecto; pero lo que de verdad me pasa es que no me interesa tener una relación contigo. No te preocupes -añadió con una sonrisa forzada-, seguro que no tardarás en encontrar a otra que te guste.

-¿Que me guste? ¿En serio crees que lo único que siento por ti es «que me gustas»? -Caminó hacia la puerta como si fuera a irse, pero al sentir el frío del picaporte entre sus dedos lo pensó mejor y retrocedió-. A ver si lo he entendido.

Ella lo miró a los ojos y vio que él hacía un esfuerzo por recuperar la calma.

-Primero no querías ir a cenar conmigo porque era un ligón. Y ahora que no lo soy tampoco quieres empezar una relación conmigo. -Respiró hondo-. ¿Qué quieres?

-Quiero estar sola, quiero terminar el curso de cocina entre los mejores de la clase, quiero hacer las prácticas en un restaurante de prestigio de la ciudad y no quiero complicarme la vida con vos. Lo siento.

-¿Qué sientes? -Caminó hacia ella decidido-. ¿Haberme mentido?

-Yo no te mentí -dijo Micaela al ver la mirada que había en sus ojos.

-De acuerdo, no me has mentido. -Se le paró delante, a escasos centímetros-. Repetilo.

-No pienso jugar a esto -dijo ella casi furiosa-. Esto es un escena, parece sacado de una novela.

-Repetilo. -Se acercó medio centímetro más-. Vamos, si de verdad te parece tan trillado, seguro que no tendrás ningún problema en decírmelo.

-Ya sabía yo que eras un engreído. -Levantó la vista.

-Repetilo. -Sus caderas se pegaron a las de ella.

-No quiero complicarme la vida con vos -le dijo, mirándolo a los ojos.

Entonces, toda la luz desapareció de la mirada de Gonzalo y éste empezó a retroceder.

-Mierda -dijó Micaela entre dientes-. Luego no digas que no te lo advertí.

Le sujetó las muñecas con las manos y lo besó.

Casi todos los besos anteriores los había iniciado Gonzalo, y sentir que era ella quien tomaba las riendas fue lo más sensual que le había pasado nunca. Le sujetó la cara con las manos para acercárselo y lo besó con una mezcla de rabia y pasión que era intoxicante. Si iba a besarlo así cada vez que discutieran no le importaría hacerlo más a menudo. Micaela no sólo lo besaba, sino que se pegó a él con todo su cuerpo para dejarle claro lo que Gonzalo ya sospechaba; que si bien su corazón estaba confuso, su cuerpo tenía muy claro lo que quería. Él no quería ser sólo una aventura de verano pero por algún sitio tenía que empezar. Además, por mucho que ella se empeñara en decir lo contrario, tenía claro que una mujer como Micaela no besaba así a un hombre por el que no sentía nada. Su beso lo dejó sin aliento, y tuvo que sujetarse a la barra de la cocina. Ella lo devoró con los labios una vez más y luego se apartó un poco para mirarlo a los ojos.

-Estás cometiendo un grave error -le dijo en voz baja-. No soy la chica que te conviene.

-Eso habrá que verlo -respondió Gonzalo, besándola como hacía días que quería hacerlo. El beso de ella le dejó claro que lo deseaba, el de él, que ese deseo no era sólo físico ni pasajero. La besó durante segundos, durante horas, con ella perdía la noción del tiempo.

-¿Vas a quedarte? -preguntó Micaela recorriéndole el cuello con la lengua.

Gonzalo se estremeció y cerró los ojos. Ella le había dejado claro que no estaba dispuesta a involucrar su corazón en la relación, le había dicho sin ningún disimulo que sólo estaba dispuesta a entregarle su cuerpo. Él no quería eso, y sabía que se arriesgaba a que le hiciera daño. Más daño del que le había hecho nadie jamás. Pero no era un cobarde, jamás lo había sido, y sabía que no podría seguir viviendo sabiendo que tal vez había dejado escapar la oportunidad de ser feliz.

-Me quedo -respondió inclinando la cabeza para morderle el cuello con suavidad. Vio que se le ponía la piel de gallina y repitió la caricia para luego recorrerle el hombro con los labios. La levantó en brazos y la sentó encima de la barra-. Esto es lo que querías, ¿no? -Vio que entreabría los ojos-. ¿Una aventura?

-Exacto -dijo ella sin tener la sensación de que se hubiese salido con la suya. Al oír esa palabra de sus labios, Gonzalo se desprendió de toda su dulzura y se dejó llevar por la pasión. Le separó un poco las piernas y se colocó en medio, pegado a ella. Siguió besándola, besos lentos y ardientes, y, con las manos le levantó la camiseta. Por suerte para él, Micaela no se había complicado demasiado y llevaba una camiseta y unos shorts. Le acarició el estómago y, con los dedos, inició el ascenso. Al sentir que por fin, después de desearlo durante tantos días, conocía el tacto de su piel respiró hondo para saborear cada instante.

Micaela tampoco estaba quieta y también había deslizado sus pequeñas manos por debajo de la ropa de él, haciendo que a Gonzalo le costara aún más razonar. Ella fue la primera en ir más allá y, tras un sensual beso, se apartó para quitarle la camiseta. Le gustó lo que vio, eso fue más que evidente. Gonzalo no era engreído y sabía que tenía un buen físico, pero por primera vez en su vida quería que la mujer que estaba entre sus brazos viera algo más que un cuerpo bien esculpido y una carrera profesional llena de éxitos. Separó los labios de los de Micaela y buscó su mirada. Se negaba a creer que ella hubiera mirado así antes a nadie, en aquellos ojos había mucho más que pasión y lujuria. Aunque se empeñara en negarlo.

Se quedó allí quieto un instante y, despacio, levantó la mano para acariciarle la mejilla. Un leve temblor, recorrió el cuerpo de Micaela. Alentado por esa reacción, Gonzalo inclinó la cabeza y volvió a besarla. Pero ese beso fue distinto, había pasión como en los anteriores, y seguro que si llegaban a estar juntos hasta la vejez, seguiría besándola de ese modo, pero también llevaba implícita la promesa de algo más, de lo que hace que la vida valga la pena. Ella debió de notarlo, porque le acarició con ternura el pelo de la nuca. Gonzalo disfrutó de ese beso, lo guardó en su memoria, y se juró que le demostraría que lo suyo era mucho más que una aventura. Pero al acordarse de la determinación que había en la mirada de Micaela al decirle que no quería verlo más, decidió que había llegado el momento de darle lo que ella quería. Si quería una aventura, iba a tenerla. Y él iba a intentar que fuera la definitiva.

Le haría el amor como lo hacen dos amantes prohibidos, con fuego, lujuria y pasión, y entre caricia y caricia, trataría de conquistar su corazón. Sin pensarlo dos veces, siguió su ejemplo y la desnudó de cintura para arriba. Gonzalo tuvo que tragar saliva para poder hablar:

-¿Te acuerdas cuando antes me has dicho que me comportaba como un cliché?

-Sí -respondió ella con la respiración entrecortada.

-Eso no lo era. -Volvió a besarla, como si aquellos segundos que había estado sin hacerlo hubieran sido demasiados-. Pero esto sí -dijo, abriendo el congelador en busca de la tarrina de helado de fresa que Micaela había comprado el día que se instaló en el piso. Lástima que no quedara del que había hecho la otra noche, pensó
para sí mismo.

-No te atreverás -dijo ella abriendo los ojos de par en par.

-¿Yo? ¿Por qué no iba a atreverme? -le preguntó, recorriéndole el estómago a besos-. ¿No decías que era un seductor? Pues esto es lo que mejor hacemos los seductores: seducir.

MIL PERDONES
Se que tarde muchísimo en actualizar y es porque estuve y estoy en época de pruebas.
Voy a intentar este fin de semana hacer una maratón no prometo nada pero lo voy a intentar.
Gracias por leer❤❤

A fuego lento <<adaptada>>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora