El blanco teñía el paisaje más allá de hasta donde alcanzaba la vista. La nieve le cubría el cuerpo casi por completo. El helado manto se extendía ocultándolo a él y a la superficie de la montaña en la que se hallaba tirado.
Hacía días que había aparecido allí. Aunque apenas fue consciente de la caída, se materializó a unos cincuenta metros de altura y empezó a descender con rapidez. Los párpados se le cerraron mucho antes de que su cuerpo impactara contra las rocas, rebotara y volviera a impactar. No sintió dolor.
Sufrió graves heridas y estuvo a punto de morir, pero de alguna forma la energía Gaónica se expandió, lo cubrió, provocó el temporal de nieve y lo mantuvo inconsciente. Aun habiéndolo conducido a ese lugar, aun habiéndolo dejado caer desde mucha altura, lo que él consideraba una maldición le había salvado la vida.
Un zumbido se propagó por el lugar y, casi al instante, apareció un pequeño objeto volador ovalado que se quedó flotando encima de él. La máquina emitió una luz verde y lo escaneó. Después del análisis, se alejó a gran velocidad.
Pasaron varias horas hasta que el aparato volvió a aparecer. Esta vez lo hizo para mostrarle a alguien el sitio exacto donde había hallado un cuerpo que emitía energía Gaónica.
—Soldado, ¿hay algo o solo es un fallo del sistema? —se escuchó a través de la radio que llevaba acoplada el hombre al cinturón.
—Dame un segundo —contestó y reemprendió la marcha. Tras dar una veintena de pasos y escarbar en la nieve, cogió la radio y dijo—: El Whug no está estropeado, aquí hay un cuerpo. Un cuerpo que brilla.
—Recibido. No hagas nada. Protege el perímetro y espera los refuerzos.
—Entendido. Cambio y corto. —Guardó la radio.
Durante unos minutos, se quedó de pie a unos metros, obedeciendo las órdenes, pero tras ese lapso de tiempo no pudo evitar acercarse y darle la vuelta al cuerpo. Cuando terminó de hacerlo, miró a los ojos del recluso novecientos noventa y nueve, vio reflejados en ellos la eternidad y gritó. A los segundos, una inmensa explosión lo devoró a él y a la montaña. El saltador de realidades, aun sin ser consciente de ello, inició el viaje hacia un mundo largo tiempo olvidado.
***
Antes del primer salto.
Al mismo tiempo que se besaban, el viento les mecía la ropa y les acariciaba la piel. Cuando las nubes descargaron algunas gotas, se separaron poco a poco y sonrieron.
—¿Estás más tranquilo? —le preguntó mirándolo fijamente a los ojos.
—Lo estoy —contestó un segundo antes de que a lo lejos sonara un trueno.
—Entonces... —Le posó la mano en la mejilla—. Será mejor que volvamos a entrar. La tormenta no tardará en llegar al borde.
—Sí. —Asintió y le cogió la mano—. Ves tú primero, me voy a quedar aquí un minuto para comprobar que los sistemas de medición están bien conectados.
Ella contestó con cierto tono burlón:
—Así que, además de vigilar al personal y al complejo, el jefe de seguridad se dedica a comprobar los sistemas de medición.
La cogió de la cintura.
—Lo hago para que no te mojes comprobándolos tú. —Sonrió—. De algo me sirvieron tus clases básicas para tontos. Ahora sé qué muestran los indicadores.
—Menos mal —dijo entre risas.
Inspiró, la soltó y retrocedió un paso.
—Vamos, vete dentro. Te veo en unos minutos. —Echó la vista a un lado y contempló los colores rojizos de las nubes que se acercaban a gran velocidad—. Estaremos un buen tiempo sin poder salir del complejo y necesito unos momentos de soledad al aire libre.
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Entropía: El Reino de Dhagmarkal
Science FictionWoklan despierta sobre un charco de sangre dentro de una nave de La Corporación: la entidad encargada de explorar las líneas temporales. No recuerda nada, no sabe cuál ha sido el destino de sus compañeros y tampoco es consciente de que ha caído en l...