Capítulo 4.

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Muerta de sueño, a la mañana siguiente me desperté nada más me sonó la alarma del móvil.

Antes que nada desperté a mi padre. Y mientras él se aseaba yo le preparaba la tostada y el café.

Se lo dejé todo en la mesa bien puesto y volví a mi habitación a seguir durmiendo, estaba muerta.

La luz de mi cuarto se encendió despertándome al instante. Me despertaba con cualquier ruido o signo de luz, no importaba la intensidad que tuvieran, me despertaba al instante.

-Recuerda que tienes que ir a comprar -me dijo-.

-Mhm -solté como respuesta-.

-Y fregar los platos, y que no te tenga que decir que limpies la casa un poco.

-Está bien papá -respondí con menos ganas imposible-.

Y se fue, por fin.

A las horas acabé levantándome. Primero limpié la casa y fregué los platos. Dejé la compra para el final.

Al llegar al supermercado más cercano que había de casa empecé a buscar cosa por cosa de lo que había en la lista. Estaba en el pasillo de las bebidas alcohólicas -en parte-, busqué con la mirada la marca de cerveza de mi padre, empezando por el estante de abajo. Mi vista se desvió a la izquierda, donde encontré un par de vans negras. Miré hacia arriba y lo vi a él, mirando las bebidas energéticas. Cogió un par de color morado y sin inmutarse de mi presencia pasó por mi lado con la cabeza un poco gacha.

Pensaba saludarlo, pero al ver que no me vio, o que no quiso verme decidí dejarlo pasar.

Yo por mi parte seguí con la lista.

Llegué a la caja y como no había nadie empecé a pasar las cosas del carrito a la cinta transportadora por mi cuenta. Una mujer apareció de la nada detrás de la caja y empezó a pasar los productos por el sensor, mientras que yo seguía sacando más cosas del carrito.

Sentí una presencia a mi lado y pude ver sus pitillos negros de reojo. Decidí ignorarlo y seguir a lo mío.

Una vez saqué todo dejé la cesta junto con las demás y atravesé el mini pasillo y me puse al otro extremo de la caja ya guardando las cosas en las bolsas que me había dejado ya ahí la dependienta.

-Diecisiete con cincuenta por favor -habló la mujer. Saqué un billete de veinte y se lo di a la espera de mi vuelta, la cual no tardó en darme-. Aquí tienes -me respondió amablemente-.

-Gracias -respondí por mi parte-.

Cogí las bolsas, a punto de irme. Pero antes, eché un pequeño vistazo a mi misterioso compañero de clase.

Este venía hacia mi, supongo que para coger sus cosas obviamente. Era como si todo fuera a cámara lenta.

Por un momento, alzó la cabeza y sus ojos, intimidantes, se posaron sobre los míos. Consiguió ponerme extrañamente nerviosa en ese segundo. Al instante aparté la vista para ponerla en el suelo.

-Adiós -alcé la voz para empezar a andar hacia la salida-.

-Adiós y gracias -respondió amable la mujer-.

Al salir del supermercado, un poco aturdida por aquella mirada inesperada, vi a un indigente un poco más allá de la entrada del edificio.

Me acerqué a él y le dejé la vuelta que me habían dado en el supermercado sin pensármelo. Este me sonrió sin mostrar los dientes.

Entonces alguien pasó por mi lado haciendo que una pequeña ráfaga de viento me diera en la cara con un olor particular a colonia de hombre.

Giré mi rostro al instante y pude verlo a él a pocos metros de mi, sujetando con su brazo derecho una bolsa, mientras que su mano izquierda permanecía en el bolsillo de sus pantalones, y con un paso decidido que iba.

Se me pasó una cosa por la mente, y no dudé ni un segundo en hacerlo. Volví a coger la bolsa que había dejado en el suelo para darle el dinero a este pobre hombre, y empecé a andar detrás de este a una distancia moderada.

-Que dios le bendiga -escuché hablar al hombre cuando ya había dado unos pasos-.

Yo seguí con mi camino. Tal vez me metería en líos, pero no me importaba. Necesitaba saber algo más de este chico.

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Se pone interesante c:

Hidden Reality ~ Jesús OviedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora