El hotel

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Ya lo veía venir a más de cien kilómetros por hora, y explotó en mi cara como dos autos en un accidente. En la televisión dicen que han reportado tu muerte pero yo aún no puedo creérmelo, ni nadie podría tampoco. Es mi culpa, si tan solo te hubiera hecho caso y me hubiera alejado. Trato de aferrarme a los recuerdos más dulces, bebiendo lo que sea que encuentre esta tarde.
Recuerdo esas noches en las que íbamos de bar en bar buscando diversión, embriagándonos en risas y alcohol, bailando como si no hubiera nadie junto a nosotros. Tu cuerpo tatuado siempre causaba interés en las otras mujeres que pasaban a tu alrededor, esas miradas hostiles que chocaban con la mía no eran agradables. No quería compartirte con nadie y tú tampoco, yo sólo ignoraba a cada hombre que pasara por mi lado o intentara intervenir en lo nuestro, solo te veía a ti, como si fueras el único hombre en el mundo. A veces podía ser un poco histérica, bipolar, claro a ti no te fascinaba tanto lo malcriada que podía ser, a nadie, pero sí te amé como nunca nadie lo hubiera hecho. Discutíamos mucho, perdóname por las veces que te agredí pero tus palabras también herían. Podías ser tan tierno conmigo, el día que reservaste en aquel hotel y llenaste todo de pétalos de rosas azules y bombones, fue hermoso, también peleamos ese día y no te agradecí nada, intentaba mantener la calma. Tal vez no éramos el uno para el otro pero yo quería que lo fuéramos. Estabas vestido con aquel traje tan elegante, ese día pudo haber sido el gran día, pero nunca sabré que hubiera pasado después...
En muchos momentos te odié y tú a mí. Me decías que era sociopata, que creaba problemas de ínfimas situaciones, que así nadie me querría, aún sigo cuestionándome si tenías razón.

La impotencia me corroe, no entiendo porque las cosas tenían que suceder de esa manera, y al final del día me quedo mirando perdida el cielo del hotel, hipnotizada por la blancura y la luminosidad del techo

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La impotencia me corroe, no entiendo porque las cosas tenían que suceder de esa manera, y al final del día me quedo mirando perdida el cielo del hotel, hipnotizada por la blancura y la luminosidad del techo. Gritar hasta destrozar mis cuerdas vocales está lejos de ser un consuelo al igual destruir cada cosa en la habitación, no hay consuelo para ese sentimiento de soledad, cuando sabes que no habrá un mañana donde puedas ver a esa persona otra vez, no hay consuelo que me pueda quitar la culpa de mi sistema a menos que me huya junto con él.
Aquella última camisa que usó aún tiene su aroma impregnada, la llevo puesta ya que es la única manera de poder sentirlo cerca. Me acurruco en esa cama tan enorme y vacía mirando el cielo de la habitación en la penumbra. Por la ventana luces reflectan en la oscura pieza. Azul. Rojo. Azul. Rojo. No estoy segura que podría significar exactamente, ¿más problemas? El alcohol y otras cosas que ingerí están subiéndose mucho a mi cabeza. Tanto dolor me abruma, solo estiro el brazo hacia el borde de la cama para tomar tu mano fría y pálida, y me duermo junto con el estruendoso golpe en la puerta que cae inerte en el piso.

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