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Hoy me levanté con un humor de perros, cansada de la misma mierda de todos los días. Las peleas de mis padres a las una de la mañana se han vuelto constantes. No duermo, en esas horas de insomnio me dedico a acomodarme en posición fetal, tapada hasta el cuello con mantas para llorar libremente en mi espacio. Llorar y llorar toda la noche pidiendo auxilio. Esto me ha convertido en una persona fría y que pasa la mayor parte del tiempo malhumorada.
Con mis dedos rozo mis mojadas mejillas de color rojo producidas por el llanto nocturno. Miro mi silueta en el espejo y hago una mueca de disgusto al verme allí, de pie frente al espejo, intentando aparentar estar bien aunque estés hecha un lío por dentro. Arrugo la nariz quitando los cabellos que caen en mi rostro pegándose en mis mejillas. Mi cabello luce como un nido de aves y decido peinarlo antes de que se me olvide.
Al finalizar, una pequeña y falsa sonrisa se esboza sobre mis labios, la cual se esfuma de inmediato.
Una ducha con agua caliente no tarda en reponerme, mis músculos tensados no tardan en relajarse y mis ojos rojos e irritados de tanto llanto vuelven a la normalidad.

-¡Dylan! -mi madre me llama desde la cocina. Coloco los ojos en blanco. "Dylan", odio mi nombre, es como si fuera hombre -Deprisa, llegarás tarde -me informó al bajar las escaleras con suma lentitud.

-No me llames Dylan, mamá -ella me besa en la coronilla de la cabeza y frunce el ceño -Dy, prefiero que me llames Dy -el semblante de mi madre se volvió serio, como si hubiera recordado algo.

Caminé en dirección al instituto oyendo las bocinas de los coches atrasados a sus trabajos, lo cual era molesto pero ya estaba acostumbrada. La parte frontal del instituto está lleno de estudiantes como yo. Me abro paso entre la gente hasta llegar a las puertas del establecimiento. Me dirijo a mi aburrida taquilla de color gris, lo único especial de esta son las tres rendijas en el centro, y nada más.
Oigo una voz áspera hablándole a alguien y mis sentidos se bloquean.

Matthew Espinosa.

Cuidadosamente me escondo detrás de la taquilla y le observo al otro lado del pasillo con ojos embobados. Su grupo de amigos no tarda en llegar; no son los populares del Instituto, pero tampoco son unos desconocidos como yo.
Observo minuciosamente sus movimientos corporales, éste dejó de hablar y lamió sus labios.
La campana que da inicio a las clases comenzó a entonar su molesto sonido, por lo que cerré mi taquilla con prisa.
Ocurrió demasiado rápido, sus ojos de color miel se toparon con los mios provocando que mis mejillas tomaran un color rojo demasiado notable. Él se limitó a formar una línea fina con sus labios para irse. Dobló la esquina del pasillo y solté un suspiro pesado.

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Tomo asiento en los primeros lugares en la fila. Unos cinco minutos más y el profesor llega al salón, y con pereza saluda a la clase.

-Buenos días, empezaremos de inmediato con... -el profesor se ve interrumpido por el estruendo de la puerta cerrándose. Mi mirada se encuentra por segunda vez con la de él.

Se sentó con malhumor en el rostro junto a uno de sus amigos, miró al profesor y éste con el semblante arrugado lo regaño.

-Espinosa, para la próxima vez procure llegar a tiempo -el susodicho hace un gesto con su cabeza, totalmente indiferente a la situación.

El profesor continúa con la clase escribiendo algunos ejercicios matemáticos en el pizarrón.
Con la mirada fija en Matt, sonrío para mis adentros al verle desordenar su cabello rubio debajo de la gorra de su sudadera. Las facciones definidas de él se mueven cuando rie de algo que Carter le dice.
Él me mira y el mundo se detiene a mis pies, mi corazón se acelera y trato de calmarle apartando la vista de los ojos que tanto me encantan. Le echo un vistazo pero sus ojos están clavados en su cuaderno.
Mis ojos vuelven al pizarrón y comienzo a resolver los ejercicios que escribí.
La clase transcurrió normal, como siempre. Agradecí mentalmente que Matt no volviera a mirarme, o si no, me vería patética ante sus ojos.

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La habitual banca que utilizo en el patio trasero durante el receso del instituto, está siendo usado por Matthew y sus amigos, por lo que busco otra.
Encuentro uno que está un poco alejado de las demás y me siento.
Varias veces tuve que apartar la mirada de Matthew, aunque no quisiera debía hacerlo. Sin embargo, sé que sus amigos pudieron notarlo.
Entré al establecimiento y dejé el peso innecesario en mi taquilla. Tomé algunos libroa que necesitaba para la segunda hora de clases y cerré la taquilla.
Me giro y súbitamente choco con un cuerpo masculino. Sin querer, olfateo la exquisita fragancia que el chico emana.
Con la intención de disculparme, me echo para atrás y mi semblante se vuelve inexpresivo.
Mis mejillas se calientan, pues es él y jamás lo había tenido tan cerca como ahora. Y ya me estaba volviendo loca.
Sus ojos profundos se clavan en los míos, les veo moverse con inquietud. Sus rosados labios entre abiertos comienzan a hablar.

-Hola, mi nombre es Matthew. Aunque, creo que ya debes saberlo -sonríe de tal manera que me derrito.

-Yo -no me deja continuar porque me interrumpe con una pregunta inesperada.

-¿Tú eres la que está enamorada de mi, cierto? -tragué saliva al ver su sonrisa llena de arrogancia pura. Por más que sea una de ese tipo, debo admitir que me encanta.

Mis ojos caen en el pasillo, éste se está quedando vacío y nos vamos a quedar solos. Oigo unas fuertes carcajadas en la esquina del pasillo y las reconozco de inmediato.

-No.

-No mientas, nena -cuando sus labios pronuncian 'nena', las orbitas de mis ojos disparan emoción y mi rostro se pone pálido -Sé que te encanto, me observas todos los días y te he visto -sonríe nuevamente.

-Yo no... Tu estás equivocado, Matthew.

-Escuchame bien -niega con una pequeña sonrisa en sus labios.

Pero no sigue hablando. En vez de eso, entre sus dedos toma mi barbilla con delicadeza y la alzó acariciando con suavidad ésta. Le miro a los ojos y mis nervios me juegan en contra.

-Te romperé el corazón... Como a todas las demás, ya verás, te destrozaré -advierte en tono serio.

Siento mi corazón encogerse, pues ello no sonó como si fuera una broma. Tan real que mi corazón se agrieto un poco.
Echa su cabeza para atrás y ríe para sí, guiña uno de sus ojos y se va a su respectivo salón.

Yo, pues yo me quedé allí. De pie sintiéndome como una total estúpida.
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Gracias por leer

Broken Hearts {matthew espinosa} ; en EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora