Capítulo 36. O todo o nada.

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Jesús

Estoy lo que viene siendo muerto. Soy un cadáver andante que sube las escaleras de su casa.

El concierto en Sevilla ha sido la hostia. Increíble, inexplicable. Como siempre, mi tierra lo da todo. Y estoy tan afónico que no sé ni como Raquel puede entenderme.

Tú ahí–Señalo la habitación de la izquierda y asiente–Si necesitas algo ya sabes–Me sale un gallo al final y se ríe –Agua, comida, sexo... Estoy a su disposición las veinticuatro horas–Hago un saludo militar y me pega un manotazo en el pecho.

¿Y si necesito que me cantes?–Levanta una ceja y ruedo los ojos.

–Igual eso te lo ahorras, por no romper los cristales digo–La última palabra se me corta, aunque sé de sobra que lo ha entendido.

Buenas noches morenita–La voz de mi hermano retumba en el pasillo y besa la coronilla de Raquel. Sobretodo porque es a lo que mejor acceso tiene. ¿Cuánto medirá? ¿Uno sesenta? Menos, estoy seguro.

–Hasta mañana pequeñita–Le beso la mejilla y frunce los labios.

–¡Pequeñito tu cerebro!–Me chincha y me río. Me encanta cuando le dan esos ataques de niña chica.
Me encojo de hombros.

–Mi polla no es proporcional a mi cerebro entonces–Rueda los ojos mordiéndose el labio para no sonreír.

–Y tu gracia es directamente proporcional a tu cerebro–Suelto una carcajada y se da la vuelta para meterse en su habitación. La miro detenidamente antes de que alce la voz dándose la vuelta–Me vas acabar quemando si me miras así –Levanta una ceja apoyándose en el marco de la puerta.

–Habló aquí la que me mira poco–Ironizo y niega sonriendo.

–¡Daniel llamando al jodido pesado se su hermano! ¿Puedes venir de una puta vez?–La voz grave de mi hermano sale desde la habitación que tengo a mi derecha y ruedo los ojos –Deja de tirarle la caña a Raquel y ven a dormir. Siento ser un corta rollos–La chica se ríe –Pero esta cara bonita necesita dormir. ¡Lo siento Raqueeeel!—Pone voz tierna al final y la aludida bufa divertida. Le giño un ojo antes de entrar en la habitación.

–¡Ha sido ella!–Protesto lo más alto que puedo para asegurarme que ella me ha oído.

–¡Una mierda!–Contraatacan mi gemelo y Raquel a la vez y me tiro en la cama. Con ropa.
Solamente me quito los zapatos porque me parece mal manchar todo de cosas asquerosas. Aunque por un momento pienso en no quitármelos. Qué más da. Para asqueroso ya está mi hermano. Y levanto una ceja como su hubiese visto un alíen cuando Daniel suelta:

–Quítate los zapatos y deja de pensar que para mierda ya estoy yo ¿va?–La voz se le amortigua contra la almohada y una de tantas bufo por la habilidad que tiene mi gemelo para leerme la mente o saber que pienso, siento y opino en cada momento.

¿Sabrá ya lo que siento, pienso y opino de Raquel?

***

Oigo como se abre la puerta de mi habitación. Más que nada porque son las 4:30 y llevo como media hora despierto.
Sigo estando agotado, pero no consigo dormir.
Es imposible.

Mi hermano está roncando mientras unos pasos se acercan hacia mi cama.
Sé de sobra que es Raquel por la luz que entra desde la ventana.
Se agacha a mi altura y me sacude el hombro.

Tu Sonrisa En Mis Pupilas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora