Aristóteles
La Ética
Primer libro
**********
Los diez libros
De las Éticas o Morales de Aristóteles, escritas a su hijo Nicomaco,
traducidos fiel y originalmente del mismo texto griego en lengua vulgar
castellana, por Pedro Simón Abril, profesor de letras humanas y filosofía,
y dirigidos a la S. C. R. M. del rey don Felipe, nuestro señor; los
cuales, así para saberse cada uno regir a sí mismo, como para entender
todo género de policía, son muy importantes.
A la S. C. R. M. del Rey Don Felipe, nuestro señor, Pedro Simón Abril,
profesor de Letras humanas y Filosofía, S. Y P. F.
Cuando me paro a considerar las cosas que del gobierno y policía
humana los historiadores antiguos, griegos y latinos, han dejado escritas,
S. C. R. M., las graves consultas sobre casos muy importantes, las
discretas y dulces oraciones y prudentes pareceres, que se cuentan del
Ateniense, del Bizancio, del Lacedemonio, del Corcireo, del Romano, de
otros muy muchos pueblos, cuyos hechos los historiadores dejaron en
perpetua memoria por sus célebres historias, y, por el contrario, veo
cuántos siglos ha que en los gobiernos de los pueblos y ciudades hay tanto
silencio en esta parte, y ni se dicen ni se escriben cosas prudente y
discretamente dichas en los senados y ayuntamientos dellos, no poco, en
realidad de verdad, me maravillo; y como el maravillarse de las cosas,
como Aristóteles en su Metafísica escribe, es la causa de inquirir la
causa dellas, póngome también a considerar de dónde procede esto, y en qué
viene. Porque no son más indóciles ni rudos los entendimientos de los
hombres destos tiempos que los de aquéllos; antes bien (como se puede ser
por los ingenios de la guerra, y de otras muchas cosas que vemos en estos
tiempos tan sutiles, que casi con razón nos reímos de la rudeza de
aquéllos cuanto a esto), parecen ser más aptos que no aquéllos. Pues no
menor ocasión para ello hay agora, y ha habido siempre, que la hubo
entonces, pues así en la guerra como en la paz se han ofrecido en el
mundo, y ofrecen, cosas en que la elocuencia y prudencia pueden desplegar
anchamente sus banderas. Sola una causa hallo, y ésta tengo para mí que es
la total causa desto, que es la diversidad de los lenguajes. Porque
aquellas naciones, en su propia y vulgar lengua, en la cual nacían, y en
que se criaban dende los pechos de sus madres, en la que trataban
comúnmente en casa, de fuera, con el siervo, con el amigo, con el padre,