-Le quedan cinco minutos-, me informó la enfermera que en ese momento ingresaba la habitación, -Las visitas aquí no son muy largas, por la protección del paciente- me dice por último la enfermera antes de retirarse.
Aunque quise entablar una conversación con Jaime, el nunca respondió. Le estaba hablando al aire; de mi boca salían preguntas esperando respuestas que nunca llegaron. Resignado, me dirigí a la puerta de la habitación e intenté salir, pero en ese momento, sentí que alguien se colgaba de mi y que comenzaba a golpearme como una fuerza bestial. Era Jaime.
No entendía nada de lo que Jaime murmuraba por el dolor que me produjeron sus golpes. De repente, aparecieron dos hombres vestidos de blancos, que lograron quitar a Jaime de mí y así también apaciguar mi dolor. Ya con el cuerpo un poco menos adolorido, pude comprender lo que Jaime gritaba con voz nerviosa.
-¡Tú la mataste!- era lo que repetía una y otra vez. -Por tu culpa Jaime, todo esto es gracias a ti- repetía una y otra y otra vez.
Por más que le repitiera que él era Jaime, el no me creía. Entonces caí en la cuenta de que si el creía que yo era Jaime, él creía que él era yo. Ya comprendiendo todo a la perfección, me dirigí hacia la puerta de la habitación para retirarme de ese espantoso lugar, mientras a mis espaldas sólo se escuchaban los gritos de un desquiciado que decía -¡Fuiste tú, "hijo de puta"!-.
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Historia de un desquiciado
Short StoryLa mente humana, si se sabe aprovechar bien, siempre será de gran ayuda. Por otra parte, la mente también puede ser muy traicionera y muchas veces te puede jugar una mala pasada. A Jaime esto fue lo que exactamente lo que le sucedió.