¡Yo no soy una rubia de bote!

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- Esta es mi mesa - dijo una varonil voz haciendo que diese un saltito en la silla.

- No veo tu nombre por ninguna parte - dije sin levantar la vista de mi plato de comida, fingiendo que no me importaba la conversación.

- No hace falta que lo ponga para saber qué está es mi mesa.

- Hay más sillas ahí, te puedes sentar en alguna de ellas.

- No me da la gana.

Idiota.

- Yo no soy un idiota.

-¿Me a leído la mente?

- No te he leído la mente.

Lo ha vuelto a hacer. Es un brujo. Mejor que me aleje de le antes de que me convierta en rana.

- No soy un brujo y no te voy a convertir en rana, estas pensando en alto.

Al oír eso mis mejillas se tiñeron de rojo y una risa nerviosa salió de mis labios. Dirigí mi mirada al culpable de que me pusiese roja como un tomate y....

Joder, joder, joder que bueno esta.

Mi boca se abrió y el puso cara de desconcierto.

Tenía unos ojos azules como el mar, pero no de esos mares con el agua verde y asquerosa ,no, de esos en los que el agua es clara, azul y limpia, en los que nada más verlos una sensación de tranquilidad invade tu cuerpo.

Sus ojos me recuerdan que, hace mucho tiempo que no voy a la playa tendré que decir a mi padre que me lleve por que.... no, no ,no, no es el momento de pensar en eso.

Sus labios eran carnosos y rojizos y al verlos te daban unas ganas de besarlos, digo, no son nada fuera de lo común.

Todo en el era perfecto sus ojos, nariz, labios, ¡todo!

- Ho-Hola - dije como si le acabase de ver.

Estoy segura que algún día recibiré un premio por se la persona más tonta de este planeta y otro, por si se me pierde, no vaya a ser que después del esfuerzo de 17 años entrenando me para recibir un premio, se me pierda. Eso sería imperdonable, como la tontería que acabo de decir y el rollo que os estoy contando, a ver si paro ya de pensar porque me estoy volviendo loca.

- ¿Hola? - preguntó extrañado.

- Me llamo Emily ¿y tu?

- ¿Que más te da? - y al pronunciar esas palabras fue cuando me di cuenta de que es un idiota y no le puedo tratar bien y la Emily de siempre volvió.

- ¿Crees que por decirme que me vaya de aquí me voy a ir?

Ah, y también me van a dar un premio por mi bipolaridad porque lo mio no es normal.

- Vaya, vaya, vaya, mira a quien tenemos aquí - dijo.

Acaba de decir la frase típica que dicen todos los malos en las pelis cuando encuentran a su enemigo. Me parto con esta tía.

- Pero si es la niñata de campo.

- Anda mira, la rubia de bote es aún más tonta de lo que esperaba.

- ¡Yo no soy una rubia de bote!

- ¿A no? ¿Y entonces porque tenías botes de tinte rubio en el baño? ¿Para teñir a tus barbies? - la gente empezó a mirarnos y las chicas con cara de asco y odio, mientras los chicos miraban nuestra conversación divertidos.

La rubia de bote se hizo la ofendida poniéndose una mano en el pecho y abriendo la boca exageradamente.

- Me las pagarás, paleta.

Paleta su puta madre, perdón por la palabrota pero es que me pone de los nervios.

Después de eso se fue, dejando me a mi y al misterioso chico solos.

Di un suspiro y apoyé mi cabeza en la mesa dándome pequeños golpes en la frente.

Cuando decidí que ya me había dado suficientes golpes por hoy, levanté la cabeza con la intención de ver al chico que poco antes estaba al lado mía esperando a que me levantase, pero ya no estaba solo, ahora estaba acompañado de cuatro atractivos chicos más esperando a que me levantará.

- ¿Has terminado ya tu sesión de golpes? Porque nos queremos sentar - dijo uno que era de la misma altura que el chico misterioso, rubio y con ojos marrones.

¿Y este quien se creé?

- Pues va ser que no - dije para fastidiar - todavía me tengo que dar muchos golpes más.

- ¿A si? Pues date los golpes en otro lado nosotros queremos comer - dijo esta vez un moreno de ojos verdes.

- ¿Esta mierda de perro con vómito de vaca? - dije apuntando a mi comida - no vale la pena.

Derrepente noté como alguien arrastraba mi silla alejándome de la mesa que me estaba causando tantos problemas y de mi repugnante comida.

Me había arrastrado el primer chico al que conicí, como siempre, su rostro era indescifrable. Sin mirarme se aproximó a mi antigua mesa donde ya estaban sentados sus amigos y empezaron a hablar.

Yo, estaba muy, muy enfadada tanto que no podía pensar con claridad, y con mi inteligencia sobrenatural, lo único que se me ocurrió fue ir a por mi bandeja y echarle a cada uno un poco de comida.

A la ver sus caras de enfado di unos pasos para atrás y dije un tímido "perdón" como si eso pudiese arreglar la estupidez que acababa de cometer.

- No sabes lo que acabas de hacer - dijo el chico misterioso.

Si que lo se, y demasiado bien.

Los cinco se levantaron y se dirigieron hacia mi. Yo estaba inmóvil viendo como todo el comedor me miraba.

¿Es que no piensan ayudarme?

Una sensación fría invadió mi cuerpo, como si alguien me hubiese tirado una vaso de agua fria, espera, ¡me han tirado un vaso de agua fria!

No se quien había sido, lo único que sabía es que aquí iba a ver una guerra de comida, y de las grandes.

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