Perfecta Elección

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~Capítulo Dos~

Dos de las cinco jóvenes temblaban debido al frío que las visitó de golpe después de haber abandonado los cubículos de agua tibia. Los dientes de esas dos chiquillas catalogadas como Diosas, chasquearon unos contra otros, entorpeciendo los deseos que tenían de quejarse.

—Enciendan la maldita calefacción, por f-favor —pidió Elena, una chica de melena cabellera y rubio tono.

Samantha, una de las diosas más antigua junto a Rachel, lo hizo, mientras la tercera del grupo se abrazaba fuertemente contra su esponjosa bata, buscando de ese modo darse un poco de calor.

—Ay no puedo creer que sean tan exageradas. —habló Sabina al ingresar a la habitación que utilizaban como camarín, sonriendo a sus tres compañeras en el lugar.

—Es que tú eres el calor en vida preciosa. —soltó Elena y las demás rieron.

—Y no sabes lo orgullosa que me siento de eso. —respondió Sabina al guiñarle un ojo y también esbozar una sonrisa.

La conversación se hizo más fluyente al transcurrir los minutos. Hablaron de la variedad de hombres guapos que habían llegado esa noche, además, de la subasta que muy pronto comenzaría.

—Solo espero que el que gane mi subasta sea joven y guapo. —soltó de pronto Jane, otra de las que sufría por el frío. Moviendo su ondeado y negro cabello.

—Yo con suerte daría veinte dólares por estar un momento a solas contigo —Dijo Samanta y tanto Sabina como Elena rieron a carcajadas. —¿Tú cuánto pagarías Sabina?

—Cinco dólares; con suerte, mucha suerte. De hecho, tú deberías pagarme por desperdiciar mi valioso tiempo con alguien tan aburrida como tú. —Ofendió con maldad y la demás rieron con burla.

—En serio chicas —dijo Jane—, esto no me parece gracioso. Dejen de burlarse.

—¿Estás sensible? —preguntó Elena al sentir que Jane la miraba como si fuese la más débil.

—No nos digas que la condición de tu amiga también se te ha pegado a ti... —continuó Sabina al frotar una blanca toalla por su largo y oscuro cabello.

—¿Qué sabes tú de eso? —preguntó y la sorpresa se le posó en el rostro.

Sabina colgó la toalla en uno de los percheros y volteó a verla fijamente, cruzando sus brazos a la altura de sus pechos.

—¿Qué tan idiota me crees? —preguntó sarcásticamente al sonreírle.

Jane guardó silencio y observó a sus demás compañeras, quienes la miraban fijamente, como si de ella esperaran una respuesta sobre la situación de Rachel, a quien poco a poco había comenzado a considerar como una amiga.
Toda la conversación resultó bastante amena en un comienzo, pese a las bromas pesadas que se hacían entre las cuatro chicas. El entorno se volvió tenso ante la pregunta que de pronto había hecho Sabina. Jane dudó en responder, se suponía que era un secreto que nadie debería de enterarse.

¿Cómo fue que Sabina sabe de ello?

La joven se sintió casi acorralada ante la espera de sus compañeras, hasta que apareció Rachel.

Sentimientos De Una ProstitutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora