~Capítulo Tres~
Metió lentamente y con poca paciencia la llave que le permitiría ingresar al cuarto del hotel en el que se había estado hospedando. Presionó el pequeño interruptor junto a la puerta, encendiendo así un par de lámparas que yacían en la sala, para luego lanzar el pequeño llavero que apresaba la solitaria llave sobre la mesita junto a la puerta. Posó ambas manos en su cintura, respirando profundo. Negó en silencio. Con todas las caricias que la delgada chica le había dado y las hermosas sonrisas que le había regalado, creyó que sus cuerpos completamente desnudos pronto serían uno pero... al marcar el reloj las cinco de la madrugada, ella pescó las anteriores prendas regadas por el suelo y cubrió su casi desnudo cuerpo.
«El tiempo se ha acabado, guapo.»
Frotó sus manos con desesperación al recordar las insensibles palabras de la chica. ¡Maldición! Tenía una reacción tan grande en medio de sus piernas que hasta le resultaba doloroso caminar.
Suspiró cansadamente.
Se dirigió al pequeño bar del cuarto, necesitaba un trago; uno puro y fuerte, acompañado de cuánto hielo fuera posible. Caminó con el vaso en su mano y la otra la mantuvo presa en el bolsillo del pantalón, deteniéndose frente al amplio ventanal de la sala, observando lo iluminado que era la ciudad. Sus pulmones volvieron a anhelar por aire. Como si de verdad les escaseara.
«Quizás en una nueva oportunidad podríamos llegar a algo más que esto. Te dejo la invitación.»
Ni siquiera le preguntó su nombre. No sabía nada de ella. Pero de lo que sí estaba seguro, era que la tendría. Tarde o temprano captaría la atención de la fémina belleza.
Un agudo sonido llamó su atención, interrumpiendo la serenidad que tanto anhelaba y el silencio a su alrededor, el vaso con alcohol y la iluminada ciudad le intentaban entregar. Volteó su vista hacia la mesita en la que había dejado su móvil junto a las llaves del hotel, lo pescó en sus manos y frunció el ceño. Contestó sin duda al reconocer el nombre de uno de sus abogados en la pantalla touch, para un par de segundos después, deslizar su dedo para que la llamada entrara.
Luego de finalizar la comunicación entre su abogado y él arregló su maleta, pagó su cuenta por el par de días hospedado y se marchó directo al aeropuerto. David debió regresar a Nueva York netamente por temas labores.
El avión privado llegó exactamente a las seis cuarenta de la madrugada. Tiempo suficiente para ir a la enorme mansión que tenía como casa y darse un buen baño con agua caliente.
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.Horas más tarde, el frío casi le calaba los huesos al bajarse del avión, mientras esperaba un taxi con impaciencia.
Una vez en su hogar, subió rápidamente las anchas escaleras en forma de caracol, directo a su habitación. Abrió la puerta, cuidando no hacer ruido y vio a Kate dormir. Apoyó su cabeza contra el marco de la puerta y un pesado suspiro escapó de sus labios. Sus grandes ojos claros delinearon las curvas de su mujer al dormir en posición fetal, quizás, buscando darse calor a sí misma ante las rudas caricias de la fría noche. Los vidrios de los ventanales estaban empañados.
Caminó al gran cuarto que utilizaban como clóset, sacando de ahí una gruesa manta de polar chiporrada que ella misma había comprado en un pueblo que cruzaron durante unas vacaciones que se habían dado... hace muchos, muchos años atrás; del que conservaba muy lindos recuerdos.
Avanzó los pasos que lo distanciaban de su mujer, cubriéndole el delgado cuerpo. La observó y sintió cierta melancolía ante la evidente delgadez de ella. Se agachó, quedando a la altura de su rostro, observando cada rasgo de sus serenas y finas facciones. La extrañó. Extrañó lo que hace tanto tiempo fueron.
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Sentimientos De Una Prostituta
RomansaNo debía enamorarse, ese tipo de sentimiento estaban estrictamente prohibidos en los juegos de las prostitutas. Pero cuando crees tener la vida solucionada gracias a la sensualidad y manipulación que has aprendido a manejar, ¿te conformas con lo que...