La noche en Seúl era oscura. Yesung se movía por callejones nada recomendables esa madrugada. Poco le importaban a él el aspecto de esos lugares o las gentes que pudiesen trabajar en ellos. Demasiado tiempo hacía de la última vez que había sentido el miedo como para recordar siquiera el significado de la palabra.
La vibración de su teléfono móvil le hizo llevar una mano al bolsillo trasero de su ajustado pantalón de cuero. Agarró el aparato y se lo llevó a la oreja.
―Estoy llegando ―fue la escueta respuesta que dio antes de colgar la llamada y regresar el teléfono a su lugar.
Prosiguió su camino sin darle la más mínima importancia a las sombras que se movían entre los rincones, poco inteligentes serían si trataban de atacarle. Nadie iba a intentarlo de todos modos, era lo suficientemente conocido en esos lugares como para que alguien se atreviera a probar suerte.
Un par de minutos más tarde, después de atravesar algunas manzanas, divisó por fin el lugar al que se dirigía. La música llegaba tenuemente a sus oídos estando incluso a una calle de distancia. Suerte que el local estaba en una zona deshabitada de la ciudad, sino más de un vecino molesto se hubiese quejado por el ruido.
Cruzó el paso de peatones medio borrado del arcén y recorrió la acera, pasando de largo la larga cola de adolescentes que se agolpaban junto a la pared de aquella discoteca esperando por su turno de entrada.
Se ganó varias miradas molestas y un par de gestos bastante insolentes cuando el segurata de la puerta le permitió colarse ante todos al reconocerlo.
Entró en el club y la música golpeó sus oídos como un boxeador profesional. Torció el gesto molesto, nunca comprendería por que Yi Hoon había escogido ese tipo de lugar como su tapadera en el negocio. ¿Es que no había nada menos escandaloso?
Resopló. Si no fuera porque andaba escaso de fondos, no habría respondido a la llamada con la oferta de trabajo de su antiguo jefe. Al menos le compensaba un poco saber que no iba a ser el trabajo de siempre, de ser así, ni el estar escaso de fondos lo compensaría.
Anduvo en línea recta por uno de los laterales de la pista de la discoteca. Rodeó la barra, dónde un par de escotadas camareras le miraban con ojos seductores, y llegó a la otra esquina para meterse por una puerta en la que ponía "prohibida la entrada a toda persona ajena a la empresa".
Recorrió un estrecho pasillo con algunas cajas apiladas en la esquina y llegó a la puerta del fondo. Se detuvo frente a ella y llamó.
―Adelante.
Yesung abrió la puerta y entró en la habitación cerrando tras él.
―Yi Hoon ―saludó al hombre sentado tras un pesado escritorio de caoba.
―Yesung, ¿cómo estás? ―preguntó el nombrado haciéndole un gesto con la mano para que tomara asiento en una de las sillas vacías frente a él.
―Bien ―respondió escuetamente.
―Que poco efusivo, después de tanto tiempo sin vernos... ―comentó.
Yesung simplemente se encogió de hombros.
―Bien, bueno. Me alegra que hayas venido, creo que este trabajo te va a gustar.
―¿Hablas en serio? ―preguntó sarcásticamente el moreno―. Sabes que ya había dejado todo esto, ni siquiera sé porqué me has llamado a mí...
―Porque este trabajo es distinto a los demás, ya te lo dije ―respondió Yi Hoon.
Yesung le miró curioso.
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Desbarataste mi mundo por un golpe del destino
FanfictionTras la llamada de su antiguo jefe ofreciéndole un nuevo trabajo, Yesung se dirige a su encuentro con la firme intención de darle una negativa. Sin embargo, el destino caprichoso sorprende al moreno con una propuesta mucho más alentadora de lo que e...