Capítulo 22

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La cabeza le retumbaba horriblemente, la espalda le dolía como mil demonios, sentía horribles pinchazos en su pierna izquierda y su brazo derecho le escocía como si alguien le estuviera prendiendo fuego. Y en medio de todo aquel dolor, logró abrir los ojos.

Tuvo que parpadear repetidas veces para lograr aclarar su vista. Una lámpara que no reconocía pendía del techo sobre su cabeza a unos dos metros. Frunciendo el ceño giró la cabeza a un lado viendo un armario que tampoco logró reconocer. Extrañado, decidió incorporarse.

―Ufff... ―se quejó en un bufido. Aquello no había sido una buena idea.

Se echó un vistazo rápido antes de dejarse caer de vuelta en aquella desconocida cama en la que se encontraba. Le había dado tiempo a verse cubierto con una sábana en una habitación desconocida. Miró su brazo, girando de nuevo la cabeza, viendo un vendaje en él, justo en el lugar dónde empezaba aquel escozor.

Trató de recordar... ¿Qué le había pasado? Un pinchazo atravesó de nuevo su sien y prefirió dejarlo pasar por el momento.

De repente el sonido de una puerta abriéndose le obligó a girar la cabeza al otro lado, a tiempo de ver a una persona entrar en la habitación.

―Vaya... ¿ya estás despierto?

―¿Changmin? ―no pudo evitar el tono de extrañeza en su voz.

―No se si alegrarme de que recuerdes mi nombre... ―murmuró el chico acercándose a él.

―¿Qué...? ―empezó a preguntar.

―Tómate esto primero ―le cortó Changmin dándole un vaso de agua y una pastilla.

―¿Qué es? ―cuestionó el mayor.

―Analgésico y antibiótico ―respondió―. Hay que evitar una infección, las heridas son profundas ―le explicó―. Tienes suerte que no hayan sido mortales.

Asintió y se tomó la pastilla.

―¿Dónde estoy? ―preguntó.

―En mi casa ―respondió el chico―. Me has quitado la cama durante dos días ―le echó en cara.

Asintió otra vez.

―¿Qué hago aquí? ¿Cómo he llegado aquí?

―¿No te acuerdas? ―preguntó Changmin.

Trató de recordar una vez más, pero un pinchazo atravesó su sien y se llevó una mano a la cabeza tratando de mitigar el dolor.

―No recuerdo...

―Bueno... tampoco me extraña ―confesó―. Estabas medio muerto.

―¿Me has curado tú? ―dedujo.

―No, un amigo que hace... "apaños"―respondió Changmin―. No podíamos llevarte al hospital, ya sabes... herida de bala... policía...

―Sí, ya ―afirmó Yesung, conocía el protocolo hospitalario―. Espera... ¿bala? ¿Me han disparado?

Changmin le miró extrañado.

―Yesung ―le llamó―. ¿Qué es lo último que recuerdas?

―Yo... no sé... ―confesó―. Me duele la cabeza ―se disculpó.

―Sí, tienes una pequeña conmoción ―le explicó―. Mira... ¿porqué no te duermes otra vez? Seguro que cuando despiertes te encuentras mejor...

Yesung asintió no muy seguro. No le gustaba no recordar qué había pasado, pero también creía que una siesta le haría bien, pues ese horrible dolor de cabeza no le dejaba pensar con claridad. Además de que un extraño sopor se empezaba a instalar en su cabeza.

Desbarataste mi mundo por un golpe del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora