Ella...2

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Se iba acercando el final de ese verano especial y de su tiempo aquí, como la luna y el sol nos tuvimos que despedir.

Tan triste estoy, tan solo y recuerdo aquella vez que peleamos pasando el tiempo donde nuestra amiga. Esto se volvió algo cotidiano. Tuve que alejarme, sentía que la lastimaba; aunque eso lo pensé desde un principio pero aun así corrí el riesgo y no lo lamento.

Yo era un loco sin remedio pero ella logro cambiar muchas cosas en mí. No sé cómo pero lo hizo tal vez fue su personalidad, o su carácter que encajo tan bien con el mío, al comienzo no lo notaba pero ahora entiendo todo.

A veces nos quedamos despedazados, sintiendo que la vida se derrumba por tonterías y nos arrastra, pero hay algo que no te enseñan en las escuelas y debes aprenderlo precisamente así, rompiéndote una y otra vez; y es que aunque te duela y no lo entiendas, en el camino en busca de la felicidad, debes recomponerte las veces que sean necesarias para que al final todo tenga el sentido que antes no le encontraste. —me dijo aquel ultimo día.

Y fue en ese momento, en el que pensé que ella estaba mal y me preocupe. Ahí me di cuenta que ella me importaba más que nadie.

Su vida era muy triste, era muy débil, pero como ella cambio cosas en mi yo también lo hice con ella. Tenía muchos secretos igual que yo. Creo que esa es la razón por la que nuestras almas se entendieron. Al pasar del tiempo, lo acepto le hice mucho daño, hubieron algunas mentiras. Se me salió todo de las manos.

Sabía que se estaba rompiendo en el momento que le confesé aquello, aunque ella me dijera lo contrario, se que trataba de mostrarse fuerte a esta situación, porque detestaba que llorara por todo.

Las cosas cambiaron desde aquel entonces, no nos hablábamos como antes. Trataba de no mirarla a los ojos porque sabía que estaba rota. Amaba cuando cruzábamos nuestras miradas, pero ya no era como antes su mirada estaba perdida. Trate de arreglarlo pero le hacía aun más daño. Dejamos de hablarnos.

No aguante esto así que di de nuevo la iniciativa. Ella no decía nada, le gustaba que yo dijera cosas, pero ella callaba. Solo sus ojos y sus manos hablaban y eso para mí bastaba. Le mostré todo de mí, y sabía que nadie me querría tanto como ella que al ver lo peor de mí y aun así seguía a mi lado. Lo que más me gustaba de ella era que no pretendía gustarle a todos, solo a mí. Yo había decidido no creer en el amor pero ya era demasiado tarde, su sonrisa ya había echo efecto en mi.

Entendí que significaba amar, amar... era saber que aunque te dieran miles de oportunidades para escoger a otra persona, escogerías a la misma sin duda alguna.

No importaba cuantos errores cometiera seguía siendo la misma o al menos eso aparentaba, una noche me dijo: -eres malo. —como única respuesta, sonreí y levante el dedo para darle un toquecillo suave en la punta de la nariz.

- y tú eres mía—dije. Y me fui.

Y comencé a esperarla todos los días, por ejemplo si venía a las cuatro de la tarde, comenzaba a sonreír desde las tres. No me llamaba la atención verla por las noches ya que todos a esa hora estábamos un poco rotos o un poco tristes o un poco muertos. Y acepto que mi carácter es muy fuerte y no quería hacerle más daño del que le había hecho.

"Acostumbrar", era la palabra que debía tener en cuenta en su cabeza, porque yo cambiaba de ánimo constantemente. Sentí vértigo cuando supe que me había enamorado de ella, tenía esa sensación que uno tiene cuando sube a una montaña rusa, la sensación de que puedes morir, pero que quieres hacerlo de todas maneras... pensé no hay nada que perder. Pero, en realidad perdería algo muy importante si no hacia bien las cosas. La perdería a ella, y perderla sería como perder todo lo que en ese momento me hacía sentir bien. No digo "feliz", ya que para mi ese estado no existía en mi vida.

Trate de no cometer errores, pero aunque los cometiera ella aun seguía allí, escuchándome como nunca nadie lo había hecho. Sigo afirmando que ella era diferente, ella era tan... tan ella. Siempre me parecía poco el tiempo que pasábamos juntos. Mil veces sentí deseos de cogerle la mano, y mil veces me quede quieto, sin hacer nada. Estaba un poco confundido; quería decirle que la amaba, pero no sabía cómo empezar. En una ocasión teníamos las narices a tan poca distancia que pensé que con un leve movimiento podíamos rozarlas. Pero lo más impresionante eran nuestros ojos. Mis ojos, los suyos. Mis ojos en los de ella. Sus ojos tenían mi cara dentro. "te quiero", me dijo. Y me dio un beso, su primer beso tal vez. Me rozo sus labios. Y lo único que sentí fue una cosquilla en la panza.

-¿puedo acompañarte a casa?

-si

-¿puedo verte mañana?

-sí, sí, sí.

Caí en sus brazos y la abrace con fuerza. Era el único sitio del mundo en el que quería estar en aquel momento.


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⏰ Última actualización: May 26, 2016 ⏰

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