Simple (ensayo)

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Preparando mis cosas a la noche, apurada por dormir, enojada por tener que levantarme temprano, peleado con la persona que amo por una estupidez no tan estúpida me vi envuelta en una situación de lo más normal que me dió que pensar.
Me quería cortar el pelo. Más bien, el flequillo.
Automáticamente pensé, en qué me dirían las personas de mi entorno. ¿Por qué? Si es mi cabello, no el suyo.
También pensé en mi novio, en que me prohibió cortarme el flequillo y en su cara cuando me viera. Me apené.
Lo dejé pasar pero al rato, quería cortarme el pelo otra vez.
Y de repente vino hacia mí una frase: ¿POR QUÉ NO?
Y pensé, cuantas cosas no hacemos por miedo a la reacción de los demás. Por la cara que van a poner, por lo que van a decir o por cosas que imaginamos sin estar seguros de si pasarían o no.
¿Tan difícil es arriesgare hoy? Hoy y no mañana. Hoy.
Ahora, por ejemplo no sé si cortarme o no el cabello; porque pensé tanto en ello que me cansé de la idea.
¿En cuántas cosas pensamos tanto al punto de cansarnos después?
Nos cansamos y tratamos de bloquear eso que querémos, pero que a los otros no les gusta.
Decímos, en un acto de lucidez, que vamos a cambiar, que lo que digan ya no nos va a importar. Pero es mentira. Parece que querémos agradar todo el tiempo a otros, en vez de a nosotros.
YO quiero cortarme el pelo, YO quiero cambiar.
Ya no quiero esperar más.
Me puede quedar bien o mal.
El pelo crece, la vida pasa... y yo estoy por buscar mis tijeras.

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