Capítulo 2

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El sol se asomaba tímidamente en el cielo y se filtraba por la ventana de la habitación de Vega. La chica dormía plácidamente en su cama cuando el ruido de un golpe la despertó. En el piso de abajo, Kein Cheadle se batía en duelo con una cucaracha. El insecto corría de un lado a otro por el suelo de la cocina y el hombre lo perseguía con una sartén en la mano dispuesto a golpearlo. Vega, al escuchar el ruido, fue hacia la cocina rápidamente y comprobó con gran fastidio que se había levantado en vano. Al principio se preocupó pero luego, al ver que era su padre intentando matar a cucaracha, concluyó que no había peligro alguno. También consideró que la idea de irse a su cuarto era factible, ya que no quería estar presente cuando su padre matara al bicho. En su habitación, se acostó en la cama y comenzó a ojear una de sus revistas de moda. Las modelos lucían guapas pero extremadamente delgadas, lo que las hacía ver frágiles. Hubo una época en la que Vega quería ser como ellas: salir en las portadas de las revistas más conocidas, desfilar para marcas importantes, dejarse fotografiar por paparazzis...Pero luego había visto lo que sufrían aquellas chicas, algunas no comían en semanas, y había cambiado de opinión.

Como su estómago empezó a rugir, Vega decidió que era hora de desayunar. Cuando volvió a la cocina, vio a su padre sentado en una de las sillas, leyendo el periódico y con una taza de humeante café en la mano. Parecía una persona normal, como si no hubiese estado persiguiendo a una cucaracha minutos antes.

- Buenos días-dijo ella.

- Hola.

-¿Queda café?- preguntó Vega, señalando la taza que sostenía su padre.

-Sí, un poco.

Vega vertió el café que quedaba en la cafetera y luego comenzó a beberselo. Le gustaba saborear la amargura del café, era una sensación placentera, sobre todo en invierno.

Su padre y ella no hablaron hasta que él dejó el periódico en la mesa. El hombre miró a su hija, se parecía mucho a su madre aunque tenía la misma nariz que él. Los cabellos de ella eran negros y rizados y su piel morena lucía suave, en cambio el pelo de él era castaño casi rubio y su piel era pálida. Otro rasgo que tenían padre e hija en común eran los ojos color esmeralda, grandes y observadores.

-¿Cuándo iremos a visitar a mamá?

- Todavía no, es muy pronto. Cuando ella se encuentre mejor la visitaremos.

- Papá, ella siempre estará enferma. No puedes hacer nada, acéptalo.

Kein miró a su hija por largos segundos y luego se levantó y salió de la cocina. Se habrá enfadado. Dios, por qué es tan...así. , pensó Vega. Colocó su taza en el fregadero y fue al salón, desde la ventana veía la casa de en frente, que se encontraba decorada con luces de Navidad y muñecos de nieve. También pudo ver el gran árbol de Navidad, que no pasaba desapercibido en el jardín nevado, cuyas luces brillaban incluso más que las estrellas. Cómo le gustaría decorar el árbol de Navidad, con su padre y su madre. ¿Qué más da si está enferma? Sigue siendo Elisabeth Cheadle, la madre más divertida, hermosa y buena del mundo. La echaba de menos, y mucho.

Volvió a su cuarto y antes de entrar en él escuchó unos sollozos, era su padre quien lloraba. Entonces se sintió avergonzada, no le gustaba escuchar a la gente llorar y menos a su padre, al fin y al cabo él seguía siendo una persona humana y tenía sus sentimientos.

En su dormitorio se acostó en su cama y durmió, despertó varias horas después, cuando el sol se estaba poniendo. Las luces del atardecer iluminaban su habitación de forma tenue, en el exterior las sombras de los árboles jugaban con la nieve y los niños que antes jugaban, volvían a sus casas. Vega no quería quedarse en casa, quería salir y sentir la fría nieve. Aprovechó que el cielo estaba despejado y se vistió y salió a pasear, no sin antes avisar a su padre.

Tras caminar un rato escuchó una voz detrás suya:

-¿Adónde vas vecina?

Era él, ese chico, su vecino. ¿Cómo se llamaba, Bonifacio? No. Ah, era Bellamy.

-Hum, hola.

-Dando un paseo, ¿eh?

-S-si. -dijo ella y preguntó- ¿Y tú?

- Te vi salir y te seguí. ¿Sabes acaso adónde vas?

Vega reflexionó un momento. Realmente no sabía adónde iba, no conocía ese lugar.

- Conozco un sitio que seguro te gustará, sígueme. - sugirió Bellamy.

Dado que no quería volver a casa, decidió seguir al chico. Al principio la condujo por un camino llano pero luego comenzaron a subir por una pendiente. Cómo el suelo estaba lleno de nieve, tuvieron que subir agarrados de la mano. El chico soltaba de vez en cuando comentarios graciosos, hasta que finalmente llegaron a un descampado en la cima de una pequeña montaña.

-Aquí es. ¿Qué te parece?

- Una montaña ¿bonita?

- Espera a que oscurezca un poco. - dijo él mientras se acostaba en el suelo.

Vega hizo lo mismo, pero colocando su grueso abrigo debajo. Esperaron hasta que las últimas estrellas salieran y luego, un espectáculo luminoso. En el cielo nocturno se apreciaban miles y miles de estrellas. Algunas eran rojizas, otras blancas, otras amarillas...

-Guau-dijo Vega, sin querer.

Bellamy la miró y sonrió. Esa chica era especial y él lo sabía.

Vega, en un acto de valentía, comenzó a recitar los nombres de las constelaciones. No le gustaba hablar en público y menos parecer una sabelotodo, pero con el cielo brillante en sus cabezas, ese con el que tanto soñaba, le daba igual todo.

-¿Quién te ha enseñado las constelaciones?

-Mi madre- dijo ella con melancolía.

Y entonces ella comenzó a llorar, no sabía porqué exactamente. ¿Será de felicidad por ver ese paisaje o tristeza por no tener a su madre consigo ahora mismo? A ella le habría gustado, algún día la traería aquí.

Bellamy se mantuvo callado el tiempo suficiente para que Vega dejara de llorar y luego preguntó:

-¿Te encuentras bien?

La chica asintió y seguidamente se levantó.

-Debo irme. Gracias por traerme aquí. -dijo ella mientras sonreía. Luego desapareció de la vista de Bellamy.

El deseo de Vega || #ConcursoBASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora