Capítulo 29: La peor noticia posible

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No entendía nada de lo que estaba pasando. Me llevaron deprisa hacia el exterior del palacio sin querer darme una sola explicación. Si preguntaba, la única respuesta que obtenía era el silencio por parte de ambos. Lo más que conseguí sonsacarles era que teníamos que ir a la biblioteca con urgencia, pero era lo mismo que me dijeron antes de salir del cuartel. Lo único que sabía era que necesitaban hablar conmigo en un lugar a solas y que parecía ser algo bastante importante para requerir tanta urgencia y privacidad.

Las calles de la ciudadela estaban vacías aquella noche, y las pocas personas que estaban paseando no parecían reparar en nuestra carrera a paso rápido hacia la biblioteca. El anciano parecía estar bastante sereno, aunque serio, contrastando con el nerviosismo de Trent quien, no sé si por lo que tenía que contarme o por la luz de la luna, parecía estar más pálido que de costumbre. Me di cuenta de que no era una imaginación mía su palidez cuando, hasta a la luz de las antorchas en el interior del edificio, su piel seguía viéndose igual de blanquecina.

La oscuridad y el silencio, junto a la sensación de soledad, hacían que las luces y el crepitar de las llamas en las antorchas se volvieran bastante siniestros. Nuestros pasos resonaron por toda la biblioteca conforme avanzábamos por el largo pasillo de la planta principal, rodeado de multitud de estanterías con libros tapizados en cuero y manuscritos enrollados con cintas llenando por completo sus estantes. Alcanzamos la escalinata que conducía hasta el segundo piso; ahí tampoco había nadie. Y me preocupaba que tuvieran tanto cuidado y tomasen tantas precauciones para una simple conversación. Aunque pronto sabría que aquella conversación de simple no tenía nada.

-Esto que hablemos aquí no debe saberlo nadie más aparte de vosotros dos-dijo el maestre con solemnidad-. La única persona con la que podéis hablar de este tema es con vuestro amigo Artrio, pues sospecho que puede estar implicado de alguna forma con lo que ha sucedido.

-¿Pero qué es lo que ocurre?-pregunté nuevamente, cansado de repetirlo-. ¿Y qué pinta Artrio en todo esto?-añadí, sin entender qué estaba pasando.

-¿Dónde estuviste ayer?-preguntó Trent, y le respondí con sinceridad sin saber por qué me lo preguntaba-. Tus compañeros también fueron a otras aldeas con la misma misión, ¿verdad?

-Sí, pero preferiría no tener que recordar eso-dije algo incómodo por la situación.

-Esa misión te va a marcar más de lo que piensas-dijo el anciano cruzándose de brazos-. No os han traicionado solo a vosotros, han traicionado también a muchos inocentes.

-Eso es algo obvio, he visto con mis propios ojos cómo un puñado de mercenarios han masacrado una aldea entera-respondí molesto, comenzando a enfadarme.

-No me refería solamente a Argard y a los demás poblados que os mandaron asediar-volvió a comentar con ese halo de misterio que envolvía aquella conversación.

-¿Te refieres al comandante del que nadie sabe nada?-pregunté con curiosidad.

-Se refiere al objetivo de aquel comandante-respondió, esta vez, Trent, agachando la cabeza.

-¿A dónde crees que se dirigió ese capitán tan "misterioso"?-preguntó retóricamente el maestre-. Habéis visitado ambos ese lugar recientemente, así que no debería costarte ningún trabajo suponerlo.

-El único sitio al que hemos ido es a Alquimia-dije empezando a temerme lo peor-. Pero es imposible que lo hayan marcado como objetivo, ahí solo viven alquimistas que centran su vida a estudiar, jamás podrían relacionarlo con los rebeldes por más que quisieran. ¿Acaso no se supone que lo respetan igual que si se tratase de un sitio sagrado?-pregunté.

-Pues parece que el respeto del que disfrutaron tantos años no ha servido de nada, se ha roto y ha desaparecido sin más-dijo el maestre. Miré interrogante a Trent, pero ni siquiera hizo falta que me mirase y me respondiera para darme cuenta de que tenía razón.

El precio de la libertad: Sueños de grandezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora