Los 4 enviados del viento

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—En los confines del universo, existe un planeta llamado Siara— Dijo la voz desde algún lugar, estaba confuso, estaba como en una caverna submarina, el sonido del agua a mí alrededor me rodeaba y abrazaba como si estuviera hasta el cuello de agua

—Se, que quizás estés confuso, pero no te preocupes, todo tendrá sentido en su momento—. La sensación del agua era muy extraña y el no poder ver las paredes era claustrofóbico, lo que me tenía inquieto

—En estos momentos una magia ancestral te está llevando junto a once jóvenes más a Siara y Dequia mundos hermanos, destinados a luchar en una guerra eterna— Continuó la Voz, mientras me hablaba, me dedicaba a tantear el suelo en busca de algo.

—Pronto ustedes deberán salvar este universo, o llevarlo a la destrucción, por favor no fallen, pues de ustedes depende todo lo que es la inmensidad de nuestro universo, si la balanza de Libra se rompe todos seremos destruidos— Dijo la voz que se fue haciendo más lejana a medida sentía como era agarrado por una fuerza invisible y salía de la caverna.

—Despierta— Una voz me hablo en mi mente, Sarah, desperté sudando en medio de un campo, vi un grupo de hombres y mujeres imponentes en armaduras brillantes, que relucían a la luz del sol y contrastaban con el verde del campo en el cual me encontraba, una mujer de armadura verde esmeralda me observaba a lo lejos, poseía rasgos humanos pero note algo extraño en su forma de andar, poseía alas, era como ver un ángel, claro, con espadas, y armaduras que los hacían parecer titanes al lado de un chico de trece años, el séquito se acercaba hacía mi a paso firme, disciplinado, sentí cierta admiración por el orden de aquellos soldados, mientras se acercaban los soldados abrían camino a la mujer de armadura esmeralda, formando un túnel con las lanzas en alto para dejarlas sujetas en el suelo apuntando al cielo, se quedó delante de mí y me miro a los ojos, sus iris amarillas contrastaban con su armadura y, su cara formada por la disciplina y la dura preparación sonreía.

—Eres el chico, del cual hablo la reina— Dijo reverenciando.

—Soy la general Suraban, un gusto conocerle— Dijo estrechándome la mano con fuerza causándome un poco de daño.

—Estamos aquí por orden de la reina, para enseñarte a luchar, para enseñarte a seguir las órdenes y la disciplina y sobre todo, para que puedas ser la balanza de libra— Dijo solemne, me miro y sonrió al ver mi cara de imbécil al no entender de que estaba hablando.

—Tranquilo ya vas a entender a qué me refiero— Dijo riendo —Y si no, pues lo entenderás a la fuerza— Continuó, golpeando un puño en la palma de su mano sonriente, tengo un mal presentimiento de lo que viene. Libra se había despertado.

—Sé que no entiendes nada chica— Me dijo, esa voz llevaba un rato hablando de planetas hermanos y chorradas que no tenían mucho sentido, no sé de dónde provenía pero sé que venía de algún lugar de este muro de árboles, el cielo poseía varios colores era como un arcoíris.

—Sé que ya entenderás que ocurre pero no te preocupes Leo, ya estas pronta a despertar— Dijo la voz, espera... ¿Me había dicho Leo? Siento como los árboles se abalanzan sobre mí.

—Despierta— Me dijo una voz, era la de Sarah, desperté en un bosque de apariencia turbia, a mi lado había un daga y una nota "Cuando despiertes, busca un punto más alto, he dejado maniquíes por todo tu camino escondidos, o a la vista de todos, degollalos, apuñalalos de las maneras más creativas y rápidas que sepas, estaré observándote, no me falles, chica"

—Otra vez con sus estupideces aleatorias— Dije al aire exasperada. Leo había despertado.

—Joven Escorpión, ha llegado el momento de que despiertes— Dijo la voz desde algún lugar, estaba en una especie de isla en un mar rosado, amarillo y otros colores.
La voz hablaba desde algún lugar y tendía a decirme Escorpión, me había hablado de dos planetas hermanos que estaban en guerra y que más once amigos míos, seré enviada para hacer que la luz gane una batalla ancestral.

Crónicas de los planetas hermanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora