U N O

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-—¡Hija, la cena ya está lista! —escucho que grita mamá de abajo, volteo a ver la puerta.

— ¡Ya bajo, solo un segundo!— vuelvo mi vista a la notebook y ruedo los ojos.

— ¿Ya le dijiste a tus padres?— pregunta Amber del otro lado de la pantalla

—¿Decirles qué?— me pongo un dedo en la boca

—Lo del tatuaje vida mía— rueda los ojos.

— No lo sé — miro hacía la ventana— creo que voy a esperar hasta que cumpla los 18.

— Faltan 4 meses, Azul

— Ya sé, solo que...— empiezo a jugar con un mi pulsera— a mi papá no le gusta mucho la idea de pintar mi piel.

— Y entonces, ¿por qué lo hiciste?

— Tarde o temprano lo iba a hacer— me encojo de hombros

— Y decidiste temprano— odio que siempre tenga la razón.

— Él dijo que lo podía hacer cuando cumpla 18 y ya no viva bajo su techo.

—Aja...— hace un gesto con la mano, para que siga.

— Solo que no me resistí— suspiro y froton mi cara— es que es muy hermoso, mira— le muestro mi muñeca.

— ¿Y como lo vas a ocultar?— levanta una ceja.

— No sé, me pondré una campera— digo como si nada, la verdad es que no pensé en eso.

— Azul, amiga mía— bufa—estamos en pleno verano.

— Bueno no sé, ya voy a ver, solo... deseame suerte.

— Suerte.

La puerta se abre y yo instantáneamente escondo mi brazo.

— Hija— habla mi mamá— oh, hola Amber— saluda hacía la pantalla.

— Hola señora Parish— responde muy educadamente mi amiga.

— La cena ya esta, Azul y no tardes en bajar, sabés que a tu padre no le gusta que tardes— me mira señalándome con un dedo.

— Si tiene hambre que empiece sin mí.

— No hables así, somos una familia y las familias comen todos juntos en la mesa— ruedo los ojos mientras miro mis dedos, el espalte de uña ya se ésta desgastando— ¿escuchaste?— asiento para que no siga con sus discursos y se valla de una vez— chau Amber, mandale un saludo a tu madre de parte mía.

— Chau señora y no se preocupe que serán dados— le responde antes que se valla, miro a la pantalla, donde me encuentro con mi amiga sonriendo y con las cejas levantadas— te lo repetido nuevamente amiga mía— se lleva una mano al pecho dramatizando— Que la suerte éste siempre de su lado.

— ¿No será, que este de tu lado? En mi caso, ¿no?— río.

— Lo qué sea— rueda los ojos— me mantienes al tanto si te mandan a un convento o a la horca, para poder despedirme de vos, claro.

— Si es que me dan tiempo a avisarte— agarro la tapa de la computadora— nos vemos Amber.

— Chau— cierro la notebook y me paro.

Refriego mi cara con mis manos y suspiro. Voy a mi armario y busco una campera liviana para ponerme. En mi panza están esas famosas cosquillas de los nervios y empiezo a temblar. Busco y busco hasta qué encuentro una campera más o menos liviana para aguantar el calor. En este momento me arripiento de mis impulsos. Pienso y me pego mentalmente por no esperar cuatro meses para mis 18 y poder hacérmelo libremente, sin después estar preocupada por la reacción de mi papá.

Inefable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora