—¡Anastasia espera! —Gritamos. —Nosotros podemos contarte lo que quieras saber, después de todo es de nuestro pasado de quien hablamos. —Añadí.
—Vosotros no sois de fiar. —Contestó, desapareciendo por la puerta del bar.
Genial. Jenna era una persona de fiar pero que cuando alguien necesitaba información de algún tema, ella ocupaba el lugar de la Wikipedia. Ni Álex ni Marcos ni yo queríamos que Anastasia supiese algunas cosas. Como dicen, el pasado es mejor quedarlo en eso, pasado, y no sacar sus recuerdos y momentos a relucir, no tiene nada nuevo que ofrecernos y solo va a ocasionar sufrimiento.
—O entramos en ese bar y la paramos o estamos perdidos. ¿Por qué os paráis? —Preguntó Álex con el picaporte de la puerta agarrándolo en sus manos y mirándonos extrañado.
—Pensándolo bien, a mí me da igual que sepa lo que quiera de mi antiguo yo. —Dijo Marcos pensativo. —No es que me avergüence en absoluto de él. No tengo razones para hacerlo.
—Seguro que has hecho cosas de las que te arrepientes. —Le dijo Álex.
—En realidad no, me enorgullezco de ellas, pero... —Me miró pensativo. —James, sin embargo, tiene mucho que ocultar ¿no? —Se acercó lentamente. —Jenna es como una persiana, se enrrolla contando grandes historias que pasaron en Nueva Orleans de personas épicas. Créeme, tú eres una de ellas. —Puso su mano sobre mi hombro. —Pero no de las buenas. Así qué si no quieres perder a tu chica, ya puedes empezar a correr.
Hay muchas cosas que no recuerdo porque la mayoría del tiempo estuve borracho. Digamos que las fiestas de Nueva Orleans no son muy sanas y que darme alcohol a mí es como ofrecerle un casino a un ludópata. En el pasado claro, actualmente estoy perfectamente.
Luchando contra mis ganas de pegarle un guantazo a Marcos por ser tan... Bueno, por ser Marcos; corrí hacia la puerta del bar, adentrándome una vez más en ese sombrío y viejo lugar. Si lo pensábamos, era sorprendente como ese bar se mantenía aún en pie. Cada cosa seguía en el mismo lugar que hace años, los mismos colores, la misma música e incluso un antiguo tocadiscos, que aunque ahora mismo estuviese cubierto de algo de polvo, anteriormente, creo recordar que sonaba de maravilla. Seguro que Jenna sigue poniéndolo de vez en cuando. Realmente parecía que a aquel bar le habían echado un hechizo de brujería para que se conservase así y aún siguiese teniendo la misma cantidad (o más) de clientes.
—Anastasia. —La llamé cuando pude verla sentada en la barra charlando con Jenna. Siendo sincero, un gran nudo en la garganta se me ha formado y no me deja coger aire.
—Tranquilo caballero de la armadura blanca. —Me interrumpió Jenna mientras que le servía otro chupito a Anastasia. —No he nombrado ninguna de tus fechorías.
—Solo sabe emborracharme. —Intervino Anastasia balanceando el diminuto vaso en su mano.
—Creo que la he convencido para que beba un poco. —Mencionó la camarera mientras que se encogía de hombros. —Hago bien mi trabajo.
—Eso no lo dudo. Es sorprendente que este bar siga en pie y ya sabemos que la razón eres tú. —Se entrometió Álex, que acababa de entrar en las mismas condiciones que yo hacía unos cinco segundos.
—Tener clientes fijos ayuda bastante. Ellos se traen a sus herederos generación tras generación. —Contestó sonriente. —Hay que saber conquistarlos.
—Como a James en su época ¿no? —Participó Marcos.
¿Y este no se iba a quedar fuera del bar porque no le importaba lo que Jenna pudiese revelar de él? Marcos no es menos que Álex o que yo, todos tenemos un pasado oscuro y unos demonios que parecen acecharnos más cerca que nunca, seguramente haya recordado algo que no quiere que salga a la luz. Después de todo, aunque alarde de ser mejor, estamos en una clara igualdad.
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Creo que me he enamorado... (Terminada).
Novela Juvenil¿Os acordáis de mí? Sí, sí, soy James. Ese que era el mejor amigo de Ana y que a su vez también amigo de Álex. Ese que se enamoró de ella como un loco. Ese que siempre estaba a su lado en sus peores momentos. Ese que consiguió conquistar su corazón...