2 - Secreto para volar

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A un costado del sofá verde oliva, el papá de Bruno apoyaba su gran tesoro: un ukelele, que guardaba en su estuche rígido, de interior aterciopelado, para que no se rayase. Lo tomaba cada tanto e intentaba copiar los acordes de sus temas preferidos. No tenía un gran talento para la música y desafinaba bastante, pero le ponía ganas y pasión, y finalmente lo lograba. A fuerza de repetición, ese y los demás temas que escuchaba Ramiro quedaron grabados a fuego en ese hijo menor que se sentaba a sus pies a acompañarlo.

Bruno recuerda que él tendría unos cinco o seis años, y su padre y él escuchaban el disco por tercera vez. Su padre cerró los ojos.

—¿Te estás durmiendo, papi? —le preguntó.

Él lo miró y sonrió.

—No, Bruno. Es que si cerrás los ojos y te dejás llevar por la música, volás.

—¿Cómo que volás? Si no tenes alas... ¡Los pájaros vuelan! No las personas —refrutó, seguro de su respuesta.

—Volás con la mente, Bruno. Estás acá en casa, pero oyendo con el corazón, sos capaz de viajar muy lejos. Tan lejos que podés llegar a otros mundos —dijo, haciendo un movimiento con el brazo extendido que abarcaba el comedor—. ¡A otras épocas de tu vida! —Suspiró—. Cuando seas grande vas a entender.

Lo upó y ambos se quedaron enroscados.

En ese entonces era chiquito para comprender esas palabras, pero hoy entiende, porque él también vuela lejos escuchando música. Siente como si despegase de su propio cuerpo y se elevara hacia ese otro mundo donde ahora está su padre desde que murió.  Un lugar sin tiempos ni espacios. Él  sabe que ambos se conectan a través de las melodías, pero no se lo dice a nadie. Lo creerían diferente, fantasioso.

Tampoco le contó a nadie aquel sueño que tuvo una vez, poco tiempo después de que Ramiro muriese. Recuerda que, aparentemente dormido, su padre y él tuvieron una conversación. Estaban en su dormitorio, Bruno acostado y Ramiro a los pies de la cama:

—¿Por qué siempre cantás lo mismo, pa?

—¿Father and son? ¿Esa canción de Cat Stevens? —preguntó él, sonriendo.

—No sé, esa que cantás...

Su padre la tarareó.

—¡Esa! ¡Esa misma! —contestó Bruno, incorporándose de golpe.

—Porque me llega acá —dijo, golpeándose el corazón con el puño cerrado.

—¿Pero qué dice la canción?

—Es un papá que le habla a su hijo...

Miró al vacío y suspiró.

—¿Qué le dice al hijo?

El padre se acercó, le pasó un brazo por los hombros y lo observó con ternura.

—Le dice muchas verdades.

—¿Cómo qué?

—Como que hay momentos en los que es mejor esperar y no actuar a lo loco.

Bruno ladeó la cabeza y continuó con sus preguntas:

—¿Tu padre también te hablaba así? ¿Como ese señor de la canción?

—Yo no tuve papá. Bueno, no lo conocí. Pero me lo imagino como ese señor que le da consejos a su hijo. Que lo quiere mucho, mucho, así como yo te quiero a vos.

Y dejó el abrazo para hacerle cosquillas.

¿Fue un sueño o sucedió realmente? ¿Cómo saberlo?

Pensar en su padre le traía varios sentimientos encontrados: angustia, amor, rabia, impotencia..., pero sobre todo, dolor.

Lo extrañaba profundamente.

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*Historia escrita por la autora uruguaya Cecilia Curbelo*

AUNQUE ÉL NO ESTÉDonde viven las historias. Descúbrelo ahora