Era un hermoso día de verano en Venecia, Julia siempre había querido conocer esa ciudad pero nunca se había dado la oportunidad, no había viajado poco en sus 28 años de vida, pero Venecia siempre le fue esquiva...hasta ahora, y parecía que la estuviese recompensando por eso, el día estaba hermoso, en su aire se podía respirar paz, esperanza, promesas, misterio y eso a Julia le encantaba, sabía que no se iba a arrepentir, sabía que en este viaje iba a cumplir con su objetivo: iniciar una nueva vida en busca de la felicidad. Quería encontrarse con ella misma, aprender a asumir su vida sin tanto drama y vivir cada minuto como si fuese el último. No había tenido una mala vida, al contrario, el éxito la sorprendió rápido, sin ella darse cuenta, tenía la vida que mucha mujeres a su edad quisieran tener y lograda por ella misma, por sus méritos, por su esfuerzo. Y no todo era trabajo, ella conocía bien los placeres del éxito, viajes, fiestas, comodidad, no era de lujos extravagantes pero si de las cosas buenas, pero algo faltaba en su vida, ya casi nada la sorprendia, su yo racional había apagado un poco a su corazón soñador.
Caminaba por las estrechas calles de la pintoresca y romántica Venecia contemplando cada rincón, disfrutando de cada paso, del bullicio de la gente, del olor a buena comida, del ambiente festivo que esa bella ciudad le estaba regalando.
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En un pequeño muelle estaba él, Benedikt, había llegado a Italia por trabajo, no solía demorarse en en este tipo de viajes, pero esta vez sintió la necesidad de escapar de la rutina, de hacer algo diferente, ya había ido a Venecia un par de veces, pero hoy había sentido la necesidad de volver,me caminar sus calles, de pasear en góndola, a veces reprimía sus impulsos, pero ahora no quiso hacerlo, tenía un fin de semana libre y estaba dispuesto a disfrutarlo, se lo merecía, a sus 32 años sabía poco de disfrutar los momentos libres, había tenido una vida frenética como futbolista, no se quejaba de eso, amaba y disfrutaba de su carrera, pero vivía con tal pasión el fútbol que disfrutar de las demás cosas de la vida pasaba a un segundo plano. Hoy había amanecido con muchas ganas de hacer algo diferente, por eso decidió atrasar unos días el vuelo que lo llevaría de vuelta a su país y en vez de eso tomó un vuelo de Milán a Venecia, al fin y al cabo no tendría compromisos con el equipo hasta en varios días y no había nadie que lo esperara en casa y sus padres y sus hermanos estarían felices de que se tomará unos días para él, eso se lo repetían en cada pausa con el equipo y ahora quería hacerles caso, quería buscar su felicidad más allá del fútbol.
Estaba esperando que Fabrizio, un gondolero que un amigo le había recomendado, terminara de alistar su Góndola, para llevarlo a dar un paseo. Todo había estado muy silencioso en el muelle por unos minutos hasta que oyó unos pasos, los ignoró, estaba bastante absorto en sus pensamientos y mirando el paisaje, no quería ser interrumpido por nada.
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La estrecha callecita la llevó a un bonito y solitario muelle, a lo lejos pudo ver una Góndola y no dudó en caminar hasta a ella, pero antes de llegar se topó con alguien
- En que puedo ayudarla señorita- dijo el hombre con tono amable y en fluido Italiano, Julia se defendía con el idioma así que también le respondió en Italiano
- Hola, vi la góndola y se me apeteció dar un paseo, estará disponible? - dice Julia con una sonrisa cálida y encantadora
- Lamento decirle señorita, que ya la góndola está comprometida, ya mismo salimos, si gusta esperarme, estará libre en unas dos horas o mañana si gusta- responde el hombre de nuevo muy amable
- Son muchos? Podrían darme un espacio, yo no molestaría, yo pagaría mi parte- dice insistente, Julia quería subir a esa góndola, algo le decía que debía hacerlo
DU LIEST GERADE
Encuentros e historias del amor y sus líos
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