~Capítulo Cuatro~
Sabina volvió a hacer ese sutil contacto con David cuando éste le ofreció su mano, para poder ayudarla, como todo un caballero, a bajar del lujoso auto. Un audi de color negro, estilo deportivo y de vidrios completamente polarizado, dándole así un toque misterioso. Digno de él. Tal y como había mencionado antes, prefirió darse el trabajo de conducir que gozar de un avión privado, la cual, lo dejaría a los pies del aeropuerto, esperando por un inseguro taxi hasta quién sabe qué hora.
David le entregó las llaves a uno de los chicos de pie fuera del elegante restaurante, y éste la aceptó, haciéndole una leve seña con la cabeza. David pasó sus ojos por el joven, fijándose en el respectivo uniforme que vestía. Sus ojos leyeron el nombre en la pequeña tarjeta en su pecho, costado izquierdo específicamente. Andrew Hill.
—Estará en buenas manos. Hay un estacionamiento exclusivo para los clientes en la parte trasera. Me aseguraré que tenga un buen sitio. —Explicó el joven que estacionaria el particular vehículo.
David asintió, para luego verlo con poca confianza luchar con el botón de la alarma, al activarse automáticamente al ser cerradas las puertas. El joven apretó un par de veces el botón, y luego de un incesante minuto, el cierre cedió.
Andrew volteó a ver al dueño de semejante automóvil, para luego hacerle una seña con la palma de su mano.
—Estará bien. —Dijo al subirse.
—Sí claro... —habló casi para él, siendo oído por la joven frente a él.
—Ahora ya sabemos lo cuidadoso que eres con tus cosas. —La vista de David fue atraída por la voz de Sabina. La miró fijamente y ella sonrió.
—Procuro ser cuidadoso con todo lo que me interesa. —Confesó y esta vez, ambos compartieron la sonrisa, mientras sus orbes se posaban directamente en la otra. David bajó sus verdes ojos hasta los carnosos y rojizos labios de Sabina, humedeciendo los de él... ¡cómo deseaba besarla!
Andrew Hill encendería el motor del vehículo y un fuerte y agudo sonido llamaría la atención de ambos, al ver sido interrumpidos. David lo maldijo internamente. Había deseado tanto besar esos labios desde que abandonaron los territorios de Charlie y ahora el chico -el torpe chico- parecía querer fastidiar.
Observó molesto al chiquillo a través del polarizado vidrio, seguro que el chico también lo observaba y, poco a poco, el vehículo comenzó a avanzar, alejándose de la vista de David, y Sabina también.
David bajó levemente la cabeza y alzó solo los ojos, ella lo miraba, con una infantil mueca posada sobre sus labios.—Mejor entremos, se está poniendo más helado —dijo y, con cierta astucia, posó un brazo en el hombro de ella, pegándola a su cuerpo.
—Buenas noches señor... —dijo un hombre—, señorita.
Ambos respondieron al amable saludo, tanto David como Sabina; aunque ambos también notaron la forma en la que los calificaron.
¿Tan visible era la diferencia de edad?
¿Qué tanta importancia tenía?
Un suave codazo de Sabina atrajo a David a la realidad, que por un momento, se sumergió en extraños pensamientos.
—¿Tienen reservación?
—Sí. David Evans.
—Veamos... aquí está. —Dijo el hombre al ubicar el nombre del cliente—. Pasen por favor, el joven de ahí los atenderá. —Explicó al señalar y ambos sintieron—. Y que tengan una linda cena.
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Sentimientos De Una Prostituta
RomanceNo debía enamorarse, ese tipo de sentimiento estaban estrictamente prohibidos en los juegos de las prostitutas. Pero cuando crees tener la vida solucionada gracias a la sensualidad y manipulación que has aprendido a manejar, ¿te conformas con lo que...